domingo, 26 de junio de 2011

Corpus Christi A (26/06/11)


La Palabra
Dt 8,2-3.14b-16a // Sal 147 // 1Cor 10,16-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: 
-- Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
Disputaban los judíos entre sí:
-- ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Entonces Jesús les dijo:
-- Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.
(Jn 6,51-59)
Historia de un pastor afgano
La población de una gran ciudad en lo alto de una de las montañas desiertas de Herat, después de muchos años de desorden y malos gobernantes, esta desesperada. No puede abolir la monarquía de repente y, al mismo tiempo, ya no soporta las mismas generaciones de reyes arrogantes y egoístas. Reúne la Loya Jirga, como se denomina al consejo de sabios del lugar.
La Loya Jirga decide entonces que cada 4 años elegirán a un rey, que tendrá el poder total y absoluto. Podría aumentar los impuestos, exigir obediencia total, escoger a una mujer diferente todas las noches para llevarla a su cama, beber y comer hasta más no poder. Se vestiría con las mejores ropas, montaría los mejores animales. En fin: cualquier orden, por absurda que fuera, seria acatada sin que nadie pudiera cuestionar su lógica ni su justicia.
Sin embargo, al final de esos 4 años, seria obligado a renunciar al trono y a abandonar el lugar, llevando consigo solo a su familia y la ropa que llevara puesta. Todos sabían que eso significaba la muerte en tres o cuatro días como máximo, ya que en ese valle no había nada salvo un inmenso desierto, congelado en invierno e insoportablemente caluroso en verano.
Los sabios de la Loya Jirga imaginaban que nadie se atreverá a tomar el poder y podrán volver al antiguo régimen democrático. La decisión fue promulgada: el trono del gobernante estaba vacío, pero las condiciones para ocuparlo eran duras. En un primer momento muchas personas se animaron con la posibilidad. Un viejo con cáncer acepto el desafío, pero murió de su enfermedad en el mandato, con una sonrisa en la cara. Lo sucedió un loco, pero, debido a su estado mental, se fue cuatro meses después (lo había entendido mal) y desapareció en el desierto. A partir de entonces, empezaron a correr rumores que el trono estaba maldito y nadie mas decidió arriesgarse. La ciudad se quedo sin gobernante, se instalo la confusión, los habitantes comprendieron que había que olvidar las tradiciones monárquicas para siempre, y se prepararon para cambiar sus usos y sus costumbres. La Loya Jirga celebra la sabia decisión de sus miembros; sencillamente, eliminaron la ambición de aquellos que deseaban el poder a toda costa.
En ese momento aparece un joven, casado y padre de tres hijos.
Acepto el cargo—dice.
Los sabios intentan explicarle los riesgos del poder. Le dice que tiene familia, que aquello no era más que una invención para desanimar a los aventureros y a los déspotas. Pero el hombre se mantiene firme en su decisión. Y como es imposible volver atrás, la Loya Jirga no tiene más remedio que esperar otros cuatro años antes de llevar a cabo sus planes adelante.
El joven y su familia se convierten en excelentes gobernantes: son justos, distribuyen mejor la riqueza, bajan el precio de los alimentos, dan fiestas populares para celebrar los cambios de estación, estimulan el trabajo artesanal y la música. Sin embargo, todas las noches, una gran caravana de caballos deja el lugar arrastrando pesadas carretas cuyo contenido va cubierto por tejidos de yute, de modo que nadie puede ver lo que va dentro.
Y nunca regresan.
Al principio, los sabios de la Loya Jirga piensan que están saqueando el tesoro. Pero al mismo tiempo se consuelan con el hecho de que el joven nunca se haya aventurado mas allá de las murallas de la ciudad; si lo hubiese hecho, si hubiera subido la primera montaña, habría descubierto que los caballos morirían antes de llegar muy lejos (están en medio de uno de los lugares más inhóspitos del planeta). Se reúnen de nuevo, y dicen: “Dejemos que haga lo que quiera. En cuanto termine su reinado, vamos hasta el lugar en el que los caballos hayan caído exhaustos y los caballeros muertos de sed y lo recuperaremos todo”.
Dejan de preocuparse y aguardan con paciencia.
Al final de los cuatro años, el joven es obligado a bajar del trono y a abandonar la ciudad. La población se revela: ¡hacía mucho tiempo que no tenían un gobernante tan sabio y justo!
Pero deben respetar la decisión de la Loya Jirga. El joven se dirige a su mujer y a sus hijos y les pide que lo acompañen.
-Lo hare- dice su mujer--. Pero al menos deja que nuestros hijos se queden aquí; podrán sobrevivir y contar tu historia.
--Confía en mí.
Como las tradiciones tribales son estrictas, la mujer no tiene más alternativa que obedecer a su marido. Montan en sus caballos, se dirigen a la puerta de la ciudad y se despiden de los amigos que han hecho mientras gobernaban el lugar. La Loya Jirga está contenta: incluso con todos esos aliados, el destino debe cumplirse. Nadie más se arriesgara a subir al trono, y las tradiciones democráticas serán por fin restablecidas.
En cuanto puedan, recuperaran el tesoro que para entonces debe estar abandonado en el desierto a menos de 3 días de allí.
La familia se dirige en silencio hacia el valle de la muerte los niños no entienden lo que pasa, y el joven parece ir sumido en sus pensamientos. Suben una colina, pasan todo el día cruzando una vasta planicie, y duermen en lo alto de la colina siguiente.
La mujer se despierta de madrugada: quiere aprovechar sus últimos dos días de vida para admirar las montañas de la tierra que tanto ama. Va hasta la cima y mira hacia abajo, hacia lo que cree que es una planicie absolutamente desierta.
Y se lleva un sobresalto.
Durante cuatro años, las caravanas que partían por la noche no llevaban joyas ni monedas de oro.
Llevaban ladrillos, semillas, madera, tejas, especias, animales, objetos tradicionales para perforar el suelo y encontrar agua. Ante sus ojos hay otra ciudad, mucho más moderna y hermosa, funcionando.
Este es tu reino, le dice el joven, que se ha despertado y se ha reunido con ella. Desde que conocí el decreto, sabía que era inútil corregir en cuatro años lo que siglos de corrupción y mala administración habían destruido. Pero estaba seguro de algo: era posible empezar de nuevo.
(El Vencedor está solo – Paulo Coelho) 





