El año quince
del reinado del emperador Tiberio, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato,
tetrarca de Galilea Herodes, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y
Traconítida, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y
Caifás, la Palabra del Señor se dirigió a Juan, hijo de Zacarías, en el
desierto. Juan recorrió toda [la] cuenca del Jordán predicando un bautismo de
arrepentimiento para perdón de los pecados, como está escrito en el libro del
profeta Isaías: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino al Señor,
allanad sus senderos. Todo barranco se rellenará, montes y colinas se abajarán,
lo torcido se enderezará y lo escabroso se igualará y verá todo mortal la
salvación de Dios.
(Lucas
3, 1-6)
El Comentario
“Preparad
el camino…”
La
pasada semana comenzamos un año nuevo, esta seguimos preparándonos para la Navidad, para la venida de Dios, que se hará presente en nuestras
vidas y en nuestras realidades de cada día.
El
próximo martes el Papa Francisco inaugurará en Año de la Misericordia, durante
el mismo tendremos ocasión no sólo de recibir la misericordia de Dios, de
vivirla y de experimentarla, sino también de ser nosotros mismos fuente de esa
misericordia.
Está
claro que para poder ser misericordiosos, el medio más sencillo es haberlo
experimentado y vivido en nosotros mismos.
Ojalá
este año no pongamos impedimentos al Señor para que haga en nosotros
maravillas, que sintamos y vivamos con
gozo ese sentimiento de sentirnos amados por Él.
De
esta forma se cumplirá lo que hoy nos dice con su Palabra “… lo torcido se
enderezará y lo escabroso se igualará…”
Que así sea.
El Año de la
Misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser
misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve
también a Él.
Muéstranos
tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu
mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a
la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura;
hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón
arrepentido.
Haz
que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la
samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios!
Tú
eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia
sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia
sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú
has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que
sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el
error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y
perdonado por Dios.
Manda
tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la
Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado
entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los
prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te
lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y
reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
En la Red
Permíteme que insista y te
busque… JUAN el del corazón inquieto
de Dios
Juan
es el testigo del Corazón de Dios. Como si Dios no aguantara más los tiempos marcados
por Él mismo y quisiera alumbrar (casi como si fuera una nueva creación) al
mundo con el nacimiento de Jesús.
Las
insistencias del Bautista en la conversión profunda, en la confesión de los
pecados, en el bautismo y nueva vida nos hablan de esta percepción de Dios con
un Corazón inquiero, nervioso, por dar nueva oportunidad a la humanidad, esta
vez de modo casi insospechado.
(www.jovenesdehonianos.es)
Una Mirada a
Roma
Francisco
recuerda su viaje apostólico a África
Es
un tiempo de esperanza, que el Señor nos propone vivir para disponeros mejor a
acogerlo en nuestra vida y en nuestro mundo,
el pasado Domingo, hemos comenzado el Tiempo de
Adviento. Exhorto a todos a vivir este tiempo de preparación al nacimiento
de Jesús, Rostro del Padre misericordioso, en el contexto extraordinario del
Jubileo, con espíritu de caridad, mayor atención a los necesitados, y con
momentos de oración personal y comunitaria
Pero
hoy quiero hablarles de mi visita apostólica a Kenia, Uganda y la
República Centroafricana, donde he tenido la alegría de llevar la palabra de
esperanza de Jesús resucitado.
En
Kenia, un País que representa bien el reto global de nuestra época, los animé a
cuidar sus riquezas naturales y espirituales, constituidas por los recursos de
la tierra, de las nuevas generaciones y de los valores que forman la sabiduría
de los pueblos, para que sea justo, inclusivo y sostenible.
En
Uganda, bajo la memoria de sus mártires, he constatado el testimonio de
esperanza y el servicio en la caridad de tantos discípulos-misioneros que, no
obstante las dificultades buscan vivir según el Evangelio.
En
la República Centroafricana, corazón geográfico del continente, he querido
abrir en la catedral de Bangui la primera Puerta Santa del Jubileo
de la Misericordia, en donde hemos experimentado que el Señor está con
nosotros en la barca, es él quien la guía y a él hemos renovado el compromiso
de seguirle. Él es nuestra esperanza, nuestra paz, rostro de la divina
Misericordia.
Agradezco,
una vez más, a las Autoridades civiles y a los Obispos de estas naciones su
acogida, y doy las gracias a todos los que de diversos modos han colaborado.
(Audiencia
General, miércoles 2 de diciembre de 2015)
La
Misa
El Templo
La
reunión dominical ha de celebrarse en alguna parte. Pero no puede convocarse en
una sala de reuniones o congresos. Ha de ser un lugar para la celebración
cristiana, lo cual no impide que sea un lugar acogedor, bello y funcional.
En
la primera época, las reuniones dominicales se tenían en casas particulares,
generalmente de los más pudientes. Sin embargo, pronto comenzaron a erigir
edificios exclusivos para el culto. Los cristianos comenzaron a llamarlos
iglesias, por la función a la que estaban destinados, como hoy llamamos cine o
teatro a un local destinado para ello.
Diocleciano
ordenó su destrucción, pero tan sólo 10 años después de aquel decreto, comenzó
la gran aventura de la Arquitectura cristiana.
En
Siria se elaboraron ciertas formas que inspiraron la arquitectura románica,
cuyos ejemplares se conservan aun hoy día como auténticas joyas. Más tarde el
arte sacro adoptó el estilo gótico, con ejemplares que plasman la altura
espiritual de sus constructores y no menos bellos que los románicos.
En
Occidente, por influjo sin duda de las construcciones del Imperio, se adoptó la
forma de Basílica, amplia sala dividida en varias naves por medio de columnas,
con un ábside poco profundo para colocar la sede del juez, la basílica civil
que adornaba el foro de grandes ciudades ofrecía un marco muy flexible para la
celebración de la Eucaristía.
