domingo, 12 de junio de 2011

Domingo de Pentecostés A (12/06/11)


Recibid el Espíritu Santo”.
La Palabra
Hech 2,1-11 // Sal 103 // 1Cor 12,3b-7.12-13
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice: ---Paz con vosotros. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús repitió: ---Paz con vosotros. Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros. Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: ---Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los mantengáis les quedan mantenidos.
(Jn 20,19-23)
La Reflexión
Por fin llegó el final del curso, todos estamos agotados y cansados, el invierno ha sido duro y hemos pasado por diversas dificultades que han hecho que el camino no fuera sencillo. Pero todo paso.
Ahora es tiempo de recoger los frutos, de ver cuál ha sido el resultado.
Seguramente hemos aprendido un montón de cosas, tenemos nuevos prismas para ver la realidad, nuevas herramientas con las que trabajar…
Lo mismo les sucedió a los discípulos. Cuando creían que todo había terminado, que no verían el final, que todo estaba cumplido, llegó el premio, un nuevo desafío.
Jesús cumplió con su palabra y les envió a alguien para que les ayudara en el transcurrir de los días, para que su camino fuese más llevadero (aunque no por ello más sencillo).
Pero también les dio un poder para evaluarnos, para decidir quién obra bien y mal, quien debe enmendarse y corregir.
Nosotros tenemos esa oportunidad, ahora pasaremos por los exámenes de junio, y si no lo hemos hecho del todo bien, pues siempre tendremos la oportunidad de enmendarnos en septiembre.
Pero no nos preocupemos mucho, seguro que lo hemos intentado, y aunque no lo hayamos conseguido, tendremos ya parte de ese camino recorrido, por lo que volver a enfrentarnos a la prueba nos resultará un poco más fácil que la primera vez.
Ahora toca relajarse un poco y disfrutar del verano, para que el próximo curso lo llevemos con un poco más de alegría.
Que así sea!!!
¿Qué Celebramos?
Los cincuenta días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte de un solo y único misterio.
Pentecostés es fiesta pascual y fiesta del Espíritu Santo. La Iglesia sabe que nace en la Resurrección de Cristo, pero se confirma con la venida del Espíritu Santo. Es hasta entonces, que los Apóstoles acaban de comprender para qué fueron convocados por Jesús; para qué fueron preparados durante esos tres años de convivencia íntima con Él.
La Fiesta de Pentecostés es como el "aniversario" de la Iglesia. El Espíritu Santo desciende sobre aquella comunidad naciente y temerosa, infundiendo sobre ella sus siete dones, dándoles el valor necesario para anunciar la Buena Nueva de Jesús; para preservarlos en la verdad, como Jesús lo había prometido (Jn 14.15); para disponerlos a ser sus testigos; para ir, bautizar y enseñar a todas las naciones.
Es el mismo Espíritu Santo que, desde hace dos mil años hasta ahora, sigue descendiendo sobre quienes creemos que Cristo vino, murió y resucitó por nosotros; sobre quienes sabemos que somos parte y continuación de aquella
pequeña comunidad ahora extendida por tantos lugares; sobre quienes sabemos que somos responsables de seguir extendiendo su Reino de Amor, Justicia, Verdad y Paz entre los hombres.
Negra o blanca
Había una vez una tienda que estaba muy moda. Un día sacaron unas camisetas negras a la venta y las colocaron al lado de una camiseta blanca. Con el tiempo las camisetas negras se vendieron, todas menos una. Al ser de marca todo el mundo quería una. Hablando entre las camisetas, le dijo la negra a la blanca:
- ¿Desde cuándo estas ahí?
- Desde febrero– le contestó la blanca.- ¡Pero si estamos en abril! Nadie te va a querer comprar porque estas pasada de moda.
La camiseta negra empezó a presumir y a insultarla. Entonces hicieron una apuesta. Se apostaron que la que salía primero le cortaba y le rompía a la otra. Claro que cada una apostó por sí misma.
Empezó a venir gente y solo se fijaban en la negra, pero no la compraban por su alto precio. La blanca al darse cuenta que ninguna mirada era hacia ella se empezó a preocupar, pero confiaba en que podía ganar. Cuando se cerró la tienda seguían dentro, una al lado de la otra.
- Te veo muy confiada, ¡blanquita! yo que tu no me confiaría tanto – le dijo la negra a la blanca.
- Hay que confiar en uno mismo si quieres conseguir cualquier cosa que te propongas – le contestó.
Al día siguiente no abrieron ya que era domingo, pero el lunes la apuesta seguía en pie. Entró una persona, se puso en frente de ellas y se las quedo mirando. No sabía cuál elegir: la negra, de marca, pero que al que ser negra en abril le daría calor, o la blanca, que no era de marca, pero con la que podría estar bien fresquito. Eligió finalmente la negra; justo entró un señor con la misma camiseta diciendo que encogía y que quería devolverla, y otras dos personas detrás con la misma intención. Entonces, la persona que había escogido la negra  fue corriendo a dejarla y a coger la blanca, antes de que otro pudiera cogerla. En el pasillo que había entre el lugar de las camisetas y la caja registradora, le dijo la camiseta blanca a la negra:
-Te perdono la apuesta, no te voy a romper.
Se dice que al final la camiseta negra estuvo mucho tiempo en esa famosa tienda. Cuando vino una chica gótica la cogió y se la llevó.  Lo raro es que al lavarla no se encogió. ¡Ah¡ y resulta que la chica gótica era prima de la que se llevo la camiseta blanca y al final se hicieron amigas. [Alba G.]