domingo, 31 de octubre de 2010

Domingo XXXI Orcinario C (31/10/10)


Encuentro con Jesús
La Palabra
Sab 11,23-12,2 // Sal 144 // 2 Tes 1,11-2,2
Entró en Jericó y la fue atravesando, cuando un hombre llamado Zaqueo, jefe de recaudadores y muy rico, intentaba ver quién era Jesús; pero a causa del gentío, no lo conseguía, porque era bajo de estatura. Se adelantó de una carrera y se subió a un sicómoro para verlo, pues iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó al sitio, alzó la vista y le dijo: ---Zaqueo, baja aprisa, pues hoy tengo que hospedarme en tu casa. Bajó a toda prisa y lo recibió muy contento. Al verlo, murmuraban todos porque entraba a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: ---Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y a quien haya defraudado le restituyo cuatro veces más. Jesús le dijo: ---Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también él es hijo de Abrahán. Porque este Hombre vino a buscar y salvar lo perdido.
(Lc. 19, 1-10)
La Reflexión
Zaqueo!!! Cuantos somos como él, y con cuantos nos encontraremos en nuestra vida. Cuantas personas hay que han pasado por encima de quien hiciese falta y ahora se encuentran solos. Si, es cierto, tienen dinero, posición… pero ¿tienen Amor? ¿Existe alguien que se acuerde de ellos en los malos momentos?
Zaqueo se da cuenta y es él el que sale al encuentro de Jesús, aquel de quien todo el mundo habla, que es bueno con todos, que se apiada de los que son marginados, sean del “clan” que sean. Ante este paso de Zaqueo a Jesús no le queda más remedio que actuar. Es Jesús el que lo ve, que lo llama por su nombre, y quién le pide alojarse en su casa. Pero es Zaqueo el que da el primer paso y el que le abre la puerta para recibirlo. Este es el primer paso, pero a este han de seguirle otros.
¿Y tú, dedicas tiempo a aquellos que lo necesitan, aunque no sean los “mejores”?
Qué Celebramos
Pero no solamente se leen dos lecturas, sino que también Se entonan dos cantos, unos entre la primera y segunda lectura y otro al final de la segunda y antes del Evangelio.
El primero es el salmo, que es una oración-cántico más común en la piedad judía. Forman parte del Antiguo Testamento, formando un libro, el de los Salmos.
Y el que se entona antes del Evangelio es un Aleluya