Al
obispo se le reservó el lugar del juez y los presbíteros ocuparon a uno y otro
lado los escaños de los asesores, rodeados de los diáconos y demás ministros.
La nave acogía al pueblo. En la entrada del ábside se levantó un ambón para la
proclamación de la Palabra de Dios. El altar, según las necesidades, ocupó un
emplazamiento más flexible.
Habrá señales
en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán los pueblos,
desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres desfallecerán
de miedo, aguardando lo que se le echa encima al mundo; pues las potencias
celestes se tambalearán. Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una
nube con gran poder y gloria. Cuando comience a suceder todo eso, erguíos y
levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación. Poned atención, que no
se os embote la mente con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la
vida, de modo que aquel día no os sorprenda de repente, pues caerá como una
trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Velad en todo momento, pidiendo
poder escapar de cuánto va a suceder y presentaros ante el Hijo del Hombre. De
día enseñaba en el templo; de noche salía y se quedaba en el monte de los
Olivos. Y todo el pueblo madrugaba para escucharlo en el templo.
Lucas
21, 25-28. 34-36
El Comentario
“Poned atención”
El mundo sigue
girando, no se detiene, y una vez más el Señor nos pide que paremos, que
reflexionemos, que tomemos conciencia de lo que estamos haciendo. ¿Es bueno o
es malo? Vivimos en una sociedad en la que muchas cosas malas son tenidas como
buenas, pero esto no quiere decir que sean buenas, aunque “las haga todo el
mundo”.
En la vida de
Jesús, todos aquellos que no se ajustaban a la Ley eran expulsados, marginados,
oprimidos, y tenían que vivir fuera de las ciudades de la caridad de los demás,
pero Él sabía que esto no era bueno, que no por equivocarse una vez ya eran
malos para siempre, sino que eran los más necesitados de la misericordia de su
Padre, y por tanto de todos nosotros; pero no debemos olvidar que también somos
nosotros los necesitados de esa Misericordia.
Año de la
Misericordia
«Dichosos los
misericordiosos, porque encontrarán misericordia» (Mt 5,7) es la
bienaventuranza en la que hay que inspirarse durante este Año Santo.
En las
parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como
la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya disuelto el
pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia. En las
parábolas de la oveja perdida y de la moneda extraviada, y la del padre y los
dos hijos (cfr Lc15,1-32) Dios es presentado siempre lleno de alegría,
sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de
nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence,
que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón.
Tampoco se da
por vencido en el perdón cuando Pedro pregunta cuantas veces hay que perdonar Jesús
responde: «No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete»
(Mt 18,22), y este ha de ser nuestro estilo de vida cristiano.
Jesús afirma
que la misericordia es el criterio para saber quiénes son realmente sus hijos. Ya
que estamos llamados a vivir la misericordia, porque a nosotros en primer lugar
se nos ha aplicado misericordia.
¡Cómo es
difícil muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento
puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Dejar
caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias
para vivir felices.
(cf. Misericordiae Vultus n. 9)
En la Red
Permíteme
que insista y te busque…
ISAÍAS el del corazón
exigente de Dios
Isaías es el
hombre del corazón exigente de Dios, capaz de escudriñar el futuro analizando
el presente, sin callarse las alegrías de la promesa de su Señor, pero tampoco
las injusticias y fallos de la sociedad de su tiempo.
Para Isaías,
Dios actuará, sí. Pero es necesaria la conversión, allanar los caminos, pedir
con insistencia a Dios que nuestras bajuras se eleven y nuestras soberbias se
abajen para permitir la entrada de Dios-con-nosotros.
Una mirada a
Roma
«VENGA TU REINO»
Del Opúsculo
de Orígenes, presbítero, sobre la oración
(Cap. 25: PG 11, 495-499)
Si, como dice
nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no ha de venir espectacularmente, ni
dirán: «Vedlo aquí o vedlo allí», sino que el reino de Dios está dentro de
nosotros, pues cerca está la palabra, en nuestra boca y en nuestro corazón, sin
duda cuando pedimos que venga el reino de Dios lo que pedimos es que este reino
de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya
perfeccionando.
Efectivamente,
Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley
espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el
alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella junto con el
Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a fijar en él
nuestra morada. Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con
nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el
Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos,
entregue el reino a Dios Padre, para que Dios sea todo en todo.
Por esto,
rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la
acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado
sea tu nombre, venga tu reino.
Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo
modo que no tiene que ver la justificación con la impiedad, ni hay nada de
común entre la luz y las tinieblas, ni puede haber armonía entre Cristo y
Belial, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.
Por
consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún
modo continúe el pecado reinando en nuestro cuerpo mortal, antes bien,
mortifiquemos las pasiones de nuestro hombre terrenal y fructifiquemos por el
Espíritu; de este modo Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso
espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en
nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se
sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por
estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los
principados, todos los poderes y todas las fuerzas.
Etimasia,
Trono de la preparación, s. XIV. Monasterio de Visoki Decani, Kosovo, Serbia.
La Misa…
El
pueblo reunido
Supongamos
que quieres celebrar dignamente el Día del Señor y te decides a ir a Misa de
diez. Has oído las campanas y vas un poco de prisa porque luego a lo mejor no
hay sitio. Y resulta que aunque todavía no han encendido las velas, el órgano
está ya tocando y la gente ocupa los bancos y la Iglesia está casi llena. ¿Por
qué va la gente tan pronto?
Es
muy significativo que el Misal comience las rúbricas de la Misa con las
palabras «Una vez reunido el pueblo de Dios...» y luego explica que deben salir
en procesión los acólitos, ayudantes, diáconos y finalmente, el presidente de
la asamblea.
