domingo, 19 de septiembre de 2010

Domingo XXV Ordinario C (19/09/10)

Cálculos y decisión de un Administrador en apuros
La Palabra
(Am 8,4-7  // Sal 112 // 1 Tim 2,1-8)
A los discípulos  les  decía:  ---Un  hombre  rico  tenía  un administrador.  Le  llegaron  quejas  de  que  estaba derrochando  sus  bienes.  Lo  llamó  y  le  dijo:  ---¿Qué  es eso  que  me  cuentan  de  ti?  Dame  cuentas  de  tu administración, pues no podrás seguir en el puesto. El administrador pensó: ¿Qué voy a hacer ahora que el amo me quita mi puesto? Para cavar no tengo fuerzas, pedir limosna me da vergüenza. Ya sé lo que voy  a  hacer  para  que,  cuando me  despidan,  alguno me  reciba  en  su casa.  Fue  llamando  uno  por  uno  a  los  deudores  de  su  amo  y  dijo  al primero:  ---¿Cuánto  debes  a mi  amo?  Contestó: ---Cien  barriles  de aceite.  Le  dijo:  ---Toma  el  recibo,  siéntate  enseguida  y  escribe cincuenta. Al segundo  le dijo: ---Y tú, ¿cuánto debes? Contestó: --- Cien fanegas de trigo. Le dice: ---Toma tu recibo y escribe ochenta.
El  amo  alabó  al  administrador  deshonesto  por  la  astucia  con  que había actuado. Pues  los ciudadanos de este mundo son más astutos con sus colegas que  los ciudadanos de  la  luz. Y yo os digo que con el dinero  sucio  os  ganéis  amigos,  de  modo  que,  cuando  se  acabe,  os reciban en la morada eterna. El que es de fiar en lo poco, es de fiar en  lo mucho;  el  que  es  deshonesto  en  lo  poco,  es  deshonesto  en  lo mucho. Pues si con el dinero sucio no habéis sido de fiar, ¿quién os confiará el  legítimo? Si en  lo ajeno no habéis sido de fiar, ¿quién os encomendará  lo vuestro? Un empleado no puede estar al servicio de dos  señores:  pues  odiará  a  uno  y amará  al  otro  o  apreciará  a  uno  y despreciará al otro. No podéis estar al servicio de Dios y del dinero. 
(Lc. 16, 1-13)

La Reflexión
  Hoy Jesús nos habla de dos señores, Dios, el Señor con mayúsculas,  y  el  dinero,  que  es  el  señor  que  termina manejándonos. 
  Nosotros  podemos  elegir,  o  deberíamos,  pero  en este mundo es realmente difícil poder elegir, el dinero nos  puede.  No  somos  conscientes  que  somos  unos simples  administradores  del  dinero  y  que  debemos administrarlo  de  forma  que  no  cree desigualdades,  que  no  oprima  a  los demás,  que  sirva  para  construir  el Reino de Dios aquí, en este mundo. Sin embargo, es el dinero el que nos maneja a  nosotros,  cuanto  más  tenemos,  más queremos.   Más  necesitamos,  y lucharemos  por  el  pasando  por  encima de todo y de todos.
  Sería  inútil  decir  que  debemos renunciar  al  dinero  por Dios,  porque  en  este mundo  el dinero  es  necesario.  Necesario  para  pagar  justamente por  lo que comemos, por un techo, por… Pero cuanto se nos pide que no es justo, o cuanto estamos dispuestos a quitarle  al  otro  por  llenarnos  de  cosas  que  nos  son
necesarias  y  que  deseamos  tener  a  costa  de  cualquier otra cosa o de otra persona.
¿De que reino somos administradores? 
Qué Celebramos
A continuación la celebración prosigue con el “GLORIA”

SER FIEL EN LO POCO
El día de los encargos era uno de  los más esperados por todos  los niños en clase. Se celebraba durante la primera semana del curso, y ese día cada niño y cada niña recibía un encargo del que debía  hacerse  responsable  durante  ese  año. Como  con  todas  las  cosas,  había  encargos más  o menos  interesantes, y los niños se hacían ilusiones con recibir uno de los mejores. A la hora de repartirlos,  la maestra  tenía muy en cuenta quiénes habían  sido  los alumnos más  responsables del  año  anterior,  y  éstos  eran  los  que  con  más  ilusión  esperaban  aquel  día.  Y  entre  ellos destacaba Rita, una niña amable y tranquila, que el año anterior había cumplido a la perfección cuanto  la maestra  le había encomendado. Todos sabían que era  la  favorita para  recibir el  gran encargo: cuidar del perro de la clase.
Pero  aquel  año,  la  sorpresa  fue  mayúscula.  Cada  uno  recibió alguno  de  los  encargos  habituales,  como  preparar  los  libros  o  la radio para  las clases, avisar de  la hora,  limpiar  la pizarra o cuidar alguna de las mascotas. Pero el encargo de Rita fue muy diferente: una cajita con arena y una hormiga. Y aunque  la profesora  insistió muchísimo en que era una hormiga muy especial, Rita no dejó de sentirse desilusionada.
La  mayoría  de  sus  compañeros  lo  sintió  mucho  por  ella,  y  la compadecían  y  comentaban  con  ella  la  injusticia  de  aquella asignación.  Incluso  su  propio  padre  se  enfadó muchísimo  con  la profesora,  y  animó  a  Rita  a  no  hacer  caso  de  la  insignificante mascotilla en señal de  protesta. Pero Rita, que quería mucho a su profesora,  prefería  mostrarle  su  error  haciendo  algo  especial  con  aquel  encargo  tan  poco interesante:
- Convertiré este pequeño encargo en algo grande -decía Rita.
Así que Rita investigó sobre su hormiga: aprendió sobre las distintas especies y estudió todo lo referente  a  sus  hábitats  y  costumbres,  y  adaptó  su  pequeña  cajita  para  que  fuera  perfecta.
Cuidaba con mimo  toda  la comida que  le daba, y  realmente  la hormiga  llegó a crecer bastante más de lo que ninguno hubiera esperado...
Un  día  de  primavera, mientras  estaban  en  el  aula,  se  abrió  la  puerta  y  apareció  un  señor  con aspecto de ser alguien importante. La profesora interrumpió la clase con gran alegría y dijo: 
- Este es el doctor Martínez. Ha venido a contarnos una noticia estupenda ¿verdad?
-  Efectivamente.  Hoy  se  han  publicado  los  resultados  del  concurso,  y  esta  clase  ha  sido seleccionada para acompañarme este verano a un viaje por la selva tropical, donde investigaremos todo tipo de  insectos.  De  entre  todas  las  escuelas  de  la  región,  sin  duda  es  aquí  donde  mejor  habéis sabido  cuidar  la  delicada  hormiga  gigante  que  se  os  encomendó.  ¡Felicidades!  ¡Seréis  unos ayudantes estupendos!
Ese día todo fue fiesta y alegría en el colegio: todos felicitaban a la maestra por su  idea  de  apuntarles  al  concurso,  y  a  Rita  por  haber  sido  tan  paciente  y responsable. Muchos  aprendieron  que  para  recibir  las  tareas más  importantes, hay que saber ser responsable con  las más pequeñas, pero sin duda la que más disfrutó  fue  Rita,  quien  repetía  para sus  adentros  “convertiré  ese  pequeño encargo en algo grande”.
La imagen de la Semana