SOPO EL GIGANTE COME-NUBES
Sopo era un gigante enorme, el más grande que haya habido nunca. Podía beberse un río hasta dejarlo seco, o tomar como ensalada todo un bosque. Y sin duda, su golosina preferida eran las nubes del cielo, frescas y esponjosas, de las que llegaba a comerse tantas que casi siempre acababa empachado, con tales dolores de barriga que terminaba por llorar, provocando entonces grandes riadas e inundaciones.
Sopo vivía tranquilo y a su aire, sin miedo de nada ni nadie, yendo y viniendo por donde quería. Pero a pesar de eso no era feliz: no tenía ni un sólo amigo. Y es que cada vez que el gigante visitaba un país, todo eran problemas: con las nubes que comía Sopo desaparecían las lluvias para los campos, y con sus empachos y sus llantos todo se inundaba, por no hablar de todos los bosques y granjas que llegaba a vaciar... En fin, que al verle todos huían aterrados, y nunca consiguió Sopo compartir un ratito con nadie.
Una noche, al verle llorar, varias estrellas se acercaron a preguntarle la razón de su tristeza. Al escuchar su historia, comentaron:
- Pobre gigante. No sabe buscar amigos. Pues la Tierra es el planeta más especial que existe, y está lleno de amigos de todas las clases.
- Pero, ¿dónde se pueden buscar amigos? ¿cómo se hace eso? - replicó el gigante.
- Echándoles una mano o haciendo cualquier cosa por ellos. Eso es lo que hacen los amigos, ¿es que no lo sabes? - respondieron divertidas
- Vaya- suspiró Sopo- pues no se me ocurre nada. ¿Vosotras qué hicisteis para conseguir amigos?
- Aprendimos a mostrar el camino en la noche y servimos de guía a muchos navegantes. Son unos amigos estupendos, que nos cuentan historias y nos hacen compañía cada noche.
Así, el gigante y las estrellas siguieron charlando un rato, y durante los días siguientes Sopo no pensó en otra cosa que no fuera en encontrar una forma de buscar amigos. Pero no veía el modo de conseguirlo. Algunos días después, fue a pedirle ayuda a la Luna. Ésta, vieja y sabia, le respondió:
- No sabrás cómo hacer algo por alguien hasta que le conozcas bien. ¿Qué sabes de esos que quieres que sean tus amigos?
Sopo se quedó pensativo, porque realmente apenas sabía nada de los hombres. Eran tan pequeños que nunca se había preocupado. Entonces se propuso averiguarlo todo, y dedicó largos días a observar las diminutas vidas de la gente. Y así fue cómo descubrió por qué todos huían al verle, y se enteró de las sequías que provocaba con sus comilonas de nubes, y de las inundaciones que provocaban sus llantos, y de mil cosas más que le llenaron de pena y alegría. Aquella noche, el gigante corrió a saludar a las estrellas.
- Ya sé cómo buscaré amigos.... ¡¡comiendo y llorando!!
Y así fue. Desde aquel día, Sopo vigilaba los cielos, y allí donde se preparaban enormes tormentas, se deba un buen atracón de nubes; y luego marchaba a llorar un rato allá donde veía que faltaba el agua. En muy poco tiempo, Sopo pasó de ser lo peor que podía ocurrirle a un país, a convertirse en una bendición para todo el mundo, y ya nunca faltó un buen amigo que quisiera dedicarle un ratito, escucharle o hacerle un favor.
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domingo, 24 de octubre de 2010

Domingo XXX Ordinario C (24/10/10)

