domingo, 19 de diciembre de 2010

Domingo IV Adviento A (19/12/10)

María en estado de buena esperanza.
La Palabra
Is 7,10-14 // Sal 23 // Rom 1,1-7
E l nacimiento de Jesucristo sucedió así: su madre, María, estaba prometida a José, y antes del matrimonio, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, decidió repudiarla en secreto. Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ---José, hijo de David, no tengas reparo en acoger a María como esposa tuya, pues lo que ha concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del profeta: Mira, la virgen está encinta, dará a luz a un hijo que se llamará Emanuel, que significa: Dios con nosotros. Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y acogió a María como esposa.
(Mt. 1, 18-24)
La Reflexión
Hoy se nos propone fijarnos en María, pero yo diría que también en José.
José era un hombre bueno y justo, que velaba por la ley, pero también por las personas. Cualquier otro en su lugar habría condenado a María, al ser madre de un niño que no era el suyo, pero José, no. Por encima del cumplimiento de la Ley está la persona, y en este caso de María.
José quería a María, porque de cualquier otra forma no se habría apiadado de ella, la quería tanto… pero eso no le libraba de sus dudas, pero el Señor le ayudó a comprender lo que era bueno y justo, y le mostró el camino.
José supo asumir desde el principio que él no era el importante, sino que era su esposa y sobre todo su hijo. Su labor fue grande, callada, discreta, pero imprescindible, el supo cuidar de su familia, darles el sustento, emigrar en el momento oportuno para ponerlos a salvo…
Cuantos padres hay que cumplen esta labor y que poco lo sabemos reconocer. Pues que así sea.
Qué Celebramos
Nos encontramos en el final del Adviento, la venida está cerca. Todos estos días nos hemos preparado para ello, pero ¿solamente viene un día? No, viene todos y cada uno de los días, pero debemos estar atentos y vigilantes, porque no sabemos ni el día ni la hora.
Él viene a nosotros todos los días, no sabremos ni como, ni por medio de quien, pero constantemente llama a nuestra puerta, seremos capaces de estar atentos, tendremos la voluntad de abrirle. Ante la imagen de un niño pobre y desvalido es más sencillo abrirle, pero ante un necesitado, un pordiosero, un inmigrante, un…
Que difícil nos lo ponen y cuantas oportunidades nos dan.
Estad atentos porque viene!!!
La 4ª vela de Adviento
Al encender estas cuatro velas, en el último domingo,
pensamos en María y en José.
Nadie te esperó con más ansia, con más ternura, con más amor.
Pusiste en su corazón la confianza
por encima de todos los problemas.
María y José se daban cuenta del tiempo en que vivían
y deseaban que llegara el Salvador,
ofreciéndose a Dios y olvidándose de ellos mismos.
Supieron esperar con paciencia
y de ese modo iluminaron nuestro mundo y a nosotros
con la verdadera luz de la esperanza: Jesús de Nazaret.
Palpitando en la espera de la Navidad te pedimos:
¡Ven, Señor Jesús!

domingo, 12 de diciembre de 2010

Domingo III Adviento A (12/12/10)

 
Objetivos del desarrollo
La Palabra
Is 35,1-6a.10 // Sal 145 // St 5,7-10
Juan oyó hablar en la cárcel de la actividad del Mesías y le envió este mensaje por medio de sus discípulos: ---¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro? Jesús respondió: ---Id a informar a Juan de lo que oís y veis: ciegos recobran la vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres reciben la Buena Noticia; y, ¡dichoso el que no tropieza por mi causa! Cuando se marcharon, se puso Jesús a hablar de Juan a la multitud: ---¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre elegantemente vestido? Mirad, los que visten elegantemente habitan en los palacios reales. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Os digo que sí, y más que profeta. A éste se refiere lo que está escrito: Mira, yo envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Os aseguro, de los nacidos de mujer no ha surgido aún alguien mayor que Juan el Bautista. Y sin embargo, el último en el reino de Dios es mayor que él.
(Mt. 11, 2-11)
Juan el Bautista
Primera Parte


