domingo, 20 de febrero de 2011

Domingo VII Ordinario A (20/02/11)

El amor por encima de todo

La Palabra
Lev 19,1-2,17-18 // Sal 102 // 1Cor 3,16-23

Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. Pues yo os digo que no opongáis resistencia al que os hace el mal. Antes bien, si uno te da una bofetada en [tu] mejilla derecha, ofrécele también la otra. Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica déjale también el manto. Si uno te obliga a caminar mil pasos, haz con él dos mil. Da a quien te pide y al que te solicite dinero prestado no lo esquives. Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos. Si amáis sólo a los que os aman, ¿qué premio merecéis? También hacen lo mismo los recaudadores. Si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? También hacen lo mismo los paganos. Sed, pues, perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto.
(Mt 5, 38-48)

La Reflexión
Amor, que palabra tan bonita. Lo cierto es que es la palabra mágica que mueve todo, si no hay amor, no se puede hacer nada. Bueno se pueden hacer muchas cosas, pero no suelen tener sentido.
El amor es algo que nos impulsa a hacer, a llevar a cabo las tareas de cada día, a ir mas allá, a superar los límites, a….
Como explicar lo que hacen unos padres por sacar adelante a sus hijos, aportándoles la mayor parte de su vida, sus ilusiones, su tiempo y dedicación, sus esfuerzos. O cual es el motivo por el que los hijos se esfuerzan en sacar lo mejor de ellos mismos, sino por agradar a los padres, por seguir siendo el centro de atención, por…. O como unos y otros van detrás del hombre o la mujer a la que aman, dispuestos a todo, incluso a renunciar a una parte de su forma de ser…
El problema que nos plantea la lectura esta semana es un poco distinto, lo que trata de hacernos ver, es que ese amor debe llegar incluso a aquellos a los que no queremos, que ha de ser igual para todos, pero es una tarea difícil, en la que la otra parte no lo pondrá fácil. Así que solo puedo desearos un poco de !Ánimo!

¿Qué Celebramos?
”Entonces el reinado de Dios será como diez muchachas que salieron con sus candiles a recibir al novio. Cinco eran necias y cinco prudentes. Las necias tomaron sus candiles pero no llevaron aceite. Las prudentes llevaban frascos de aceite con sus candiles. Como el novio tardaba, les entró el sueño y se durmieron. A media noche se oyó un clamor: ¡Aquí está el novio, salid a recibirlo! Todas las muchachas se despertaron y se pusieron a preparar sus candiles. Las necias pidieron a las prudentes: Dadnos algo de vuestro aceite porque se nos apagan los candiles. Contestaron las prudentes: A ver si no basta para todas; es mejor que vayáis a comprarlo a la tienda. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio. Las que estaban preparadas entraron con él en la sala de bodas y la puerta se cerró.” (Mt 5, 1-10)
Nosotros, al igual que las jóvenes que están esperando al novio, y tienen el aceite listo para sus lámparas, podremos entrar en el banquete con el novio. El Novio es Jesús, que viene a través de su Palabra, podremos estar preparados para escucharlo o podremos irnos a comprar aceite, pero cuando volvamos quizás sea demasiado tarde y ya no entremos en el Banquete.
Así pues, estemos dispuestos, listos para escuchar el Evangelio, a través del cual se hace participe a la Comunidad de una realidad que se llama Jesús. Es una palabra actual, de aquí y ahora. No de hace dos mil años, sino de ahora y para nosotros, para cada uno de nosotros.
La niña y el titiritero

Era una niña de ojos grandes como lunas, con la sonrisa suave del amanecer. Huérfana desde que ella recordara, se había asociado a un titiritero con el que recorría, de aquí para allá, los pueblos de la India.
Ambos se habían especializado en un número circense que consistía en que la niña trepaba por un largo palo que el hombre sostenía sobre sus hombros. La prueba no estaba ni mucho menos exenta de riesgos. Por eso, el hombre indicó a la niña:
- Amiguita, para evitar que pueda ocurrirnos un accidente, lo mejor será que, mientras hacemos nuestro número, yo me ocupe de lo que tú estás haciendo y tú de lo que estoy haciendo yo. De ese modo no correremos peligro, pequeña.
Pero la niña, clavando sus ojos enormes y expresivos en los de su compañero, replicó:
- No, eso no es lo acertado. Yo me ocuparé de mí y tú te ocuparás de ti, y así, estando cada uno muy pendiente de lo que uno mismo hace, evitaremos cualquier accidente.
La moraleja es clara: No andes preocupado por criticar lo que hacen los demás. Vigílate, en primer lugar, a ti mismo y libra tus propias batallas en lugar de intervenir en las de otros.