El Reino de Dios y su justicia
La Palabra
Is 49,14-15 // Sal 61 // 1Cor 4,1-5
Nadie puede estar al servicio de dos señores, pues odiará a uno y amará al otro o apreciará a uno y despreciará al otro. No podéis estar al servicio de Dios y del dinero. Por eso os digo que no andéis angustiados por la comida [y la bebida] para conservar la vida o por el vestido para cubrir el cuerpo. ¿No vale más la vida que el alimento?, ¿el cuerpo más que el vestido? Fijaos en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre del cielo las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros puede, por mucho que se inquiete, prolongar un poco su vida? ¿Por qué os angustiáis por el vestido? Mirad cómo crecen los lirios silvestres, sin trabajar ni hilar. Os aseguro que ni Salomón, con todo su fasto, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy crece y mañana la echan al horno, Dios la viste así, ¿no os vestirá mejor a vosotros, hombres de poca fe? En conclusión, no os angustiéis pensando: ¿qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿con qué nos vestiremos? Todo eso buscan ansiosamente los paganos. Pero vuestro Padre del cielo sabe que tenéis necesidad de todo aquello. Buscad, ante todo el reinado [de Dios] y su justicia, y lo demás os lo darán por añadidura. Así pues, no os preocupéis del mañana, que el mañana se ocupará de sí. A cada día le basta su problema.
(Mt 6, 24-34)
La Reflexión
“Así pues, no os preocupéis del mañana, que el mañana se ocupará de sí. A cada día le basta su problema.”
Ese el principal problema nuestro, que andamos todo el día preocupados por cuestiones que posiblemente no se solucionarán, ni hoy, ni mañana y eso es en lo que ocupamos la mayor parte del tiempo y nuestras energías.
Si fuésemos capaces de centrar el problema de cada día y salir a afrontarlo, posiblemente nos fuese mejor.
Pero como no lo hacemos, pues terminamos juntando unos con otros y al final, nada de nada, ni el de hoy, ni el de ayer, ni el de mañana.
Jesús nos dice que ningún animal se ha quedado sin el sustento de cada día, que todos son importantes para el Padre, así que si ellos son importantes, cuanto más seremos nosotros. ¿Va a dejarnos en la estacada? ¿No seremos nosotros los que le dejamos a Él en mal lugar?
¿Qué Celebramos?
Todo está preparado, todo el mundo en su sitio, ahora el sacerdote o el diácono (no un lector cualquiera, salvo que sea una Liturgia de la Palabra), es el que va a proclamar el Evangelio.
Para ello, inicia con: “El Señor esté con vosotros” y el pueblo allí reunido responde: “y con tu Espíritu”.
Se nos hace una llamada de atención, sobre quién es el que está en medio de nosotros, de quién vamos a escuchar la Palabra, es Jesús, es Él mismo el que nos habla.
Pero también nosotros tenemos una predisposición, una voluntad, un deseo, no solo para con nosotros, sino con el que proclama el Evangelio. Queremos que el Espíritu esté presente, que se nos manifieste, a través de él, y que ese Espíritu le llegue para que proclame adecuadamente esa Palabra.
Lecciones del Cuco
Cuando se acerca el mes de marzo, en los montes se empieza a escuchar el canto del “cuco”… kukú, kukú…
Se suele decir muchas veces de una persona que es un “cuco” o “cuca”. Pues bien. Alguna vez habrás oído la historia del cuco…
El cuco pone sus huevos en los nidos de otras aves, se desentiende de sus crías, los “cuquillos”. Quieren que los alimenten otros pájaros… y ni siquiera se da a conocer a sus hijos… El cuco no es un modelo de responsabilidad…
Puede que entre nosotros haya alguno que quiere que las cosas se la hagan sus padres o los demás, y así no colaborar en algo que es de todos.
JESÚS, TÚ NOS QUIERES TRABAJADORES
Y SIEMPRE ALEGRES.
A VECES ESTAMOS UN POCO DORMIDOS
Y SIN MUCHAS GANAS DE VENIR A ESTUDIAR.
DANOS GENEROSIDAD
PARA IMITAR NO A LOS CUCOS
SINO A LOS COMPAÑEROS QUE,
COMO BUENAS HORMIGAS,
TRABAJAR SIN DESANIMARSE
TODOS LOS DÍAS. QUE ASÍ SEA.