Por
eso es un contrasentido que denota ignorancia el esperar a la puerta de la
Iglesia «a que salga el cura». Los fieles deben esperar ya reunidos, porque la
misa comienza con la reunión de los bautizados que viven en un determinado
territorio. La ceremonia ya ha comenzado y no está bien empezar a encender
luces, tocar el órgano, etc. cuando aparece el cura en el altar.
Iglesia
quiere decir Asamblea convocada.Estas
convocatorias eran conocidas en el Antiguo Testamento, pero
la asamblea cristiana se reúne en Cristo, que ya lo previno: «Pues donde hay
dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos» (Mt 18,20).
Tratándose
de un acto colectivo, con tan fuertes dosis de simbolismo, era natural que se
reglamentase la forma de celebrarlo.
Por
ejemplo, desde siempre, la reunión la preside el obispo o quien le represente y
éste, elegido por Dios y consagrado por la imposición de las manos de otro
obispo en cadena hasta los mismos apóstoles, recita la plegaria eucarística,
lee e interpreta la palabra y hace el papel de Cristo ante el pueblo
representando a Dios y ante Dios representando al pueblo.
Alrededor
suyo funcionan otros ministros —diáconos en griego— lectores, salmistas... El
reparto de funciones es mucho más, sin dejar de ser una reunión humana.
Por
otro lado, para no tener que improvisar, inspirados sin duda por el Espíritu
Santo, comenzaron pronto a redactar plegarias fijas, que han perdurado vigentes
a través de los siglos y que comienzan: «¡Levantemos el corazón!» (La tradición
apostólica) y a las que el Pueblo de Dios responde iAmén! y no debe recitar ni
siquiera la conclusión de la Plegaria.
Estas
y otras cosas las veremos en las próximas semanas.
Entró de nuevo Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y
le preguntó: ---¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús respondió: ---¿Lo dices por
tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? Pilato respondió: ---¡Ni que yo fuera judío!
Tu nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Contestó
Jesús: ---Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis soldados
habrían peleado para que no me entregaran a los judíos. Ahora bien, mi reino no
es de aquí. Le dijo Pilato: ---Entonces, ¿tú eres rey? Jesús contestó: ---Tú lo
dices. Yo soy rey: para eso he nacido, para eso he venido al mundo, para atestiguar
la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz.
Juan 18, 33b-37
El Comentario
“Si
mi reino fuera de este mundo...”
¿Cuantas
veces nos enfrentamos con situaciones injustas, en las que por querer hacer las
cosas bien terminamos pasando por tontos, o condenados?
Jesús
también fue condenado por ser bueno, y se tuvo que humillar y caer a lo más bajo
de este mundo, hubo de pasar por la cruz. Nosotros vivimos la cruz cada día, de
una manera o de otra, somos condenados (o a menos eso nos parece a nosotros) a sufrir
por ello.
Tenemos
varias opciones, revelarnos contra esa situación, afrontarla como una lucha contra
todo poder injusto, o callar ante esa injusticia y afrontar la condena, aún a sabiendas
de su injusticia.
Jesús
podría haber enviado toda una legión de ángeles para luchar contra todos los poderes
que se oponían a su mensaje, pero optó por la mansedumbre, por demostrar con los
hechos que Él tenía razón, y fue capaz incluso de morir por ello.
Pidamos
al Señor que nos conceda esa mansedumbre ante las dificultades de cada día.
Año de la Misericordia
La
Misericordia en el N. T.
Con
la mirada fija en Jesús y en su rostro misericordioso podemos percibir el amor de
la Santísima Trinidad. La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar
el misterio del amor divino en plenitud. «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16), afirma
por la primera y única vez en toda la Sagrada Escritura el evangelista Juan. Este
amor se ha hecho ahora visible y tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no
es otra cosa sino amor. Un amor que se dona y ofrece gratuitamente. Sus relaciones
con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos
que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas,
enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En él todo
habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión.
Jesús, delante a la multitud de
personas que lo seguían, viendo que estaban cansadas y extenuadas, pérdidas y sin
guía, sintió desde la profundo del corazón una intensa compasión por ellas (cfr
Mt 9,36). A causa de este amor compasivo curó los enfermos que le presentaban
(cfr Mt 14,14) y con pocos panes y peces calmó el hambre de grandes muchedumbres
(cfr Mt 15,37). Cuando encontró la viuda de Naim (cfr Lc 7,15), después
de haber liberado el endemoniado de Gerasa (cfr Mc 5,19) y también la vocación
de Mateo se coloca en el horizonte de la misericordia.
(cf. Misericordiae Vultus
n. 8)
Una Mirada desde Roma
¡Familias abran las puertas de sus casas,
sean un pequeño gran signo de la Misericordia!
La Iglesia ha sido animada a abrir
sus puertas, para salir con el Señor al encuentro de sus hijos y de sus hijas en
camino, a veces inciertos, a veces perdidos, en estos tiempos difíciles. Las familias
cristianas, en particular, han sido animadas a abrir la puerta al Señor que espera
para entrar, trayendo su bendición y su amistad.
El Señor no fuerza jamás la puerta:
Él también pide permiso para entrar, como dice el Libro del Apocalipsis: «Yo estoy
junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y
cenaremos juntos” (3,20). Y en la última gran visión de este Libro, así se profetiza
de la Ciudad de Dios: «Sus puertas no se cerrarán durante el día», lo que significa
para siempre, porque «no existirá la noche en ella» (21,25). Existen lugares en
el mundo en los cuales no se cierran las puertas con llave. Pero existen tantos
otros donde las puertas blindadas se han convertido en normales. Esto no nos sorprende;
pero, pensándolo bien, ¡es un signo negativo! No debemos rendirnos a la idea de
tener que aplicar este sistema en toda nuestra vida, en la vida de la familia, de
la ciudad, de la sociedad. Y mucho menos en la vida de la Iglesia. ¡Sería terrible!
