Nos acoges con tu luz
La Palabra
Jos 5,
9a.10-12 // Sal 33
// 2Cor 5, 17-21
Todos los recaudadores y los
pecadores se acercaban a escucharle, de modo que los fariseos y los letrados
murmuraban: ---Éste recibe a pecadores y come con ellos. Él les contestó con la
siguiente parábola: ---Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo al padre:
Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde. Él les repartió los
bienes. A los pocos días, el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano,
donde derrochó su fortuna viviendo como un libertino. Cuando gastó todo,
sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad. Fue y
se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a
cuidar cerdos. Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los
cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitando pensó: ---A cuántos
jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre. Me
pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he
ofendido; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus
jornaleros. Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando
su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó.
El hijo le dijo: ---Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no
merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: ---Enseguida,
traed el mejor vestido y vestidlo; ponedle un anillo en el dedo y sandalias en
los pies. Traed el ternero cebado y matadlo. Celebremos un banquete. Porque
este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido
encontrado. Y empezaron la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se
acercaba a casa, oyó música y danzas y llamó a uno de los criados para
informarse de lo que pasaba. Le contestó: ---Es que ha regresado tu hermano y
tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo.
Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara. Pero él
respondió a su padre: ---Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer
una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos.
Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con
prostitutas, has matado para él el ternero cebado. Le contestó: ---Hijo, tú
estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Había que hacer fiesta porque este
hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado.
(Lc 15,
1-3.11-32)
El Comentario
“Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya,
y nunca…”
Hemos leído ya tantas veces este Evangelio y nos resulta tan
familiar ponernos en el papel del hijo pródigo… hoy quisiera ponerme en el
papel del otro hijo, el hijo que siempre ha estado en casa de su padre y a su
servicio, un servicio discreto, sencillo, sin cuestionar nada… Vamos, un hijo
modelo, o ¿quizás no tanto?
El hijo que se ha quedado en casa ha hecho todo lo que se le ha
ordenado y sin rechistar, eso es cierto, está claro, pero ¡no ha vivido en su
casa!, me explico, no ha entendido cual era la pena por la que el padre llevaba
pasando tanto tiempo, ni cuál era su preocupación, y para colmo, nunca entendió
la razón por la que su hermano se fue de casa.
Cuántas veces hemos visto como los hijos un día se van de casa,
por la razón que sea y no se vuelven a poner en contacto con sus padres, en
ocasiones, por desapego, pero muchas de ellas porque sólo han visto sus
dificultades y no han entendido las de los padres.
Pero cuando se produce el reencuentro que cara de satisfacción
se le queda al padre, y sobre todo a la madre, que lleva tanto tiempo
preguntándose que habrá hecho mal con sus hijos.
Tampoco han sabido ver que todo lo que había en casa era de
ellos, que sus padres lo han estado preparando para que algún día ellos puedan
disfrutarlo plenamente.
No han querido ver los problemas y dificultades por las que ha
pasado el hermano, y en consecuencia no le perdona que le haya dejado sólo en
casa. O quizás lo que le fastidia es que se ha tenido que quedar él en casa, y
no ha podido marcharse él.
¿Y nosotros? ¿Cuál es el papel que hemos jugado?
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