domingo, 19 de junio de 2011

Santísima Trinidad A (19/06/11)


La Palabra
Ex 34,4b-6.8-9 // Sal Dan 3,52-56 // 2Cor 13,11-13
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él. El que cree en él no es juzgado; el que no cree ya está juzgado, por no creer en el Hijo único de Dios.
(Jn 3,16-18)
Gracias por el Amor
“Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba admirado de la belleza de su cabello negro, muy largo, como hebras brillantes salidas de su rueca de hilar. Él iba cada día al mercado con algunas frutas y hortalizas sacadas con esfuerzo de su pequeño huerto. A la sombra de un árbol se sentaba a descansar, sujetando entre los dientes su pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar un poco de tabaco...
Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalarle a su marido. Y además, ¿con qué dinero? Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo: vendería su pelo para comprarle tabaco. Ya imaginaba a su marido en la plaza, sentado ante sus frutas, dando largas bocanadas a su pipa.
Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero escogió con gran cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de aquellas hojas arrugadas y la imagen de su marido feliz, compensaba largamente el sacrificio de su pelo.
Al llegar la tarde, regresó su marido. Venía cantando por el camino. Traía en la mano un pequeño envoltorio: eran unos peines de nácar para su bonita mujer, que acababa de comprar tras vender su vieja pipa en el mercado...
Abrazados, rieron hasta el amanecer”.


domingo, 12 de junio de 2011

Domingo de Pentecostés A (12/06/11)