Una Iglesia inhóspita, así como una familia cerrada en sí misma, mortifica el Evangelio
y marchita el mundo.
La Sagrada Familia de Nazaret sabe
bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien espera un hijo,
para quien no tiene amparo, para quien huye del peligro. Las familias cristianas
hagan del umbral de sus casas un pequeño gran signo de la Puerta de la misericordia
y de la acogida de Dios. Es así que la Iglesia deberá ser reconocida, en cada rincón
de la tierra: como la custodia de un Dios que toca, como la acogida de un Dios que
no te cierra la puerta, con la excusa que no eres de casa.
(Audiencia general, miércoles
18 de noviembre de 2.015)
La Misa
La celebración de la asamblea en la primitiva iglesia
Los apóstoles como buenos judíos siguieron cumpliendo
con toda fidelidad la ley del sábado. Apenas había terminado el sábado (era la madrugada
del domingo) cuando salieron corriendo camino del sepulcro ante aquella increíble
noticia de la Magdalena. Desde entonces comenzó la experiencia pascual en la comunidad.
Por la tarde de aquel domingo estaban fuera de sí porque
también Simón le había visto vivo cuando llegaron emocionados los que habían marchado
hacia Emaús aquella mañana. De pronto, se presentó ante todos el mismo Jesús y pidió
de merendar.
A los apóstoles no se les podía olvidar aquel día.
Ocho días más tarde recibieron la misma experiencia todos
juntos, con el episodio de Tomás. Los discípulos seguirán celebrando el sábado como
lo hacía Jesús, pero esperarían gozosos a la madrugada para recordar el día de la
Pascua.
Cuando el cristianismo se extendió a otros pueblos, no
pasó el precepto del sábado, pero sí la alegría y el recuerdo del Señor.
A partir de entonces se hizo costumbre «la fracción del
pan» los domingos y, al extenderse la Iglesia, desaparecidos ya los testigos directos,
se redactaron documentos que conservamos y que recuerdan las primeras celebraciones
de la Eucaristía en la generación que siguió inmediatamente a la de los apóstoles.
Desde entonces, para los cristianos el precepto dominical
no ha de ser un deber impuesto sino una necesidad, un gozo.
Al principio había que celebrarlo de madrugada antes
de ir al trabajo, pero cuando el domingo se hizo festivo en todas partes, se pudo
celebrar a media mañana, aunque algunos se reunían de madrugada, y en esas ocasiones
se leía un evangelio de la Resurrección.
Pocos años más tarde, la misa actual ya estaba estructurada.
No se trata sólo de «cumplir lo mandado», sino de participar en la misa con espíritu
alegre, abierto a la comunidad y en la disposición gozosa de quien va a recibir
algo.
Al hacerse festivo el domingo, se asoció la celebración
con el descanso, dando una prolongación familiar y social a la alegría de los bautizados.
En la Red
Jubileo
de la Orden de Predicadores. 800 años anunciando Misericordia
"La Orden de
Predicadores celebrará en 2016 Un año jubilar con el tema« Enviados un PREDICAR el Evangelio ». Este Jubileo Recuerda la publicación de
promulgadas las Bulas Por El Papa Honorio III HACE 8 Siglos, confirmando la
fundación de la Orden en 1216 y 1217 . El año jubilar Propiamente dicho se
celebrará del 7 de noviembre de 2015 (Todos los Santos de la Orden) al 21 de
enero de 2017 (bula Gratiarum omnium largitori)
Con la aprobación por parte del
Papa se cumplía el sueño del español Domingo de Guzmán quien, Preocupado por
los Problemas del Mundo y de la iglesia del Momento, sintió la Necesidad de
Crear Una Orden Cuyos Miembros estuvieran Dedicados a la Predicación, la
Contemplación, el estudio y la Compasión, faire para a los hombres y mujeres de
Cada Tiempo
Nacía Así la Orden de Predicadores Formada
por frailes, monjas contemplativas y Laicos, un La que se sumaron Más tarde las
hermanas de vida apostólica Formando la Familia Dominicana, en el total de la
UNOS CIEN MIL Miembros. A lo largo de Estos 800 años de historia HEMOS
contribuido a la expansión de la Palabra de Dios, a la Formación en la fe, a la
Creación de Universidades, a la gestación de los Derechos Humanos ... HEMOS
aportado 130 santos a la Iglesia , HEMOS dado cuatro Papas, y Grandes figuras
en la teología, El Compromiso con la justicia, la mística, la filosofía, la
literatura, el arte, la ciencia, la geografía …
En aquellos días,
después de esa tribulación el sol se oscurecerá, la luna no irradiará su resplandor,
las estrellas caerán del cielo y los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán
llegar al Hijo del Hombre entre nubes, con gran poder y gloria. Y enviará a los
ángeles para reunir a [sus] elegidos desde los cuatros vientos, de un extremo de
la tierra a un extremo del cielo. Aprended del ejemplo de la higuera: cuando las
ramas se ablandan y brotan las hojas, sabéis que está cerca la primavera. Lo mismo
vosotros, cuando veáis suceder aquello, sabed que el fin está cerca, a las puertas.
Os aseguro que no pasará esta generación antes de que suceda todo eso. Cielo y tierra
pasarán, más mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, no los conoce
nadie, ni los ángeles en el cielo, ni el hijo; sólo los conoce el Padre.
Marcos 13,
24-32
El Comentario
“En
cuanto al día y la hora...”
