Alrededor de tu mesa brota la alegría
La Palabra
Hch 9,26-31 // Sal 21 // 1Jn 3,18-24
Yo
soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Los sarmientos que en mí no
dan fruto los arranca; los que dan fruto los poda, para que den aún más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que
os he dicho. Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede
dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien permanece
en mí y yo en él dará mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada. Si uno no
permanece en mí, lo tirarán afuera como el sarmiento y se secará: los recogen,
los echan al fuego y se queman. Si permanecéis en mí y mis palabras
permanecen en vosotros, pediréis lo que queráis y os sucederá. Mi Padre
será glorificado si dais fruto abundante y sois mis discípulos.
(Jn 15, 1-8)
El Comentario
Yo
soy la vid verdadera…
En
estos días de mayo muchos niños se acercarán por primera vez a Jesús. Lo hacen
después de pasar, en la mayoría de los casos, por dos cursos de catequesis, en
la que los mayores intentamos darles a conocer un poco a Jesús. Les mostramos a
un Jesús bueno, amigo de sus amigos, que perdona, que es compasivo y
comprensivo, que quiso mucho a su Madre, María, de la que nos acordamos
siempre, y más en este su mes, de…
Pero
pese a todo este esfuerzo por que ellos descubran a Jesús, como su amigo, al
que el día de su primera comunión ven como alguien al que seguir, como a la vid
verdadera, a la que hay que unirse y permanecer
unidos, todo esto, en muchas ocasiones, termina viniéndose abajo.
Los
padres, que son los primeros que han de darles el ejemplo en el seguimiento a
Jesús, en la coherencia de lo que dicen y hacen con el mensaje que presentan de
Jesús,… pero por desgracia, en muchas ocasiones, son los primeros que una vez
realizado el acto social, dejan de llevar a los niños a la Iglesia, de seguir
mostrándoles quién es Jesús, e incluso, llenándolos de actividades que les
impiden pensar y descubrir a Jesús.
Como
nos gustaría que la primera comunión no fuera también la última, y que todo ese
camino que han emprendido los hijos sirviera además para que los padres, muchos
de ellos, lo hubieran utilizada también ellos para volver a descubrir a ese Jesús
que un día conocieron y del que también se habían olvidado.
Mensaje Urbi et Orbi de su Santidad Benedicto XVI
Domingo de Pascua, 2012 (3/4)
Queridos hermanos y hermanas:
si Jesús ha resucitado, entonces –y sólo entonces– ha ocurrido algo realmente
nuevo, que cambia la condición del hombre y del mundo. Entonces Él, Jesús, es
alguien del que podemos fiarnos de modo absoluto, y no solamente confiar en su
mensaje, sino precisamente en Él, porque el resucitado no pertenece
al pasado, sino que está presente hoy, vivo. Cristo es esperanza
y consuelo de modo particular para las comunidades cristianas que más pruebas
padecen a causa de la fe, por discriminaciones y persecuciones. Y está presente
como fuerza de esperanza a través de su Iglesia, cercano a cada situación
humana de sufrimiento e injusticia.
Que Cristo resucitado otorgue
esperanza a Oriente Próximo, para que todos los componentes étnicos, culturales
y religiosos de esa Región colaboren en favor del bien común y el respeto de
los derechos humanos. En particular, que en Siria cese el derramamiento de
sangre y se emprenda sin demora la vía del respeto, del diálogo y de la
reconciliación, como auspicia también la comunidad internacional. Y que los
numerosos prófugos provenientes de ese país y necesitados de asistencia
humanitaria, encuentren la acogida y solidaridad que alivien sus penosos
sufrimientos. Que la victoria pascual aliente al pueblo iraquí a no escatimar
ningún esfuerzo para avanzar en el camino de la estabilidad y del desarrollo.
Y, en Tierra Santa, que israelíes y palestinos reemprendan el proceso de paz.