Oración humilde del que reconoce su pecado
La Palabra
Eclo 35,15b-17.20-22a // Sal 33 // 2 Tim 4,6-8.16-18
Por algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, les contó esta parábola: ---Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, el otro recaudador. El fariseo, de pie, oraba así en voz baja: Oh Dios, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres, ladrones, injustos, adúlteros, o como ese recaudador. Ayuno dos veces por semana y pago diezmos de cuanto poseo. El recaudador, de pie y a distancia, ni siquiera alzaba los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten piedad de este pecador. Os digo que éste volvió a casa absuelto y el otro no. Porque quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado.
(Lc. 18, 9-14)
La Reflexión
Bueno, Jesús sigue como profundizando en el tema, si primero era dar GRACIAS y la pasada semana nos proponía que no desistiésemos en ello, mediante la Oración, esta nos indica como debe ser esta.
Esta debe ser sincera, no pide cosas complicadas, ni elaboradas, no hace falta rezar el rosario todos los días para ser el mejor (y no estoy diciendo que no lo hagas), sino que nos pide algo mucho más fácil, una comunicación sencilla, en la que uno vea lo que es y lo que vale, no en comparación con los demás, sino con Dios. Que lo ponga en sus manos y que confíe en Él.
Habrá días en los que nos sintamos con ánimos para ello y días en los que las fuerzas flaqueen. Para ello volvemos a insistir, como la pasada semana, en algo sencillo, el Padre Nuestro. No es necesario hacerlo completo, sino que con que meditemos en cada una de sus partes será suficiente, pueden decir tantas cosas, y sin embargo pasamos por el como cualquier otra cosa que hacemos por rutina. 
¿Y tú que haces?
Qué Celebramos
Las lecturas se distribuyen en dos ciclos, el año par y el impar, ajustándose lo más posible a criterios didácticos, esto sucede en las del Tiempo Ordinario, y no así en las del Tiempo Pascual, Cuaresma, Adviento, Navidad y Epifanía.
La primera lectura se toma principalmente del Antiguo Testamento y la segunda de las Cartas de Pablo y Católicas.
Debemos tener en cuenta que no se lee cualquier cosa, sino que es la palabra de Dios, que nos viene dada de lo alto, por esta razón la persona encargada de esta tarea se podrá en un lugar elevado, no solo para que se le vea o escuche, sino para darle este carácter de elevación.
El lector anuncia el título del libro que va a leer y comienza la lectura del mismo, que concluye diciendo “Palabra de Dios”, a lo que la Asamblea responde “¡Te alabamos, Señor!” 
EL RICO Y EL MENDIGO
Había una vez un rey rico y poderoso, dotado de gran inteligencia, y aún mayor soberbia. Tal era su orgullo, que nadie le parecía un rival digno para disfrutar de su afición favorita, el ajedrez, e hizo correr la voz de que daría la décima parte de sus riquezas a quien mostrara tener la dignidad suficiente. En cambio, si el rey no lo consideraba digno, sería decapitado de inmediato.
Muchos arriesgaron sus vidas desafiando al orgulloso rey. Fueran ricos o pobres, torpes o inteligentes, el rey los encontraba siempre indignos, pues o no eran sabios jugadores, o no podían rivalizar con su poder. Con el tiempo, desaparecieron los temerarios rivales, y el rey comprobó satisfecho que no había en la tierra nadie digno de enfrentarse a él.
Años después, un pobre mendigo se acercó a palacio con la intención de jugar contra el rey. De nada sirvieron las palabras de aquellos con quienes se cruzó, que trataban de evitarle una muerte segura, y consiguió llegar al rey, quien al ver su harapiento aspecto no podía creer que a aquel hombre se le hubiera pasado por la cabeza ser un digno rival suyo.
- ¿Qué te hace pensar que eres digno de enfrentarte a mí, esclavo?- dijo el rey irritado, haciendo llamar al verdugo.
- Que te perdono lo que vas a hacer. ¿Serías tú capaz de hacer eso?- respondió tranquilo el mendigo.
El rey quedó paralizado. Nunca hubiera esperado algo así, y cuanto más lo pensaba, más sentido tenían las palabras de aquel hombre. Si le condenaba a muerte, el mendigo tendría razón, y resultaría más digno que él mismo por su capacidad para perdonar; pero si no lo hacía, habría salido con vida, y todos sabrían que era un digno adversario... Sin haber movido una ficha, se supo perdedor de la partida.
- ¿Cómo es posible que me hayas derrotado sin jugar? Juegue o no juegue contigo, todos verán mi indignidad.- dijo el rey abatido.
- Os equivocáis, señor. Todos conocen ya vuestra infamia, pues no son las personas las indignas, sino sus obras. Durante años habéis demostrado con vuestras acciones cuán infame e injusto llegasteis a ser tratando de juzgar la dignidad de los hombres a vuestro antojo.
El rey comprendió su deshonra y, arrepentido de sus crímenes y su soberbia, miró al mendigo a los ojos. Vio tanta sabiduría y dignidad en ellos, que sin decir palabra le entregó su corona, y cambiando sus vestidos, lo convirtió en rey. Envuelto en los harapos de aquel hombre, y con los ojos llenos de lágrimas, su última orden como rey fue ser encerrado para siempre en la mazmorra más profunda, como pago por todas sus injusticias.
Pero el nuevo rey mostró ser tan justo y tan sabio, que sólo unos pocos años después liberó al anterior rey de su castigo, pues su arrepentimiento sincero resultó el mejor acompañamiento para su gran inteligencia, y de sus manos surgieron las mejores leyes para el sufrido reino.
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domingo, 17 de octubre de 2010

Domingo XXIX Ordinario C (17/10/10)

Oración de súplica
La Palabra
Ex 17,8-13 // Sal 120 // 2 Tim 3,14-4,2
Para inculcarles que hace falta orar siempre sin cansarse, les contó una parábola: ---Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en la misma ciudad una viuda que acudía a él para decirle: Hazme justicia contra mi rival. Por un tiempo se negó, pero más tarde se dijo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar a golpes conmigo. El Señor añadió: ---Fijaos en lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche? ¿Les dará largas? Os digo que les hará justicia pronto. Sólo que, cuando llegue el Hijo del Hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?
(Lc. 18, 1-8)
La Reflexión