A
todos nos llegará nuestra hora, el momento en el que tendremos que dar razones de
nuestra fe, lo que hacemos, decimos, pensamos…
Muchas
veces vivimos de cualquier manera, sin darle ninguna importancia a lo que hacemos
cada día, eso no tiene porqué se malo, ya que de una forma inconsciente seguramente
hagamos bien las cosas, pero también es importante tomar conciencia de las cosas, y ver lo que hacemos
bien y lo que hacemos mal. En muchas ocasiones el Señor nos está hablando, en ocasiones
a través de su Palabra (“mis palabras no pasarán”), pero la mayoría de las veces
por medio de señales, señales que ocurren cada día, pero si no nos paramos a pensar
sobre ello nunca lo veremos.
Estemos
pues atentos a los que nos rodean, a sus necesidades, a lo que nos dicen, a lo que
vemos en la calle cada día…
Año de la Misericordia
“Eterna es su misericordia”:
es el estribillo que acompaña cada verso del Salmo 136 mientras se narra la historia
de la revelación de Dios. En razón de la misericordia, todas las vicisitudes del
Antiguo Testamento están cargadas de un profundo valor salvífico. La misericordia
hace de la historia de Dios con su pueblo una historia de salvación. Repetir continuamente
“Eterna es su misericordia”, como lo hace el Salmo, parece un intento por romper
el círculo del espacio y del tiempo para introducirlo todo en el misterio eterno
del amor. Es como si se quisiera decir que no solo en la historia, sino por toda
la eternidad el hombre estará siempre bajo la mirada misericordiosa del Padre. No
es casual que el pueblo de Israel haya querido integrar este Salmo, el grande hallel
como es conocido, en las fiestas litúrgicas más importantes.
Antes de la Pasión
Jesús oró con este Salmo de la misericordia. Lo atestigua el evangelista Mateo cuando
dice que « después de haber cantado el himno » (26,30), Jesús con sus discípulos
salieron hacia el Monte de los Olivos. Mientras instituía la Eucaristía, como memorial
perenne de su él y de su Pascua, puso simbólicamente este acto supremo de la Revelación
a la luz de la misericordia. En este mismo horizonte de la misericordia, Jesús vivió
su pasión y muerte, consciente del gran misterio del amor de Dios que se habría
de cumplir en la cruz. Saber que Jesús mismo hizo oración con este Salmo, lo hace
para nosotros los cristianos aún más importante y nos compromete a incorporar este
estribillo en nuestra oración de alabanza cotidiana: “Eterna es su misericordia”.
(cf. Misericordiae
Vultus n. 7)
Salmos capítulo
136
Dad gracias al
Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al
Dios de los dioses, porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al
Señor de señores, porque es eterna su misericordia.
Al único que hace
grandes maravillas, porque es eterna su misericordia.
Al que hizo el
cielo con maestría, porque es eterna su misericordia.
Al que forjó la
tierra sobre las aguas, porque es eterna su misericordia.
Al que hizo las
grandes lumbreras, porque es eterna su misericordia.
El sol, gobernador
del día, porque es eterna su misericordia.
La luna y estrellas,
gobernadoras de la noche, porque es eterna su misericordia.
Al que hirió a
los primogénitos egipcios, porque es eterna su misericordia.
Y sacó Israel de
en medio de ellos, porque es eterna su misericordia.
Con mano fuerte,
con brazo extendido, porque es eterna su misericordia.
Al que descuartizó
el Mar Rojo, porque es eterna su misericordia.
E hizo pasar por
en medio a Israel, porque es eterna su misericordia.
Y arrojó al Faraón
con su ejército en el mar, porque es eterna su misericordia.
Al que condujo
a su pueblo por el desierto, porque es eterna su misericordia.
Al que hirió a
reyes poderosos, porque es eterna su misericordia.
Y dio muerte a
reyes famosos, porque es eterna su misericordia.
A Sijón, rey amorreo,
porque es eterna su misericordia.
Y a Og, rey de
Basán, porque es eterna su misericordia.
Y entregó su tierra
en heredad, porque es eterna su misericordia.
En heredad a Israel
su siervo, porque es eterna su misericordia.
Que en nuestra
humillación se acordó de nosotros, porque es eterna su misericordia.
Y nos libró de
nuestros opresores, porque es eterna su misericordia.
Él da alimento
a todo viviente, porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al
Dios del cielo, porque es eterna su misericordia.
Una Mirada desde
Roma
Que
la convivialidad familiar crezca en el tiempo de gracia del Jubileo
Hoy reflexionaremos sobre una cualidad
característica de la vida familiar que se aprende desde los primeros años de vida:
la convivialidad, es decir, la actitud de compartir los bienes de la vida y ser
felices de poderlo hacer. ¡Pero compartir y saber compartir es una virtud preciosa!
Su símbolo, su “ícono”, es la familia reunida alrededor de la mesa doméstica. El
compartir los alimentos – y por lo tanto, además de los alimentos, también los afectos,
los cuentos, los eventos… - es una experiencia fundamental. Cuando hay una fiesta,
un cumpleaños, un aniversario, nos reunimos alrededor de la mesa. En algunas culturas
es habitual hacerlo también por el luto, para estar cercanos de quien se encuentra
en el dolor por la pérdida de un familiar.
La convivialidad es un termómetro seguro
para medir la salud de las relaciones: si en la familia hay algo que no está bien,
o alguna herida escondida, en la mesa se percibe enseguida. Una familia que no come
casi nunca juntos, o en cuya mesa no se habla pero se ve la televisión, o el smartphone,
es una familia “poco familia”. Cuando los hijos en la mesa están pegados a la computadora,
al móvil, y no se escuchan entre ellos, esto no es familia, es un jubilado.
El Cristianismo tiene una especial vocación
por la convivialidad, todos lo saben. El Señor Jesús enseñaba frecuentemente en
la mesa, y representaba algunas veces el Reino de Dios como un banquete gozoso.
