La Palabra
Ellos por su parte
contaron lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al
partir el pan. Estaban hablando de esto, cuando se presentó Jesús en medio de
ellos y les dijo: ---La paz esté con vosotros. Espantados y temblando de miedo,
pensaban que era un fantasma. Pero él les dijo: ---¿Por qué estáis turbados?
¿Por qué se os ocurren tantas dudas? Mirad mis manos y mis pies, que soy el
mismo. Tocad y ved, que un fantasma no tiene carne y hueso, como veis que yo
tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Era tal el gozo y el
asombro que no acababan de creer. Entonces les dijo: ---¿Tenéis aquí algo de
comer? Le ofrecieron un trozo de pescado asado. Lo tomó y lo comió en su
presencia. Después les dijo: ---Esto es lo que os decía cuando todavía estaba
con vosotros: que tenía que cumplirse en mí todo lo escrito en la ley de
Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió la inteligencia
para que comprendieran la Escritura. Y añadió: ---Así está escrito: que el
Mesías tenía que padecer y resucitar de la muerte al tercer día; que en su
nombre se predicaría penitencia y perdón de pecados a todas las naciones,
empezando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de ello.
(Lc 24,35-48)
El Comentario
“les abrió la inteligencia para que comprendieran”
Nosotros pensamos que lo sabemos todo, pero no es así.
Hay que dejarse hacer por el Señor, es Él el que nos da la capacidad, pero
hemos de ser nosotros los que pongamos los medios. Dios es el que capacita a
quién Él quiere. ¡Dejémonos!
Y… ¿qué diría Santa Teresa?
"Vida"
28,1-4; 29,4: Pasé algunos días, pocos, con esta visión muy continua [cf. texto
semana pasada], y hacíame tanto provecho, que no salía de oración, y aun cuanto
hacía, procuraba fuese de suerte que no descontentase al que claramente veía
estaba por testigo (...) Estando un día en oración, quiso el Señor mostrarme
solas las manos con tan grandísima hermosura que no lo podría yo encarecer.
Hízome gran temor, porque cualquier novedad me le hace grande en los principios
de cualquiera merced sobrenatural que el Señor me haga. Desde a pocos días, vi
también aquel divino rostro, que del todo me parece me dejó absorta. No podía
yo entender por qué el Señor se mostraba así poco a poco, pues después me había
de hacer merced de que yo le viese del todo, hasta después que he entendido que
me iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural. ¡Sea bendito por
siempre!, porque tanta gloria junta, tan bajo y ruin sujeto no la pudiera
sufrir. Y como quien esto sabía, iba el piadoso Señor disponiendo (...) Un día
de San Pablo, estando en Misa, se me representó toda esta Humanidad sacratísima
como se pinta resucitado, con tanta hermosura y majestad (...) Sólo digo que,
cuando otra cosa no hubiese para deleitar la vista en el cielo sino la gran
hermosura de los cuerpos glorificados, es grandísima gloria, en especial ver la
Humanidad de Jesucristo, Señor nuestro, aun acá que se muestra Su Majestad
conforme a lo que puede sufrir nuestra miseria; ¿qué será adonde del todo se goza
tal bien? Esta visión, aunque es imaginaria, nunca la vi con los ojos
corporales, ni ninguna, sino con los ojos del alma. Dicen los que lo saben
mejor que yo, que es más perfecta la pasada que ésta, y ésta más mucho que las
que se ven con los ojos corporales. Esta [las corporales] dicen que es la más
baja y adonde más ilusiones puede hacer el demonio (...) Casi siempre se me
representaba el Señor así resucitado, y en la Hostia lo mismo, si no eran
algunas veces para esforzarme, si estaba en tribulación, que me mostraba las
llagas; algunas veces en la cruz y en el Huerto; y con la corona de espinas,
pocas; y llevando la cruz también algunas veces, para como digo necesidades
mías y de otras personas, mas siempre la carne glorificada.
Una mirada a Roma
La catequesis de hoy
está dedicada a la diferencia y a la complementariedad entre el hombre y la
mujer. El libro del Génesis insiste en que ambos son imagen y semejanza de
Dios. No sólo el hombre por su parte, no sólo la mujer por su parte, sino
también la pareja. La diferencia entre ellos no es para competir o para
dominar, sino para que se dé esa reciprocidad necesaria para la comunión y para
la generación, a imagen y semejanza de Dios. En esta complementariedad está
basada la unión matrimonial y familiar para toda la vida, sostenida por la
gracia de Dios. El ser humano está hecho para la escucha y la ayuda mutua.
Para superar las
dificultades de esta unión, me gustaría indicar dos puntos que nos comprometen
con urgencia: Tenemos que hacer mucho más en favor de la mujer. Primer punto.
No sólo para que sea más reconocida, sino para que su voz tenga un peso real,
una autoridad efectiva en la sociedad y en la Iglesia. Segundo punto: Me
pregunto si la crisis de fe en el Padre no estará también relacionada con la crisis
de la alianza entre el hombre y la mujer. De aquí nace la responsabilidad de la
Iglesia y de todos los creyentes de redescubrir la belleza del diseño creador
de Dios, que impone también su imagen en el vínculo del hombre y la mujer.
(Francisco.
Audiencia General del 15 de abril de 2015)