La pasada semana nos proponíamos dar GRACIAS, esta seguimos insistiendo, pero en esta ocasión no será a nuestros amigos o conocidos, padres, hijos… en esta ocasión vemos que el destinatario es el mismo Dios.
Pues bien, como haremos esto que parece tan complicado, que es eso de dar gracias a Dios?, veréis a Dios no solo lo tenemos para pedirle, que también, sino que debemos acercarnos más a Él, y el medio más eficaz es mediante la oración.
Su propio Hijo nos enseño el como: mediante el Padre Nuestro, que es una forma sencilla de llegar a Él.
Y como en las semana anterior, veremos es esto no debe ser cosa de un día (precisamente el que le pedimos que nos de o que realice alguna acción en nuestro favor), a Dios debemos acercarnos con asiduidad, con constancia, tal y como lo hacia la viuda ante el juez, y aunque Dios no es como este, Él nos escuchará.
¿Y tú, le has dado Gracias a Dios?

Qué Celebramos
Llegados a este punto conviene aquí recordar que Jesús y el entorno en el que se movió era el mundo judío.
Pues bien las celebraciones de los primeros cristianos consistían, al igual que las judías de las que procedían las primeras comunidades, eran únicamente el la lectura de La Escritura.
A lo largo de las lecturas hemos leído en alguna ocasión a Jesús en la Sinagoga haciendo lo propio y posteriormente dando una interpretación a la misma, que no siempre era entendida o comprendida.
De igual forma los primeros cristianos hicieron lo mismo, aunque fueron incorporando nuevas lecturas como los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las Cartas y el Apocalipsis.
Así que podemos decir que este era el punto de partida de nuestras celebraciones, a la que luego se irían añadiendo las demás.
24 de Octubre—Día del DOMUND


¡Sorpréndete!

Hay muchas personas buenas que buscan solo el bien de los demás o estar a su servicio.  Por este motivo gastan su vida por los otros, viven la alegría de servir a los demás y de contagiarles este deseo de hacer el bien. Lo más destacable de estas personas no es que hayan realizado cosas extraordinarias, sino que en casa, en la sociedad, en su trabajo o en la calle se han dado a los otros.
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Contemplamos el cartel del DOMUND 2010. En él vemos a una religiosa que tiene en sus brazos a una niña de otro continente. Como ella, otras muchas personas, hombres y mujeres, han dejado su casa, su familia y su tierra, y han partido a otros lugares para ayudar a los más necesitados y anunciarles el Evangelio. Son los misioneros.
Ellos siguen el ejemplo de Jesús, que "pasó haciendo el bien". Muchos querían estar cerca de Él, beneficiarse de su bondad, como eran los enfermos.
Otros simplemente tenían curiosidad por conocerle. El Papa Benedicto XVI, en el Mensaje del DOMUND, recuerda que unos griegos mostraron interés por conocer a Jesús y pidieron a Felipe que los llevara a Él con esta súplica: "Queremos ver a Jesús".
Muchos niños de tu edad han querido ser misioneros, incluso alguno intentó marchar a las misiones. Esta decisión era una verdadera locura, pero resulta que desde tu casa, en el colegio y viviendo como los demás amigos, puedes ser misionero, sin necesidad de hacer cosas extraordinarias. Es suficiente con:
  • Tener interés por conocer mejor a los misioneros y saber más sobre ellos.
  • Estar siempre dispuesto a hacer el bien, como lo hacen ellos y otras muchas personas.
  • Dar a los demás la amistad, el tiempo, las cosas que necesitan.
Pero lo más importante es darse. Es decir, compartir con los demás nuestras cosas y nuestras vidas de manera que nadie se sienta solo o desplazado; contar en casa, a nuestros padres, todo lo que nos pasa, sin permitir secretos; tener a Jesús como amigo y seguir su ejemplo, etc.
El verdadero discípulo de Jesús es un misionero que está siempre disponible para darse a los otros. Seguro que el DOMUND de este año es un día muy feliz, porque nos hemos dado a los demás. ¿Cómo?

domingo, 10 de octubre de 2010

Domingo XXVIII Ordinario C (10/10/10)