Segunda Parte


Tercera Parte 


La 3ª vela de Adviento
Como Juan Bautista, Señor,
te preguntamos dónde está la luz.
Estamos impacientes y nos cansa el esfuerzo.
Si el labrador fuera como nosotros,
no comeríamos nunca pan.
No permitas que apaguemos en nuestro interior
el fuego del Espíritu y el espíritu de la paciencia
para poder tener los ojos bien abiertos
y verte a ti, Jesús, llegar todos los días a nuestra casa.
Que estas tres velas encendidas
sean el signo de la constancia de nuestra oración.
¡Ven, Señor Jesús!

domingo, 5 de diciembre de 2010

Domingo II Adviento A (05/12/10)

Convertíos
La Palabra
Is 11, 1-10// Sal 71 // Rom 15,4-9
E n aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea, proclamando: ---Arrepentíos, que está cerca el reinado de Dios. Éste es a quien había anunciado el profeta Isaías, diciendo: Una voz clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos. El tal Juan llevaba un vestido de pelos de camello, con un cinturón de cuero en la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Acudían a él de Jerusalén, de toda Judea y de la comarca del Jordán, y se hacían bautizar en el río Jordán por él, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos acudían a que los bautizara les dijo: ---¡Raza de víboras! ¿Quién os ha enseñado a escapar de la condena que se avecina? Dad frutos válidos de arrepentimiento y no os imaginéis que os basta decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo os digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos para Abrahán. El hacha está ya aplicada a la cepa del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo con agua en señal de arrepentimiento; pero detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no tengo derecho a llevarme sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Ya empuña el bieldo para aventar su era: reunirá el trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que no se apaga.
(Mt. 3, 1-12)
La Reflexión
Ha llegado el momento, “una voz clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos”. La cosa parece que está bastante clara, hay que preparar el camino, el terreno, en resumidas cuentas, en nosotros.
Debemos acudir al desierto, no, no me he vuelto loco, no pretendo que nos vayamos todos de viaje al desierto, sino que, como si estuviésemos en el desierto, debemos despojarnos de todo, de todo lo que no sirve. En el desierto no encontramos nada, no hay más que arena, es un lugar en el que no hay distracciones, en el que está solamente el hombre, la arena y nuestro corazón.
Pero esto no es del todo cierto, en los desiertos también hay oasis, sitios en los que descansar, en los que refugiarse del calor del sol, en los que tomar alimento, y compartir.
Debemos pues, transitar por ese desierto hasta encontrar nuestro oasis particular, aquél lugar en el que nos sintamos bien.
Y una vez allí debemos intentar hacer que este Mundo se convierta en un oasis, no solo para nosotros o para quienes nos aman, sino para todos.
Así pues, convertíos.
Qué Celebramos
El adviento no es el tiempo litúrgico más antiguo, ni se originó en Roma. El adviento se configuró como un tiempo de preparación previo a la Navidad.
Pero, ¿qué es el Adviento? Adviento viene del latín y significa “venida”. Pero para nosotros el adviento no tiene que ver con una sola venida, sino con tres, muy distintas entre sí.
La primera venida es el recuerdo del nacimiento de Jesús de Nazaret , basado en las narraciones de la infancia de los evangelios que le proporcionan su contexto histórico.
La segunda es la venida de Dios, con el nacimiento de Jesús, no sólo nace un hombre, sino que también se hace presente entre nosotros un dios, nuestro Dios, al que nosotros hacemos presente como diría el propio Jesús, que cada vez que dos o más se reúnen en mi nombre, en medio estaré yo”, pues eso es justamente lo que sucede cada vez que lo hacemos presente en la misa a través de la Palabra y la Eucaristía.
La última venida es la “segunda venida”, o la que conocemos como la del último día. Jesús nos prometió que volvería, aunque no sabemos ni cuando ni como, pero debemos estar preparados y atentos.
Así que eso es lo que pedimos “Ven Señor Jesús”.
La 2ª vela del Adviento
Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel
y llamaban a la conversión.
Jesús está a la puerta de nuestro corazón
y del corazón del mundo,
y llama.
Nosotros queremos abrirle la puerta
y convertir nuestras oscuridades en luz
como lo han hecho y lo hacen tantas personas
que iluminan nuestro mundo y nuestras vidas
con la luz de la esperanza.
¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!

