Es mi hijo, hijo de
Dios
La Palabra
Gen 15, 5-12.17-18
// Sal 26 //
Filp 3,17-4,1
Ocho
días después de estos discursos, tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió a una
montaña a orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestidos resplandecían
de blancura. De pronto dos hombres hablaban con él: eran Moisés y Elías, que
aparecieron gloriosos y comentaban la partida de Jesús que se iba a consumar en
Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño. Al despertar, vieron su
gloria y a los dos hombres que estaban con él. Cuando éstos se retiraron, dijo
Pedro a Jesús: ---Maestro, ¡qué bien se está aquí! Armemos tres tiendas: una
para ti, una para Moisés y una para Elías --no sabía lo que decía--. Apenas lo
dijo, vino una nube que les hizo sombra. Al entrar en la nube, se asustaron. Y
se escuchó una voz que decía desde la nube: ---Éste es mi Hijo elegido.
Escuchadle. Al sonar la voz, se encontraba Jesús solo. Ellos guardaron silencio
y por entonces no contaron a nadie lo que habían visto.
Lc
9, 28b-36
El Comentario
Escuchadle.
Esta
semana tenemos ante nosotros un pasaje muy llamativo, donde Jesús muestra su
grandeza, su poderío, su gloria.
Era
una visión tan magnífica, que incluso sus discípulos, aún en la mayor de las
ignorancias estaban felices. Tanto como para no querer irse de allí.
Sin
embargo, hoy me gustaría resaltar sólo una palabra “Escuchadle”.
Dios insistentemente ha querido hablar con su Pueblo, el
elegido por Él para manifestar toda su Gloria y Majestad. La primera norma que
da a su Pueblo es “Escucha, Israel, el Señor, nuestro
Dios, es solo uno.” (Dt 6,4) Lo primero que nos pide es escuchar, estar
atentos a sus palabras que son palabras de vida eterna.
Pero el Pueblo escuchaba a Dios a través de los Profetas
como quien oye llover.
Una vez más lo vuelve a intentar, esta vez es Él mismo el
que a través de su propio Hijo nos habla directamente, a la cabeza, pero sobre
todo al corazón.
Jesús nos habla no sólo de palabra, sino también a través
de sus obras, acciones, gestos, sentimientos…
Hoy, como hace dos mil años, Jesús sigue hablándonos a
todos y cada uno de nosotros por medio de la Palabra, Palabra que se actualiza
una y otra vez, que nos interpela, que nos demanda, que pide de nosotros una
respuesta, un compromiso, una acción. Pero también que es respuesta a nuestras
demandas, a nuestras necesidades de cada día, a nuestras súplicas.
Quizás estemos cansados de oírlas, pero… las hemos
interiorizado?
Hoy no tenemos a Jesús de carne y hueso entre nosotros,
pero sí lo tenemos en su Palabra y en la Eucaristía entre nosotros.
Debemos sentarnos tranquilamente a orar con Él para
descubrir qué es lo que demanda de cada uno de nosotros en este momento
concreto, aquí y ahora.
Pero… qué es orar? “Orar no es oírse hablar a uno mismo, orar es quedarse en
silencio y esperar hasta que el orante oiga a Dios” (Sören
Kierkegaard)
La cuaresma: un viaje inesperado… contigo
A cada día su Afán (Por José-Román Flecha Andrés)
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