Recibid el Espíritu Santo”.
La Palabra
Hech 2,1-11 // Sal 103 // 1Cor 12,3b-7.12-13
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice: ---Paz con vosotros. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús repitió: ---Paz con vosotros. Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros. Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: ---Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los mantengáis les quedan mantenidos.
(Jn 20,19-23)
La Reflexión
Por fin llegó el final del curso, todos estamos agotados y cansados, el invierno ha sido duro y hemos pasado por diversas dificultades que han hecho que el camino no fuera sencillo. Pero todo paso.
Ahora es tiempo de recoger los frutos, de ver cuál ha sido el resultado.
Seguramente hemos aprendido un montón de cosas, tenemos nuevos prismas para ver la realidad, nuevas herramientas con las que trabajar…
Lo mismo les sucedió a los discípulos. Cuando creían que todo había terminado, que no verían el final, que todo estaba cumplido, llegó el premio, un nuevo desafío.
Jesús cumplió con su palabra y les envió a alguien para que les ayudara en el transcurrir de los días, para que su camino fuese más llevadero (aunque no por ello más sencillo).
Pero también les dio un poder para evaluarnos, para decidir quién obra bien y mal, quien debe enmendarse y corregir.
Nosotros tenemos esa oportunidad, ahora pasaremos por los exámenes de junio, y si no lo hemos hecho del todo bien, pues siempre tendremos la oportunidad de enmendarnos en septiembre.
Pero no nos preocupemos mucho, seguro que lo hemos intentado, y aunque no lo hayamos conseguido, tendremos ya parte de ese camino recorrido, por lo que volver a enfrentarnos a la prueba nos resultará un poco más fácil que la primera vez.
Ahora toca relajarse un poco y disfrutar del verano, para que el próximo curso lo llevemos con un poco más de alegría.
Que así sea!!!
¿Qué Celebramos?
Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte de un solo y único misterio.
Pentecostés es fiesta pascual y fiesta del Espíritu Santo. La Iglesia sabe que nace en la Resurrección de Cristo, pero se confirma con la venida del Espíritu Santo. Es hasta entonces, que los Apóstoles acaban de comprender para qué fueron convocados por Jesús; para qué fueron preparados durante esos tres años de convivencia íntima con Él.
La Fiesta de Pentecostés es como el "aniversario" de la Iglesia. El Espíritu Santo desciende sobre aquella comunidad naciente y temerosa, infundiendo sobre ella sus siete dones, dándoles el valor necesario para anunciar la Buena Nueva de Jesús; para preservarlos en la verdad, como Jesús lo había prometido (Jn 14.15); para disponerlos a ser sus testigos; para ir, bautizar y enseñar a todas las naciones.
Es el mismo Espíritu Santo que, desde hace dos mil años hasta ahora, sigue descendiendo sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y resucitó por nosotros; sobre quienes sabemos que somos parte y continuación de aquella
pequeña comunidad ahora extendida por tantos lugares; sobre quienes sabemos que somos responsables de seguir extendiendo su Reino de Amor, Justicia, Verdad y Paz entre los hombres.
Negra o blanca
Había una vez una tienda que estaba muy moda. Un día sacaron unas camisetas negras a la venta y las colocaron al lado de una camiseta blanca. Con el tiempo las camisetas negras se vendieron, todas menos una. Al ser de marca todo el mundo quería una. Hablando entre las camisetas, le dijo la negra a la blanca:
- ¿Desde cuándo estas ahí?
- Desde febrero– le contestó la blanca.- ¡Pero si estamos en abril! Nadie te va a querer comprar porque estas pasada de moda.
La camiseta negra empezó a presumir y a insultarla. Entonces hicieron una apuesta. Se apostaron que la que salía primero le cortaba y le rompía a la otra. Claro que cada una apostó por sí misma.
Empezó a venir gente y solo se fijaban en la negra, pero no la compraban por su alto precio. La blanca al darse cuenta que ninguna mirada era hacia ella se empezó a preocupar, pero confiaba en que podía ganar. Cuando se cerró la tienda seguían dentro, una al lado de la otra.
- Te veo muy confiada, ¡blanquita! yo que tu no me confiaría tanto – le dijo la negra a la blanca.
- Hay que confiar en uno mismo si quieres conseguir cualquier cosa que te propongas – le contestó.
Al día siguiente no abrieron ya que era domingo, pero el lunes la apuesta seguía en pie. Entró una persona, se puso en frente de ellas y se las quedo mirando. No sabía cuál elegir: la negra, de marca, pero que al que ser negra en abril le daría calor, o la blanca, que no era de marca, pero con la que podría estar bien fresquito. Eligió finalmente la negra; justo entró un señor con la misma camiseta diciendo que encogía y que quería devolverla, y otras dos personas detrás con la misma intención. Entonces, la persona que había escogido la negra  fue corriendo a dejarla y a coger la blanca, antes de que otro pudiera cogerla. En el pasillo que había entre el lugar de las camisetas y la caja registradora, le dijo la camiseta blanca a la negra:
-Te perdono la apuesta, no te voy a romper.
Se dice que al final la camiseta negra estuvo mucho tiempo en esa famosa tienda. Cuando vino una chica gótica la cogió y se la llevó.  Lo raro es que al lavarla no se encogió. ¡Ah¡ y resulta que la chica gótica era prima de la que se llevo la camiseta blanca y al final se hicieron amigas. [Alba G.]