Jesús escogió la comida también para entregar a sus discípulos su testamento espiritual
– lo hizo en la cena – condensado en el gesto memorial de su Sacrificio: donación
de su Cuerpo y de su Sangre como Alimento y Bebida de salvación, que nutren el amor
verdadero y duradero.
En esta perspectiva, podemos bien decir
que la familia es “de casa” a la Misa, propio porque lleva a la Eucaristía la propia
experiencia de convivencia y la abre a la gracia de una convivialidad universal,
del amor de Dios por el mundo. Participando en la Eucaristía, la familia es purificada
de la tentación de cerrarse en sí misma, fortalecida en el amor y en la fidelidad,
y extiende los confines de su propia fraternidad según el corazón de Cristo.
En nuestro tiempo, marcado por tantas
cerrazones y tantos muros, la convivialidad, generada por la familia y dilatada
en la Eucaristía, se convierte en una oportunidad crucial. La Eucaristía y la familia
nutridas por ella pueden vencer las cerrazones y construir puentes de acogida y
de caridad. Sí, la Eucaristía de una Iglesia de familias, capaces de restituir a
la comunidad la levadura dinámica de la convivialidad y de hospitalidad recíproca,
es una ¡escuela de inclusión humana que no teme confrontaciones! No existen pequeños,
huérfanos, débiles, indefensos, heridos y desilusionados, desesperados y abandonados,
que la convivialidad eucarística de las familias no pueda nutrir, restaurar, proteger
y hospedar.
La memoria de las virtudes familiares
nos ayuda a entender. Nosotros mismos hemos conocido, y todavía conocemos, que milagros
pueden suceder cuando una madre tiene una mirada de atención, servicio y cuidado
por los hijos ajenos, además de los propios. ¡Hasta ayer, bastaba una mamá para
todos los niños del patio! Y además: sabemos bien la fuerza que adquiere un pueblo
cuyos padres están preparados para movilizarse para proteger a sus hijos de todos,
porque consideran a los hijos un bien indivisible, que son felices y orgullosos
de proteger.
Hoy muchos contextos sociales ponen obstáculos
a la convivialidad familiar. Es verdad, hoy no es fácil. Debemos encontrar el modo
de recuperarla; en la mesa se habla, en la mesa se escucha. Nada de silencio, ese
silencio que no es el silencio de las religiosas, es el silencio del egoísmo: cada
uno tiene lo suyo, o la televisión o el ordenador… y no se habla. No, nada de silencio.
Recuperar esta convivialidad familiar aunque sea adaptándola a los tiempos. La convivialidad
parece que se ha convertido en una cosa que se compra y se vende, pero así es otra
cosa. Y la nutrición no es siempre el símbolo de un justo compartir de los bienes,
capaz de alcanzar a quien no tiene ni pan ni afectos. En los Países ricos somos
estimulados a gastar en una nutrición excesiva, y luego lo hacemos de nuevo para
remediar el exceso. Y este “negocio” insensato desvía nuestra atención del hambre
verdadera, del cuerpo y del alma. Cuando no hay convivialidad hay egoísmo, cada
uno piensa en sí mismo. Es tanto así, que la publicidad la ha reducido a un deseo
de galletas y dulces. Mientras tanto, muchos hermanos y hermanas se quedan fuera
de la mesa. ¡Es un poco vergonzoso! ¿No?
Miremos el misterio del Banquete eucarístico.
El Señor entrega su Cuerpo y derrama su Sangre por todos. De verdad no existe división
que pueda resistir a este Sacrificio de comunión; solo la actitud de falsedad, de
complicidad con el mal puede excluir de ello. Cualquier otra distancia no puede
resistir a la potencia indefensa de este pan partido y de este vino derramado, Sacramento
del único Cuerpo del Señor. La alianza viva y vital de las familias cristianas,
que precede, sostiene y abraza en el dinamismo de su hospitalidad las fatigas y
las alegrías cotidianas, coopera con la gracia de la Eucaristía, que es capaz de
crear comunión siempre nueva con la fuerza que incluye y que salva.
La familia cristiana mostrará así, la
amplitud de su verdadero horizonte, que es el horizonte de la Iglesia Madre de todos
los hombres, de todos los abandonados y de los excluidos, en todos los pueblos.
Oremos para que esta convivialidad familiar pueda crecer y madurar en el tiempo
de gracia del próximo Jubileo de la Misericordia. Gracias.
(Audiencia
General del miércoles 11 de noviembre de 2015)
En la Red
¿Qué es un Santo? (y 2)
aquella abandonada que se sintió rescatada,
aquel que perdió el esquema de perfección
para pasarse al del amor,
aquella que siendo jueza de todos perdió
por la ternura del juicio del Amor,
aquel criticón amargado dueño del mundo
que antes de morir pidió perdón,
aquella monja que dejó de maltratar a
sus hermanas,
aquel cura que abandonó el infierno de
la Ley por el cielo de la fraternidad,
aquella niña que despertaba cada mañana
besando a sus padres,
aquel descarriado que se subió al carro
del sentido que regaló una mirada honesta,
aquella abuela que después de darlo todo
siguió sonriendo y jugando,
aquel perdonado que se animó a perdonar,
aquella infiel que se dejó restaurar por
el Fiel,
aquel hijo de puta que lloró sin parar
cuando vio su error,
aquella que educó con el ejemplo del único
Maestro de su vida,
aquel joven que se pregunta si el ciento
por uno es para él,
aquella incrédula que creyó porque se
fiaron de ella por primera vez,
aquel que confió más en Dios actuando
en la historia que en su idea de Dios,
aquella que asumió su cruz como entrega
y no como castigo,
aquel que dejó de pensar la santidad como
esfuerzo de su voluntad para dejarle paso a la fuerza arrolladora de la gracia que
el Espíritu derrama sin cesar en nuestra vida.
blog de Emmanuel Sicre. Jesuita.
