domingo, 31 de julio de 2011

Domingo XVIII Ordinario (31/07/11)

La Palabra
Is 55, 1-3  //  Sal 144  // Rom 8, 35.37-37

Al enterarse, Jesús se marchó de allí en barca, él solo, a un paraje despoblado. Pero la multitud se enteró y le siguió a pie desde los poblados. Jesús desembarcó y, al ver la gran multitud, se compadeció y sanó a los enfermos. Al atardecer los discípulos fueron a decirle: ---El lugar es despoblado y ya es tarde; despide a la multitud para que vayan a las aldeas a comprar algo de comer. [Jesús] les respondió: ---No hace falta que vayan; dadles vosotros de comer. Respondieron: ---Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados. Él les dijo: ---Traédmelos. Después mandó a la multitud sentarse en la hierba, tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la vista al cielo, dio gracias, partió el pan y se lo dio a sus discípulos; ellos se lo dieron a la multitud. Comieron todos, quedaron satisfechos, recogieron las sobras y llenaron doce cestos. Los que comieron eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
(Mt 14, 13-21)

domingo, 24 de julio de 2011

Domingo XVII Ordinario (24/07/11)

La Palabra
1Re 3,5.7-12 // Sal 118 // Rom 8,28-30

El reinado de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo. El reinado de Dios se parece a un mercader en busca de perlas finas: al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra. El reinado de Dios se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie.  Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, y sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Lo habéis entendido todo? Le responden que sí, y él les dijo: ---Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del reinado de Dios se parece a un amo de casa que saca de su alacena cosas nuevas y viejas.

(Mt 13,44-52)

domingo, 17 de julio de 2011

Domingo XVI Ordinario (17/07/11)

La Palabra
Sb 12, 13.16-19; Sal 85, 5-6.9-10.15-16; Rm 8, 26-27 

Les contó otra parábola: ---El reinado de Dios es como un hombre que sembró semilla buena en su campo. Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo, y se marchó. Cuando el tallo brotó y empezó a granar, se descubrió la cizaña. Fueron entonces los siervos y le dijeron al amo: Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿De dónde le viene la cizaña? Les contestó: Un enemigo lo ha hecho. Le dijeron los siervos: ¿Quieres que vayamos a arrancarla? Les contestó: No; que, al arrancarla, vais a sacar con ella el trigo. Dejad que crezcan juntos hasta la siega. Cuando llegue la siega, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña, atadla en gavillas y echadla al fuego; luego recoged el trigo y guardadlo en mi granero. Les contó otra parábola: ---El reinado de Dios se parece a una semilla de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo. Es más pequeña que las demás semillas; pero, cuando crece es más alta que otras hortalizas; se hace un árbol, vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas. Les contó otra parábola: ---El reinado de Dios se parece a la levadura: una mujer la toma, la mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta. Todo esto se lo expuso Jesús a la multitud con parábolas; y sin parábolas no les expuso nada. Así se cumplió lo que anunció el profeta: Voy a abrir la boca pronunciando parábolas, profiriendo cosas ocultas desde la creación [del mundo]. Después, despidiendo a la multitud, entró en casa. Se le acercaron los discípulos y le dijeron: ---Explícanos la parábola de la cizaña. Él les contestó: ---El que sembró la semilla buena es este Hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los súbditos del Maligno; el enemigo que la siembra es el Diablo; la siega es el fin del mundo; los segadores son los ángeles. Como se recoge la cizaña y se echa al fuego, así sucederá al fin del mundo: Este Hombre enviará a sus ángeles para que recojan de su reino todos los escándalos y los malhechores; y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces, en el reino de su Padre, los justos brillarán como el sol. Quien tenga oídos que escuche.
(Mt 13, 24-43)

domingo, 10 de julio de 2011

Domingo XV Ordinario (10/07/11)

Empapados de la Palabra, floreceremos. No seamos impermeables.
La Palabra

Is 55,10-11 // Sal 64 // Rom 8,18-23
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Se reunió junto a él una gran multitud, así que él subió a una barca y se sentó, mientras la multitud estaba de pie en la orilla. Les explicó muchas cosas con parábolas: ---Salió un sembrador a sembrar. Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino, vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso con poca tierra. Al faltarles profundidad brotaron enseguida; pero, al salir el sol se marchitaron, y como no tenían raíces se secaron. Otras cayeron entre cardos: crecieron los cardos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra fértil y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. Quien tenga oídos que escuche. Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: ---¿Por qué les hablas contando parábolas? Él les respondió: ---Porque a vosotros se os concede conocer los secretos del reinado de Dios, pero a ellos no se les concede. Al que tiene le darán y le sobrará; al que no tiene le quitarán aun lo que tiene. Por eso les hablo contando parábolas: porque miran y no ven, escuchan y no oyen ni comprenden. Se cumple en ellos aquella profecía de Isaías: Por más que escuchéis, no comprenderéis, por más que miréis, no veréis. Se ha embotado la mente de este pueblo; se han vuelto duros de oído, se han tapado los ojos. Que sus ojos no vean ni sus oídos oigan, ni su mente entienda, ni se conviertan para que yo los sane. Dichosos en cambio vuestros ojos que ven y vuestros oídos que oyen. Os aseguro que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron. Vosotros escuchad, pues, la explicación de la parábola del sembrador. Si uno escucha la palabra del reino y no la entiende, viene el Maligno y le arrebata lo sembrado en su corazón; ése es como lo sembrado junto al camino. Lo sembrado en terreno pedregoso es el que escucha la palabra y la acoge enseguida con gozo; pero no tiene raíz y es inconstante. Llega la tribulación o persecución por causa de la palabra e inmediatamente falla. Lo sembrado entre cardos es el que escucha la palabra; pero las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza la ahogan y no da fruto. Lo sembrado en tierra fértil es el que escucha la palabra y la entiende. Ése da fruto: cien o sesenta o treinta.
(Mt 13, 1-23)

domingo, 3 de julio de 2011

Domingo XIV Ordinario (03/07/11)

La Palabra

En aquella ocasión Jesús tomó la palabra y dijo: ---¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa ha sido tu elección. Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo sino el Padre; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo. Acudid a mí, los que andáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y os sentiréis aliviados. Porque mi yugo es blando y mi carga es ligera.
(Mt. 11, 25-30)