domingo, 7 de noviembre de 2010

Domingo XXXII Ordinario C (07/11/10)


El valor de la transcendencia

La Palabra
2 Mac 7,1-2-9-14 // Sal 16 // 2 Tes 2,15-3,5
 Se acercaron entonces unos saduceos, los que niegan la resurrección, y le preguntaron: ---Maestro, Moisés nos ordenó que si un hombre casado muere sin hijos, su hermano se case con la viuda, para dar descendencia al hermano difunto. Pues bien, eran siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos. Lo mismo el segundo y el tercero se casaron con ella; igual los siete, que murieron sin dejar hijos. Después murió la mujer. Cuando resuciten, ¿de quién será esposa la mujer? Porque los siete fueron maridos suyos. Jesús les respondió: ---Los que viven en este mundo toman marido o mujer. Pero los que sean dignos de la vida futura y de la resurrección de la muerte no tomarán marido ni mujer; porque ya no pueden morir y son como ángeles; y, habiendo resucitado, son hijos de Dios. Y que los muertos resucitan lo indica también Moisés, en lo de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob. No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven.
(Lc. 20, 27-38)
La Reflexión

Uf!!! Que difícil resulta explicar el Evangelio de hoy. En el se nos habla de leyes, de casarnos con la viuda del hermano, y de la falta de hijos. Pero por encima de todo habla de vida.
Nos habla de un Dios para el que todos estamos vivos, pero muy vivos. Y, ¿qué es lo más importante para un hombre o una mujer?, ¿el cumplimiento estricto de la Ley? No, lo más importante son sus hijos. Aquellos en los que depositar sus esperanzas, sus ilusiones, sus deseos, aquellos que hacen que tenga sentido la vida, los que le harán presente a lo largo de los años, incluso más allá de los suyos, los que harán que perdure uno mismo. Aunque estos nos salgan como ellos quieren, porque por algo son también hijos de Dios y por lo tanto libres.
Jesús nos quiere enseñar que el Padre se preocupa sobre todo por los que estamos aquí. Quiere que seamos felices, que disfrutemos, que… Pero a la vez, no quiere que pasemos por encima de los demás, que hagamos sufrir a los que nos rodean, que le compliquemos las cosas.
Dios quiere que aquí y ahora se realice el Amor.
Qué Celebramos 
Ya hemos llagado al Evangelio. Como veíamos la pasada semana, justo antes del Evangelio se proclama el ALEUYA!!! (Alabad con júbilo a Yavé).
El Aleluya se entona todo el año, especialmente en el tiempo pascual. Es un recuerdo de la Pascua a lo largo de todo el año, pero no se hace en cuaresma y adviento (ni el aleluya, ni el Gloria).
Otra curiosidad es la colocación del ambón, que en la actualidad ya no tiene el sentido que tenía antiguamente. Pues bien el ambón se coloca hacia el Norte, es decir, por lo general quedaría a nuestra izquierda, ya que este era un lugar frio, morada de la infidelidad pagana. Por lo que el Evangelio se proclama en dirección al mundo pagano para hacerles llegar el mismo.
En la actualidad ya no tiene este sentido, sino que es para concienciarnos de que la  Palabra es de todos, cristianos y paganos. Queremos que la Palabra llegue a todos.
EL ALMA Y LAS ESTRELLAS
 Carlos había oído a su abuelito contar aquella historia muchas veces:
- El alma de cada uno de nosotros es un bicho inquieto. Siempre está buscando estar alegre y ser más feliz. ¿Lo notas?: esas ganas de sonreír, de pasarlo bien y ser feliz, son la señal de que tu alma siempre está buscando. Pero, claro, como las almas no tienen patas, necesitan que les lleven de un sitio a otro para poder buscar, y por eso viven dentro de un cuerpo como el tuyo y como el mío.
- ¿Y nunca se escapan?- preguntaba siempre Carlos.
- ¡Claro que sí!- decía el abuelo- Las almas llevan muy poquito tiempo dentro del cuerpo cuando se dan cuenta de que el sitio en el que mejor se está es el Cielo. Así que desde que somos muy pequeños, nuestras almas sólo están pensando en ir al cielo y buscando la forma de llegar allí.
- ¿Y cómo van al cielo? ¿Volando?
- ¡Pues claro! - decía alegre el abuelito.- Por eso tienen que cambiar de transporte, y en cuanto ven una estrella que va al cielo, pegan un gran salto y dejan el cuerpo.
- ¿Y ya no se mueve más?
- No. Aquí decimos que se ha muerto y nos da pena. Pero ya te digo que son bichos muy inquietos, y por eso en cuanto encuentran su estrella se van sin preocuparse. Muchas almas tardan mucho tiempo en encontrarla pero otras encuentran su estrella mucho antes y nos dejan.
- ¿Y yo tengo alma? ¿Está buscando su estrella?
- Sí Carlitos. Tú eres tu alma. Y el día que encuentres tu estrella, te irás al cielo, a pasártelo genial con las almas de todos los que ya están allí mientras esperas a los demás.
Y entonces Carlitos dejaba tranquilo al abuelo y se iba alegre a buscar una estrellita cerca del río, porque en toda la pradera no había mejor sitio para esconderse. Por eso el día que el abuelo les dejó, Carlos lloró sólo un poquito. Le daba pena no volver a ver a su abuelo ni escuchar sus historias, pero se alegraba de que por fin el alma del abuelo hubiera tenido suerte, y hubiera encontrado su estrella después de tanto tiempo. Y sonreía al pensar que la encontró mientras paseaba junto al río, donde tantas y tantas veces había buscado él la suya...