 Oración de alabanza y acción de gracias 
La Palabra
2 Re 5,14-17 // Sal 97 // 2 Tim 2,8-13
Yendo él  de  camino  hacia  Jerusalén, atravesaba Galilea y Samaría. Al entrar en  una  aldea,  le  salieron  al  encuentro diez  leprosos,  que  se  pararon  a  cierta distancia y alzando la voz, dijeron: 
---Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros.
Al verlos, les dijo:
---Id a presentaros a los sacerdotes.
Mientras  iban,  quedaron  sanos.  Uno  de  ellos, viéndose  sano,  volvió  glorificando  a Dios  en  voz alta, y cayó de bruces a sus pies dándole gracias. Era samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:
---¿No  se  sanaron  los  diez?  ¿Y  los  otros  nueve dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios, sino este extranjero?
Y le dijo:
---Levántate  y  ve,  tu  fe te ha salvado.
(Lc. 17, 11-19)
La Reflexión 
Todo el día corriendo, todo el día quejándonos, que si esto, que si lo otro, que si no se acuerda nadie de mi, que para que sirvo, que no me sale nada bien…  nos suena todo esto? O estoy muy equivocado?
Bueno, quizás soy un poco exagerado, pero sólo un poco. El caso es que no somos capaces de ver un poco  más  allá,  no  vemos  que  las  cosas  tienen  su razón, su aquél, pero no somos capaces de  verlo,  quizás  con  el  tiempo  y  la distancia las cosas cambien.
A  lo  que  vamos,  que  seguro  que todos  los  días  tenemos  muchos motivos para dar GRACIAS, por haber vivido  otro  día,  por  tener  los  hijos, sobrinos,  padres...  que  tenemos,  por los amigos que nos acompañan y nos hacen más fácil el  camino,  por…  cada  uno  sabe  lo  que  tiene  en  su vida, pero ha de saber mirar y valorar eso.  
Pues pese a todo, parece que no somos capaces, nos hemos acostumbrado a quejarnos, pero no a dar las GRACIAS, es algo sencillo, un gesto, una mirada, un abrazo, o simplemente, eso, un GRACIAS.
Y tu? Ya has dado hoy las GRACIAS!!!

Qué Celebramos 
Hoy  en  día,  las  lecturas  son  leídas  por  algunas personas,  que  de  forma  voluntaria  se  ponen  a disposición de la comunidad para esta función.    
Pero hasta hace no mucho tiempo lo normal es que esta tarea la realizase una persona ordenada para este ministerio, el del lectorado. En nuestra Iglesia existían las  funciones  de  ostiario,  lector,  exorcista  y  acólito, que  eran  órdenes  sagradas  a  las  que  se  las  llamó “órdenes menores”, en  contraposición  al  subdiaconado, diaconado  y  presbiterado,  que  se  las  llamó  ·órdenes mayores·.
Hoy  en  día  este  ministerio  sigue  existiendo, aunque  sólo  se  suele  ordenar  en  él  a  aquellos  que terminarán  siendo  presbíteros,  lo  que  no  quiere  decir que no puedan ser ordenados o ser ejercido por  fieles laicos, que suelen ser  los que en realidad realizan esta función. 
Hoy  en  día  existe  el  rito litúrgico  de  la  “Institución  de Lectores y Acólitos”, que presido el Obispo,  aunque  puede  delegar  esta en los párrocos para sus respectivas parroquias,  pero  no  es  obligatorio que los fieles laicos sean ordenados.
EL DEVOTO Y SU MUJER
El  señor Vishnú decidió conceder a  su devoto  las  tres  cosas  que más  deseaba  en esta vida. Lo primero que pidió  el devoto fue que muriera su mujer para casarse con otra mejor. Pero, al celebrarse el funeral, se pusieron  todos  a  una  a recordar  las  buenas cualidades  de  su  difunta esposa. Entonces  el devoto cayó  en  la  cuenta  de  su precipitación  y  ceguera  por  no  haber reconocido  las  buenas  cualidades  de  su mujer. No encontraría otra mejor. Así que pidió  la  segunda  gracia  al  señor  Vishnú: que la volviera a la vida. No se atrevía ya a hacer la tercera y última petición por temor a  equivocarse.  Y  el  señor  Vishnú  le
recomendó:  “Pide  la  gracia  de  reconocer todo lo bueno que se encierra en las cosas y las personas que te rodean”.
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domingo, 3 de octubre de 2010