domingo, 5 de junio de 2011

Domingo VII Pascua A (05/06/11)


“Id y haced discípulos”.
 La Palabra
 Hech 1,1-11 // Sal 46 // Ef 1,17-23
Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que les había indicado Jesús. Al verlo, se postraron, pero algunos dudaron. Jesús se acercó y les habló: ---Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Por tanto, id a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizadlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadles a cumplir cuanto os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.
(Mt 28,16-20)
La Reflexión


Jesús nos envía a todos a hacer discípulos suyos. Ese es su mandato, que extendamos su forma de hacer a todos, que no nos lo guardemos sólo para nosotros, sino que, como Él hizo primero, les mostremos a todos que otra formar de ver la vida y vivirla es posible.
Él nos ha mostrado el camino, no siempre fácil, en el que muchas veces no seremos comprendidos. Es una forma peculiar de vivir, por lo que muchos no la comprenderán y nos perseguirán y señalarán, y como a él también nos tacharán de raros e intentarán apartarnos. Somos incómodos y también como los profetas podemos decir cosas que no gustan, que no agradan a los dirigentes o a los poderosos. No importa, ellos no son nuestro principal objetivo, sino todos aquellos que nos rodean. Hacer nuestro pequeño mundo un poco mejor, ese debe ser nuestro objetivo, ya que es más sencillo llegar al que tenemos al lado que a aquellos a los que nunca podremos llegar.
Para poder llevar a cabo nuestra empresa contaremos con Él, que nos ha prometido que estará con nosotros hasta el final de los días, para que de esta forma nunca nos encontremos solos en el camino.

La bombilla discotequera

Había una vez en las oscuridades de una casa dos bombillas, una era de marca cara, esa era muy pija y maligna, quería ser perfecta, la más brillante, y la otra era muy obediente y simpática, siempre quería que los demás fueran felices.
Una noche, decidieron montar una fantástica fiesta con todos sus amigos. Para eso compraron unas cartas de invitación y se las mandaron a todos sus amigos: los focos, los fosforescentes, la bombilla de luz ultravioleta…
Justo un día antes de la fiesta, a la bombilla simpática,  le sucedió un terrible problema, y es que empezó a parpadear. Cuando su amiga, la bombilla perfecta se enteró decidió que ella no fuera a la fiesta por miedo a que se avergonzasen de ella y pensasen que es patética.
Al día siguiente la encerró y empezó con los preparativos de la fiesta: compró las bebidas, eligió la música y un Dj  y compró los globos.
Cuando la fiesta había comenzado y los invitados habían llegado, la bombilla buena se escapó de donde había sido encerrada y se dirigió hacia la fiesta. Cuando llegó, sus amigos en vez de reírse de ella y humillarla, le dieron las gracias por parpadear de esa manera y por poner ese inimaginable ambiente a la fiesta. Sus amigos, le llamaron “la bombilla discotequera”.
La bombilla perfecta le pidió perdón públicamente a la buena por encerrarla por lo que los demás pudieran llegar a pensar, y se hicieron más amigas de lo que eran.  [Endika P.]