La Misa
Las reuniones semanales de la Asamblea en el Antiguo
Testamento
Ya desde el inicio de la Biblia el último día de la
semana se nombra con una raíz que significa «cesar», «descansar». Se
trata de un día de reposo consagrado a Yahveh en recuerdo de la narración del
Génesis sobre la creación del mundo.
«Fíjate en
el Sábado para santificarlo. Durante seis días trabaja y haz tus tareas,
pero el día séptimo es un día de descanso, dedicado al Señor, tu Dios: no harás
trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni
tu ganado, ni el emigrante que viva en tus ciudades. Porque en seis días hizo
el Señor el cielo, y el séptimo descansó; por eso bendijo el Señor el sábado y
lo santificó» (Ex 20,8-11).
Algunos textos del A. Testamento insisten sobre todo
en la práctica externa de ese día, es decir, en el descanso material y no tanto
en la honra de Dios, aunque otros matizan un poco más.
A partir del destierro, el descanso sabatino se
convirtió en un distintivo del judaísmo. Más dramático es el pasaje que aparece
en el primer libro de los Macabeos, sin embargo se fue imponiendo el
pragmatismo y esa rigidez material, que no parecía ser el espíritu del mandato
mosaico, dio paso a una resolución legal, antes de verse aniquilados por muy
heroica que fuese su disposición. A pesar de todo, el espíritu legalista convirtió
la alegría de ese día en verdadero agobio: «Seis
días trabajarás y al séptimo descansarás; durante la siembra y la siega
descansarás» (Ex 34,21).
Jesúslibró a sus discípulos de este legalismo que
desvirtuaba el verdadero espíritu de la celebración:
«Por entonces, un sábado, atravesaba Jesús unos
sembrados. Sus discípulos, hambrientos, se pusieron a arrancar espigas y
comérselas. Los fariseos le dijeron: —Oye, tus discípulos están haciendo en
sábado una cosa prohibida. Él les respondió: —¿No habéis leído lo que hizo
David con su gente cuando estaban hambrientos? Entró en la casa de Dios y comió
los panes presentados, que sólo a los sacerdotes les está permitido comer, no a
él ni a su gente. (...) Porque el hombre es señor del sábado» (Mt 12,1-8).
Jesús hizo muchos signos (milagros) en sábado para
dejarnos claro cuál es el verdadero significado del mismo.
Sin embargo, estas excepciones, tan claras en el
Evangelio, se suelen tomar como pretexto para saltarse a la torera las
prescripciones de la Iglesia, porque no son de Derecho Divino. Cuando la
Iglesia ordena algo como heredera de los poderes de Cristo, es el mismo Cristo
quien lo ordena.
La próxima semana veremos qué hacía la primitiva
iglesia.
La multitud
escuchaba a Jesús con gusto. Y él, instruyéndolos, dijo: ---Guardaos de los
letrados. Les gusta pasear con largas túnicas, que los saluden por la calle,
buscan los primeros asientos en las sinagogas y los mejores puestos en los banquetes.
Con pretexto de largas oraciones, devoran los bienes de las viudas. Ellos
recibirán una sentencia más severa. Sentado frente al cepillo del templo,
observaba cómo la gente echaba monedillas en el cepillo. Muchos ricos daban en
abundancia. Llegó una viuda pobre y echó unas monedillas de muy poco valor.
Jesús llamó a los discípulos y les dijo: ---Os aseguro que esa pobre viuda ha
echado en el cepillo más que todos los demás. Pues todos han dado de lo que les
sobra; pero ésta, en su indigencia, ha dado cuanto tenía para vivir.
En
la escena que nos presenta hoy el Evangelista, vemos como mucha gente da de lo
que tiene para los demás. Pero Jesús va un poco más allá, no se fija sólo en
las cantidades que depositan para los que más lo necesitan (que está bien),
sino que se fija en aquello que depositan, o más bien, en cómo es aquello que
depositan. No es lo mismo dar de lo que a uno le sobra (¿cuánto les sobra a los ricos?) que dar aquello de lo que
uno tiene necesidad. La pobre viuda (el tiempos de Jesús, y hoy en día también,
las viudas no tenían nada o casi nada, vivían de lo que les daban los demás,
eran marginados de la sociedad) da no de lo que le sobra, sino de aquello que
le hace falta, es capaz de privarse ella de lo necesario para dárselo a alguien
que tenga más necesidad todavía que ella. Pero esto tiene también su recompensa,
ella es feliz haciendo esto y el rico todavía se quejará de lo que da.
El Año de la
Misericordia
«
Es
propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su
omnipotencia».
Sto Tomás de Aquino.
Con
estas palabras Sto. Tomás nos muestran que la misericordia divina no es en
absoluto un signo de debilidad, sino más bien la cualidad de la omnipotencia de
Dios. En el Antiguo Testamento, se utiliza “paciente y misericordioso” para
describir la naturaleza de Dios. Su ser misericordioso se constata
concretamente en tantas acciones de la historia de la salvación donde su bondad
prevalece por encima del castigo y la destrucción. Los Salmos, en modo
particular, destacan esta grandeza del proceder divino:
«Él
perdona todas tus culpas, y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del
sepulcro, te corona de gracia y de misericordia» (103,3-4).
«Él
Señor libera a los cautivos, abre los ojos de los ciegos y levanta al caído; el
Señor protege a los extranjeros y sustenta al huérfano y a la viuda; el Señor
ama a los justos y entorpece el camino de los malvados» (146,7-9).
«El
Señor sana los corazones afligidos y les venda sus heridas […] El Señor
sostiene a los humildes y humilla a los malvados hasta el polvo» (147,3.6).
La
misericordia de Dios es una realidad concreta con la cual Él revela su amor,
que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de
sus entrañas por el propio hijo.