Domingo XXVII Ordinario C (03/10/10)

La mirada de la fe
La Palabra
Hab 1,2-3; 2,2-4 // Sal 94 // 1 Tim 1,6-8.13-14
Los apóstoles dijeron al Señor: ---Auméntanos la fe. El Señor dijo: ---Si tuvierais fe como una semilla de mostaza, diríais a [esta] morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería. Si uno de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando, cuando éste vuelva del campo, ¿le dirá, acaso, que pase enseguida y se ponga a la mesa? No le dirá, más bien: prepárame de comer, cíñete y sírveme mientras como y bebo, después comerás y beberás tú. ¿Tendrá que agradecer al siervo que haga lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho cuanto os han mandado, decid: Somos siervos inútiles, sólo hemos cumplido nuestro deber.
(Lc. 17, 5-10)
La Reflexión
Uffff!!!, que difícil es explicar eso de la fe… Es cierto, el diccionario utiliza términos como confianza, creencia, seguridad… en definitiva y en nuestro caso, esto es aplicable a Dios. Pero claro, ahora viene el problema, como creer en alguien o en algo que no se ve, que no sabemos quien es, del que no tenemos ni idea y del que todos afirman no haber visto.
Pues bien, yo aquí no daré pruebas de la existencia de Dios, pero otros lo han hecho, con sus obras, ya que todos conocemos o, al menos, hemos oído hablar de los santos, de los mártires, e incluso, sin irnos más allá, de toda esa gente que trabaja para los demás, que da, incluso, su vida por ellos, y esto porque su fe, que seguramente no pasará de ser mayor que un granito de mostaza (la semilla más pequeña que hay) son capaces de darlo todo por los demás, porque tienen confianza en Dios, que es el que los envía al mundo, y aunque pasen por dificultades (incomprensión, envidias, malos momentos…) siguen adelante, porque es lo que tienen que hacer.
Y tú, vas a dar un paso ADELANTE!!!

Que Celebramos
Terminados los ritos introductorios (acogimiento, perdón, Gloria, Oración), cambiamos de espacio. Abandonamos la Sede o el Altar y nos centramos en el ambón, que hoy en día se sitúa también en un mismo espacio escénico, pero que no hace muchos años no era así, tenía un lugar distinto.
También cambiamos nuestra postura, ya no estamos en pie o de rodillas, sino que nuestra postura es sentados, ya que en esta parte nos van a leer las lecturas, una primera lectura, que suele consistir en una lectura del Antiguo Testamento, un Salmo y una segunda lectura, que se toma de los Hechos de los Apóstoles, de las Cartas o del Apocalipsis.
Nuestra actitud ha de ser de escucha y meditación.
Por lo general, no será el celebrante el que realice esta tarea, sino otra persona o personas encargadas de esta tarea, el lector.
EL GIGANTE Y EL ENANO
Cuentan de un gigante que se disponía a atravesar un río profundo y se encontró en la orilla con un enano que no sabía nadar y no podía atravesar el río por su profundidad. El gigante lo cargó sobre sus hombros y se metió en el agua.
Hacia la mitad de la travesía el enano, que sobresalía casi medio metro por encima de la cabeza del gigante, alcanzó a ver, sigilosamente apostados tras la vegetación de la otra orilla, a los indios de una tribu, que esperaban con sus arcos a que se acercase el gigante.
El enano avisó al gigante. Éste se detuvo, dio media vuelta y comenzó a deshacer la travesía. En aquel momento, una flecha disparada desde la otra orilla se hundió en el agua cerca del gigante, pero sin haber podido llegar hasta él. Así ocurrió con otras sucesivas flechas, mientras ambos -gigante y enano- ganaban la orilla de salida, sanos y salvos.
El gigante dio las gracias al enano, pero éste le replicó: “si no me hubiese apoyado en ti, no habría podido ver más lejos que tú”.
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