domingo, 6 de febrero de 2011

Domingo V Ordinario A (06/02/11)

El testimonio de las obras

La Palabra
Is 58,7-10 // Sal 111 // 1Cor 2, 1-5

Vosotros sois la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá su sabor? Sólo sirve para tirarla y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad construida sobre un monte. No se enciende un candil para taparlo con un celemín, sino que se pone en el candelero para que alumbre a todos en la casa. Brille igualmente vuestra luz ante los hombres, de modo que al ver vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre del cielo.
(Mt 5, 13-16)
La Reflexión

“Vosotros sois la luz del mundo.”
Siempre me ha llamado la atención esta frase, en ella nos indica que somos referente para otros, que somos un faro que alumbra por la noche, que indica el camino, y nos dice donde están las dificultades para poder sortearlas.
Pero también nos dice que no nos escondamos, que estamos para eso, para ser luz para los demás.
¿Cómo es posible que Dios nos haya puesto en medio de este mundo y nosotros nos escondamos?
Es posible que nunca sepamos para quién vamos a ser luz en medio de la oscuridad, como el faro, que alumbra, sin tener en cuenta a cuantos o a quienes, posiblemente no seamos ni conscientes de para quien somos luz, pero aún así debemos seguir alumbrando en la oscuridad. De la misma manera tú debes ser faro que alumbre. No hace falta hacer grandes obras, unas veces es suficiente con estar y alumbrar. Pero tampoco pretendamos ser la luz que atrae a las polillas por la noche, de tal forma que nos convirtamos en falsas luces (sustitutas del sol). Contentémonos con hacer bien las cosas.
No te escondas.
¿Qué Celebramos?

Hoy hablamos de la luz del Cirio. Si hoy tenemos claro que hemos de ser Luz del Mundo, también nosotros necesitamos de esa luz para poder seguir por la buena senda.
Nosotros representamos esa luz en el Cirio, esa luz, para nosotros es Jesús. Y la tenemos representada, no solo en el Cirio, sino también en las lámparas del Santísimo (si esas lucecitas rojas que están al lado del Sagrario y que nos indican la presencia de Jesús en este lugar).
Pero también se nos da la luz en nuestro Bautizo, y está presente cuando despedimos a alguien, ya que también se enciende el Cirio, que preside la celebración, para que el difunto tenga claro cual es el camino.
La luz del Cirio es una luz débil, que se apaga con un simple soplido, como nosotros, pero también es amor, ya que se consume para darnos su luz y calor.
Por este motivo se acompaña al Evangeliario con 2 cirios. Para que por medio de estos nos representen a todos y a la luz de la Palabra podamos encontrar nuestro camino.
Sal

En un mundo desabrido, nos dices que no seamos sal sin sabor, que sólo sirve para ser pisada, como octavillas publicitarias repartidas por la calle, que se miran un segundo y se caen de las manos porque no interesan a nadie, basura por las aceras bajo los pies que siguen la rutina cotidiana.
Sal sin exceso: sin ser los protagonistas que secuestran las miradas, sin imposiciones que abruman con suficiencia, sin perseguir a la gente con poder o con astucia.
Sal sin defecto: que no se esconda por miedo a perderse, ni se deje devaluar por la tibieza, ni renuncie, por orgullo, a mezclarse con la gente que traga sinsabores.
Nos invitas a ser sal de la pascua, que desaparece en la comida humana que nadie la percibe en su justa presencia, y que sólo los despiertos la descubren resucitada con el sabor exacto de cada existencia.
Benjamín Glz Buelta. En el aliento de Dios.