domingo, 28 de noviembre de 2010

Domingo I Adviento A (28/11/10)

Otro mundo es posible
La Palabra
Is 2,1-5 // Sal 121, 1-9 // Rom 13,11-14
La llegada del Hijo del Hombre será como en tiempos de Noé: en [aquellos] días anteriores al diluvio la gente comía y bebía y se casaban, hasta que Noé se metió en el arca. Y ellos no se enteraron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Así será la llegada del Hijo del Hombre. Estarán dos hombres en un campo: a uno se lo llevarán, al otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán, a la otra la dejarán. Así pues, velad, porque no sabéis el día que llegará vuestro Señor. Y sabéis que, si el amo de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría velando para que su casa no fuese asaltada. Por tanto, estad preparados, porque este Hombre llegará cuando menos penséis.
(Mt. 24, 37-44)
La Reflexión
Ha comenzado un nuevo tiempo, en el que “otro mundo es posible”, ¿cómo es esto?
Ese es el misterio, para eso va a venir Jesús a este mundo, para hacernos cambiar nuestra forma de verlo, para decirnos que es posible, que las cosas no tienen que ser tan complicadas, para cambiar nuestros esquemas mentales, para…
Otro mundo es posible, pero para ello debemos prepara el camino, debemos estar atentos, vigilantes, debemos preparar el terreno, para cuando venga el sembrador encuentre el terreno abonado.
Durante estos días de adviento prepararemos el camino, y el terreno para cambiar el mundo. Y en ese cambio Jesús tendrá mucho que decirnos. Pero ¿estamos preparados?, nos hemos puesto manos a la obra, o ¿estamos esperando a que vengan a hacernos nuestro trabajo?. Debemos ponernos desde ya, ya que no sabemos cuando va a suceder el cambio, así que manos a la obra.
Qué Celebramos
El año litúrgico se inicia con el adviento, el tiempo que nos enseña a esperar lo que está más allá de lo que se ve. El adviento es un tiempo en el que se nos hace buscar a Dios en todos esos lugares que hasta ahora hemos pasado por alto o no nos hemos parado a buscar. Adviento es aprender a esperar Es un tiempo para diferenciar entre lo bueno, lo mejor y lo óptimo.
Es muy fácil pasar por la vida sin ver lo que esta nos aporta, todas sus riquezas, sus distintos aspectos, tragándonos la vida y olvidándonos incluso de sus tiempos. Y entonces no prestamos atención a las pequeñas demandas cotidiana de la compasión o la elección, la confianza o el esfuerzo. Si no aprendemos a esperar, podemos dar por supuesto que una cosa es realmente tan buena para nosotros como otra. Entonces olvidamos que la vida es algo más que esta vida. Olvidamos que también forma parte de la misma esa parte de nosotros que no vemos, que sentimos, que nos conecta con otra realidad, pero nuestras prisas y nuestras rutinas no nos dejan ver esa otra parte del mundo, que es desde el que Dios nos habla, ¿cómo podemos conseguir y tener oír la voz de Dios en los vientos de cambio que nos rodean si sólo podemos escuchar únicamente nuestra propia voz?.
La función del adviento es recordarnos lo que estamos esperando.
La 1ª vela del Adviento
Encendemos, Señor, esta luz,
como aquél que permanece en vela,
esperando para salir al encuentro del Señor que ya viene.
Muchas sombras nos envuelven.
En esta primera semana de Adviento,
queremos estar atentos y preparados
para acoger a tantos mensajeros
que nos traen la mejor de las noticias,
la noticia de que un mundo nuevo está naciendo
a pesar de todas las oscuridades de nuestro mundo,
la noticia de que Jesús sigue presente
en medio de nosotros.
¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús!

