domingo, 31 de octubre de 2010

Domingo XXXI Orcinario C (31/10/10)


Encuentro con Jesús
La Palabra
Sab 11,23-12,2 // Sal 144 // 2 Tes 1,11-2,2
Entró en Jericó y la fue atravesando, cuando un hombre llamado Zaqueo, jefe de recaudadores y muy rico, intentaba ver quién era Jesús; pero a causa del gentío, no lo conseguía, porque era bajo de estatura. Se adelantó de una carrera y se subió a un sicómoro para verlo, pues iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al sitio, alzó la vista y le dijo: ---Zaqueo, baja aprisa, pues hoy tengo que hospedarme en tu casa. Bajó a toda prisa y lo recibió muy contento. Al verlo, murmuraban todos porque entraba a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: ---Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y a quien haya defraudado le restituyo cuatro veces más. Jesús le dijo: ---Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abrahán. Porque este Hombre vino a buscar y salvar lo perdido.
(Lc. 19, 1-10)
La Reflexión
Zaqueo!!! Cuantos somos como él, y con cuantos nos encontraremos en nuestra vida. Cuantas personas hay que han pasado por encima de quien hiciese falta y ahora se encuentran solos. Si, es cierto, tienen dinero, posición… pero ¿tienen Amor? ¿Existe alguien que se acuerde de ellos en los malos momentos?
Zaqueo se da cuenta y es él el que sale al encuentro de Jesús, aquel de quien todo el mundo habla, que es bueno con todos, que se apiada de los que son marginados, sean del “clan” que sean. Ante este paso de Zaqueo a Jesús no le queda más remedio que actuar. Es Jesús el que lo ve, que lo llama por su nombre, y quién le pide alojarse en su casa. Pero es Zaqueo el que da el primer paso y el que le abre la puerta para recibirlo. Este es el primer paso, pero a este han de seguirle otros.
¿Y tú, dedicas tiempo a aquellos que lo necesitan, aunque no sean los “mejores”?
Qué Celebramos
Pero no solamente se leen dos lecturas, sino que también Se entonan dos cantos, unos entre la primera y segunda lectura y otro al final de la segunda y antes del Evangelio.
El primero es el salmo, que es una oración-cántico más común en la piedad judía. Forman parte del Antiguo Testamento, formando un libro, el de los Salmos.
Y el que se entona antes del Evangelio es un Aleluya

SOPO EL GIGANTE COME-NUBES
Sopo era un gigante enorme, el más grande que haya habido nunca. Podía beberse un río hasta dejarlo seco, o tomar como ensalada todo un bosque. Y sin duda, su golosina preferida eran las nubes del cielo, frescas y esponjosas, de las que llegaba a comerse tantas que casi siempre acababa empachado, con tales dolores de barriga que terminaba por llorar, provocando entonces grandes riadas e inundaciones.
Sopo vivía tranquilo y a su aire, sin miedo de nada ni nadie, yendo y viniendo por donde quería. Pero a pesar de eso no era feliz: no tenía ni un sólo amigo. Y es que cada vez que el gigante visitaba un país, todo eran problemas: con las nubes que comía Sopo desaparecían las lluvias para los campos, y con sus empachos y sus llantos todo se inundaba, por no hablar de todos los bosques y granjas que llegaba a vaciar... En fin, que al verle todos huían aterrados, y nunca consiguió Sopo compartir un ratito con nadie.
Una noche, al verle llorar, varias estrellas se acercaron a preguntarle la razón de su tristeza. Al escuchar su historia, comentaron:
- Pobre gigante. No sabe buscar amigos. Pues la Tierra es el planeta más especial que existe, y está lleno de amigos de todas las clases.
- Pero, ¿dónde se pueden buscar amigos? ¿cómo se hace eso? - replicó el gigante.
- Echándoles una mano o haciendo cualquier cosa por ellos. Eso es lo que hacen los amigos, ¿es que no lo sabes? - respondieron divertidas
- Vaya- suspiró Sopo- pues no se me ocurre nada. ¿Vosotras qué hicisteis para conseguir amigos?
- Aprendimos a mostrar el camino en la noche y servimos de guía a muchos navegantes. Son unos amigos estupendos, que nos cuentan historias y nos hacen compañía cada noche.
Así, el gigante y las estrellas siguieron charlando un rato, y durante los días siguientes Sopo no pensó en otra cosa que no fuera en encontrar una forma de buscar amigos. Pero no veía el modo de conseguirlo. Algunos días después, fue a pedirle ayuda a la Luna. Ésta, vieja y sabia, le respondió:
- No sabrás cómo hacer algo por alguien hasta que le conozcas bien. ¿Qué sabes de esos que quieres que sean tus amigos?
Sopo se quedó pensativo, porque realmente apenas sabía nada de los hombres. Eran tan pequeños que nunca se había preocupado. Entonces se propuso averiguarlo todo, y dedicó largos días a observar las diminutas vidas de la gente. Y así fue cómo descubrió por qué todos huían al verle, y se enteró de las sequías que provocaba con sus comilonas de nubes, y de las inundaciones que provocaban sus llantos, y de mil cosas más que le llenaron de pena y alegría. Aquella noche, el gigante corrió a saludar a las estrellas.
- Ya sé cómo buscaré amigos.... ¡¡comiendo y llorando!!
Y así fue. Desde aquel día, Sopo vigilaba los cielos, y allí donde se preparaban enormes tormentas, se deba un buen atracón de nubes; y luego marchaba a llorar un rato allá donde veía que faltaba el agua. En muy poco tiempo, Sopo pasó de ser lo peor que podía ocurrirle a un país, a convertirse en una bendición para todo el mundo, y ya nunca faltó un buen amigo que quisiera dedicarle un ratito, escucharle o hacerle un favor.
Imagen de la Semana