En tus manos todo se multiplica
La Palabra
2R 4,42-44 // Sal 144 // Ef 4,1-6
Después
de esto pasó Jesús a la otra orilla del lago de Galilea --el Tiberíades--. Le
seguía un gran gentío, pues veían las señales que hacía con los enfermos. Jesús
se retiró a un monte y allí se sentó con sus discípulos. Se acercaba la Pascua,
la fiesta de los judíos. Alzando la vista y viendo el gentío que acudía a él,
Jesús dice a Felipe: ---¿Dónde compraremos pan para que coman ésos? --lo decía
para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer--. Felipe le
contestó: ---Doscientos denarios de pan no bastarían para que a cada uno le
tocase un pedazo. Uno de los discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le
dice: ---Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados;
pero, ¿qué es eso para tantos? Jesús dijo: ---Haced que la gente se siente.
Había hierba abundante en el lugar. Se sentaron. Los varones eran cinco mil.
Entonces Jesús tomó los panes, dio gracias y los repartió a los que estaban
sentados. Lo mismo hizo con los pescados: dándoles todo lo que quisieron.
Cuando quedaron satisfechos, dice Jesús a los discípulos: ---Recoged las sobras
para que no se desaproveche nada. Las recogieron y, con los trozos de los cinco
panes de cebada que habían sobrado a los comensales, llenaron doce cestas.
Cuando la gente vio la señal que había hecho, dijeron: ---Éste es el profeta
que había de venir al mundo. Jesús, conociendo que pensaban venir para
llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.
Jn
6, 1-15