(cf. Misericordiae Vultus n. 6)
Una mirada a
Roma
“En
la familia se aprende y se vive el amor y el perdón mutuo”. Catequesis del Papa
Hoy
quisiera subrayar este aspecto: que la familia es un gran gimnasio para
entrenar al don y al perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede ser
duradero. Sin donarse, sin perdonarse, el amor no permanece, no dura. En la
oración que Él mismo nos ha enseñado -es decir, el Padre Nuestro- Jesús nos
hace pedirle al Padre: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden». Y al final comenta: «Si perdonan sus faltas
a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes» (Mt 6,12.14-15).
No se puede vivir sin perdonarse, o al menos no se puede vivir bien,
especialmente en familia. Cada día nos faltamos al respeto el uno al otro.
Debemos
poner en consideración estos errores, debidos a nuestra fragilidad y a nuestro
egoísmo. Lo que se nos pide es sanar inmediatamente las heridas que nos
hacemos, retejer inmediatamente los hilos que rompemos en la familia. Si
esperamos demasiado, todo se hace más difícil. Y hay un secreto simple para
sanar las heridas y para disolver las acusaciones. Y es este: no dejar que
termine el día sin pedirse perdón, sin hacer la paz entre el marido y la mujer,
entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas… ¡entre nuera y suegra! Si
aprendemos a pedirnos inmediatamente perdón y a darnos el perdón recíproco,
sanan las heridas, el matrimonio se robustece, y la familia se transforma en
una casa más sólida, que resiste a los choques de nuestras pequeñas y grandes
maldades. Y para esto no es necesario hacer un gran discurso, sino que es
suficiente una caricia, una caricia y ha terminado todo y se recomienza, pero
no terminar el día en guerra ¿entienden?
Si aprendemos a vivir así en
familia, lo hacemos también fuera, en todas partes que nos encontramos. Es
indispensable que, en una sociedad a veces despiadada, haya lugares, como la
familia, donde se aprenda a perdonar los unos a otros.
En la Red
¿QUÉ
ES UN SANTO?
Un
santo es aquel neurótico que se sintió salvado,
aquella
prostituta que se dejó amar en serio,
aquel
herido que se dejó curar,
aquella
angustiada que se dejó alegrar la vida,
aquel
mentiroso que fue encontrado por la Verdad,
aquella
sedienta que bebió del agua Viva,
aquel
pobre que se dejó enriquecer,
aquella
rica que se dejó empobrecer,
aquel
pretensioso que se dejó llenar el alma de Dios,
aquella
avara que abandonó su última moneda,
aquel
infeliz que se dejó de quejar,
aquella
guerrillera que la paz le besó los bordes de su alma,
aquel
torpe que se dejó cincelar por la sabiduría de otros,
aquella
miedosa que se dejó ayudar por los cirineos de la historia,
aquel
político fiel a sus convicciones aunque se haya embarrado,
aquella
que no se escandalizó del LGTB y bogó por vidas dignificadas,
aquel
que cuidó al enfermo y pagó su cuenta al regresar de su trabajo,
aquella
que amamantó en la dificultad porque su alimento era la fe y el amor,
aquel
que trabajó día y noche como su Padre,
aquella
que se hizo próxima al dolor del sufriente para lavar sus lágrimas,
aquel
que sin saberlo alababa a Dios con sonrisas esparcidas por el mundo,
Continuará...
Catequesis
sobre la Misa
¿Por qué tengo que ir a misa precisamente el domingo
y no puedo cumplir mi obligación cualquier día de la semana que me venga bien?
Esta dificultad ya la ha visto la Iglesia y ha
dispuesto que se pueda cumplir también la víspera, ya que hoy día el sábado
forma parte del fin de semana para todos. Pero no se trata de cumplir una
obligación fácilmente mudable, sino que vamos a celebrar «El Día del Señor». Y
el Señor resucitó un domingo, no un martes o un jueves.
El domingo cristiano tiene además una antigüedad que
entronca con la misma tradición de los apóstoles: “La Iglesia, por una tradición[1]
apostólica que trae su origen del mismo día de la Resurrección de Cristo,
celebra el misterio pascual cada ocho días en el día que es llamado Día del
Señor o Domingo” (S.C. 106).
Los días ordinarios suprimimos algunos ritos
festivos que se hacen los domingos; pero, empleando el lenguaje simbólico, el
sacerdote hace en figura lo que los acólitos realizan los domingos, se suprime
el gloria o el credo, tal vez en vez de cantar, se recita el Sanctus o el Cordero
de Dios… pero entendiendo la Misa dominical, fácilmente se entiende también la
misa diaria.
Por eso en las hojas siguientes vamos a hablar sobre
todo de la Misa del Domingo. La misa diaria es prácticamente lo mismo, pero la
del Domingo es algo especial, porque como dice el Concilio, “...cada semana en el día que se llamó «del
Señor» conmemora la Iglesia la resurrección de su Esposo, que una vez al año
celebra también junto con su santa Pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua”
(S.C. 102).
El domingo ha tenido siempre un lugar privilegiado
para el Pueblo de Dios, en el Antiguo Testamento se celebraba el sábado y los
judíos actuales lo siguen celebrando para recordar el séptimo día de Yahveh.
Para nosotros no es una simple cristianización del
descanso semanal, sino algo específico, aunque durante los primeros años de la
Iglesia fueron un eco de las costumbres judías. Sin embargo, al ser la fiesta
algo específicamente cristiano, no se celebra el último día de la semana a
semejanza del descanso divino, sino el primero, como un comienzo de una nueva
vida.
No estará de más un recuerdo de la historia de estas
reuniones semanales de carácter religioso, que veremos la próxima semana.
[1]En el estudio de la evolución de las formas del culto, la Historia se
llama Tradición o transmisión de un continuo profundizar de la Iglesia en el
misterio de Cristo.