domingo, 8 de mayo de 2011

Domingo III Pascua A (08/05/11)


Reconocer al resucitado al partir el pan.
 La Palabra
 Hech 2,14.22-33 // Sal 15 // 1Pe 1,17-21
Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, distante a unas dos leguas de Jerusalén. Iban comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó: ---¿De qué vais conversando por el camino? Ellos se detuvieron con semblante afligido, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: ---¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días? Jesús preguntó: ---¿Qué cosa? Le contestaron: ---Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. ¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió todo esto. Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han alarmado; ellas fueron de madrugada al sepulcro, y al no encontrar el cadáver, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles asegurándoles que él está vivo. También algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como habían contado las mujeres; pero a él no lo vieron. Jesús les dijo: ---¡Qué necios y torpes para creer cuanto dijeron los profetas! ¿No tenía que padecer eso el Mesías para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él. Se acercaban a la aldea adonde se dirigían, y él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistieron: ---Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída. Entró para quedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Se dijeron uno al otro: ---¿No se abrasaba nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura? Al punto se levantaron, volvieron a Jerusalén y encontraron a los Once con los demás compañeros, que decían: ---Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Ellos por su parte contaron lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
(Lc 24, 13-35)
 La Reflexión
¿Cuántas veces nos hemos sentado con una persona a  comer y no hemos reconocido en él más que a un compañero de mesa?
Hemos estado atentos a sus palabras, a sus gestos, a lo que él estaba contándonos. Hemos sido capaces de ser felices a su lado, de disfrutar del momento. Hemos descubierto cuáles eran sus alegrías y sus problemas, aquellos que compartidos en una mesa se hacen más llevaderos. En definitiva, hemos descubierto al amigo.
Jesús es el amigo que se sienta cada día en nuestra mesa y comparte con nosotros su pan, y con ello, nuestras alegrías y nuestras penas, nuestras preocupaciones y emociones, nuestros sufrimientos y alivios, nuestros…
Jesús es capaz de sentarse a nuestra mesa, pero somos nosotros capaces de reconocerlo en ella. Sus seguidores lo reconocieron al partir el pan, pero no antes, primero estaban ciegos, o no querían verlo, aunque había algo en ellos que les hacía sospechar que allí se escondía algo que no podían explicar, pero que les llenaba de alegría, paz, corría el Amor en sus palabras, en sus gestos, en su mirada, aunque no lo entendiesen eran capaces de sentirlo.
Y de repente, un gesto, un simple gesto, les hace abrir los ojos, y ver más allá de su mundo, de su realidad, sentirse especiales en esa compañía, saberse muy afortunados al contar con ella.
Pero ya era demasiado tarde, Jesús se había ido.
¿Y tú? Has reconocido a Jesús en tu vida, si es así y eres capaz de compartirla con él, felicidades!!! Si no ha sido así, quizás es que no has sabido ver, a que esperas, abre los ojos y verás!!!
 ¿Qué Celebramos?
En un mundo donde se truncan amistades y deseos, amores y proyectos es bueno ofrecer a Santa María la flor de “la camelia”. Simboliza la amistad que nunca nadie podrá romper.
¡Bienaventurada me dirán todas las generaciones!
Así es, Virgen y Madre, en este mes de mayo –una vez más- nos postramos ante Ti y te felicitamos por ser la Madre de Jesús. Por haber ocupado parte de nuestro corazón. Porque, aunque pasa el tiempo, sigue vivo y agradecido nuestro afecto y cariño hacia Ti.
Hoy sigues brillando con el mismo resplandor que destella esta camelia que hemos cuidado y regado como el mejor testimonio de que nuestro amor hacia Ti, lejos de disminuir, va creciendo de día en día.
Petición: SER FIELES CON EL AMOR QUE DIOS NOS TIENE
Infierno y Cielo
 Según cuenta un antiguo relato japonés, un belicoso Samurai desafió en una ocasión a un maestro Zen a que le explicara el concepto de cielo e infierno. Pero el monje respondió con desdén: "No eres más que un patán. ¡No puedo perder el tiempo con individuos como tú!".  Herido en lo más profundo de su ser, el Samurai se dejó llevar por la ira, desenvainó su espada y gritó:
- Podría matarte por tu impertinencia. 
- Eso, repuso el monje con calma, "es el infierno".
Desconcertado al percibir la verdad en lo que el maestro le señalaba con respecto a la furia que lo dominaba, el Samurai se serenó, envainó la espada y se inclinó, agradeciendo al monje la lección. 
- Y eso, añadió el monje, "es el cielo".
 Reflexión:
El cielo y el infierno, la paz y la ira, la felicidad y la desdicha, están dentro de nosotros... los llevamos a donde quiera que vamos. Todo ello nos habita y siempre, siempre podemos elegir cuál prevalecerá.