domingo, 21 de noviembre de 2010

Jesucristo, Rey del Universo

Jesucristo es la clave del nuevo mundo.
La Palabra
2 Sam 5,1-3 // Sal 121 // Col 1,12-20
El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él diciendo: ---Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el predilecto de Dios. También los soldados se burlaban de él. Se acercaban a ofrecerle vinagre y le decían: ---Si eres el rey de los judíos, sálvate. Encima de él había una inscripción que decía: Éste es el rey de los judíos. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: ---¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. Pero el otro lo reprendió diciendo: ---¿No tienes temor de Dios, tú, que sufres la misma pena? Lo nuestro es justo, recibimos la paga de nuestros delitos; éste, en cambio, no ha cometido ningún crimen. Y añadió: ---Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí. Jesús le contestó: ---Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
(Lc. 23, 35-43)
La Reflexión
Hoy llegamos al final del Año Litúrgico, y celebramos la festividad de “Jesucristo, Rey del Universo”.
Para nosotros, más bien nuestra formar de ver el mundo actual, y también para los primeros cristianos, resulta chocante que un crucificado, un proscrito, sea declarado “rey de los judíos” (así figuraba en el cartel que Pilatos puso sobre la cruz).
¿Cómo es posible que todo un rey acabe como un ladrón?. Esto debe hacernos pensar que nuestro punto de vista no es el mismo que el de Jesús.
Estas semanas de atrás hemos hecho balance de lo que hacemos y lo que dejamos de hacer para con los que nos rodean, sin falta de irnos a buscar a los más alejados, pero lo hemos visto con nuestros ojos, nuestra mentalidad.
Jesús nos está pidiendo que lo hagamos ahora desde la de Él. Y resulta toda una provocación cambiar el prisma con el que mirar la realidad.
Seremos capaces de cambiar, tanto como para perdonar, ayudar,… a aquellos que no solo nos lo piden, sino también aquellos a los que no queremos. Todo un reto.
Qué Celebramos
La fiesta de Cristo Rey fue instituida en 1925 por el papa Pío XI, que la fijó en el domingo anterior a la solemnidad de todos los santos.
En 1970 la fiesta se convirtió en la de Cristo "Rey del Universo" y se fijó en el último domingo per annum. Con ella apunta ya el tiempo de adviento en la perspectiva de la venida gloriosa del Señor.
El año litúrgico llega a su fin. Desde que lo comenzamos, hemos ido recorriendo el círculo que describe la celebración de los diversos misterios que componen el único misterio de Cristo. Con cada celebración, hemos ido construyendo un arco, al que hoy ponemos la piedra angular. Este es el sentido profundo de la solemnidad de Cristo – Rey del Universo, es decir, de Cristo – Glorioso que es el centro de la creación, de la historia y del mundo.
Pío XI, al establecer esta fiesta, quiso centrar la atención de todos en la imagen de Cristo, Rey divino, tal como la representaba la primitiva Iglesia, sentado a la derecha del Padre en el ábside de las basílicas cristianas, aparece rodeado de gloria y majestad. La cruz nos indica que de ella arranca la grandeza imponente de Jesucristo, Rey de vivos y de muertos.
BUSCANDO A DIOS
Hace muchísimos años, y tal vez siglos, un hombre subió por una gran montaña buscando a Dios. Y, cuando estuvo en la cima, alzó los ojos al cielo y dijo:
- Señor, yo soy tu esclavo. Haré siempre lo que tú me mandes.
Pero Dios no respondió. Sólo contestó el silencio.
Al cabo de muchos años después, aquel hombre volvió a subir a la cima de la montaña buscando a Dios. Y, cuando estuvo arriba, levantó los ojos y los brazos al cielo y dijo:
- Creador mío. Tú me hiciste del barro de la tierra. Te debo todo lo que soy.
Y Dios tampoco respondió.
Al cabo de muchos años, subió otra vez a la cima de la montaña, y le dijo a Dios:
- Padre, yo soy tu amigo. Me amaste y me diste tu Reino como herencia.

Y Dios, otra vez, no respondió
Por último, al cabo de muchísimos años, aquel hombre volvió a la montaña y dijo a Dios:
- Tú eres, Dios, parte de mí, y yo soy parte de ti. Yo soy como tu raíz metida en la tierra y tú eres mi flor en el cielo. Crecemos juntos.
Entonces Dios se inclinó hacia aquel ser humano y le habló con dulzura. Y así como el mar recibe al río que corre a su encuentro, así Dios acogió a aquel hombre.
Y cuando bajó de la montaña, Dios estaba en todas partes y estaba con él.
Imagen de la Semana