domingo, 12 de septiembre de 2010

Domingo XXIV Ordinario C (12/09/10)

La Palabra
(Ex 32,7-11.12-14 // Sal 50 // 1 Tim 1,12-17)
Todos los recaudadores y los pecadores se acercaban a escucharle, de modo que los fariseos y los letrados murmuraban: ---Éste recibe a pecadores y come con ellos. Él les contestó con la siguiente parábola:---Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la extraviada hasta encontrarla? Al encontrarla, se la echa a los hombros contento, va a casa, llama a amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo pues encontré la oveja perdida. Os digo que, de la misma manera, habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse. Si una mujer tiene diez monedas y pierde una, ¿no enciende un candil, barre la casa y busca diligentemente hasta encontrarla? Al encontrarla, llama a las amigas y vecinas y les dice: Alegraos conmigo, porque encontré la moneda perdida. Os digo que lo mismo se alegrarán los ángeles de Dios por un pecador que se arrepienta. Añadió: ---Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo al padre: Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde. Él les repartió los bienes. A los pocos días, el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su fortuna viviendo como un libertino. Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad. Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos. Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitando pensó: ---A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre. Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros. Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó. El hijo le dijo: ---Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: ---Enseguida, traed el mejor vestido y vestidlo; ponedle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traed el ternero cebado y matadlo. Celebremos un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas y llamó a uno de los criados para informarse de lo que pasaba. Le contestó: ---Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo. Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara. Pero él respondió a su padre: ---Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero cebado. Le contestó: ---Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado.
(Lc. 15, 1-32)
La Reflexión
El escándalo de los buenos
Hoy Jesús nos propone buscar, buscar al que está perdido, al que un día fue y ya no lo es, a ese miembro que un día fue de nuestra comunidad y por diversas circunstancias ya no se encuentra entre nosotros, porque se ha ido cansando, porque no le hemos escuchado, porque la propuesta le resulta cansina, aburrida, monótona, porque no tiene sentido para el…
Hemos vuelto a centrarnos solamente en las celebraciones y no sabemos lo que celebramos, son simplemente unas formas monótonas y aburridas que no nos dicen ni transmiten nada, el cura llega y nos cuenta no se sabe que milongas y ¿qué?, ¿de qué nos sirven?, ¿sentimos algo cuando lo escuchamos, cuando celebramos o simplemente nos conformamos con el “cumplimiento” (cumplo y miento)?.
También es cierto que en muchas ocasiones nosotros mismos no queremos más que cumplir y listo, que mas da lo que se celebre, con media hora suficiente y si puede ser menos, mejor. ¿Dónde se ha quedado la celebración? ¿la fiesta?. Tendremos que ponernos a buscar, a dar sentido a lo que hacemos, a tratar de encontrar algo que nos haga sentir eso que sentíamos y que hemos perdido, y hemos de poner los medios.
¿Y tú, te has perdido?
 
Qué Celebramos 
Hasta ahora habíamos visto cosas como la disposición del templo, la nuestra a la entrada del mismo, y habíamos comenzado con los ritos introductorios, el canto, la procesión de entrada y el saludo inicial.
Ahora pasamos al acto penitencial. Nosotros somos pecadores, y por tanto tomamos conciencia de ello, necesitamos el perdón y del perdón.
Las liturgias antiguas situaban al comienzo de la celebración el rezo de las letanías que concluían con la invocación a Cristo, para que se apiadara de sus fieles, de esto solamente se conserva el Kyrie eleison (¡Señor ten piedad de nosotros!).
El penitencial comienza con una breve introducción del celebrante para que tomemos conciencia de nuestros defectos, fallos, pecados, y podamos a través de este gesto lograr la disposición al arrepentimiento.
Este arrepentimiento se manifiesta en forma de oración (“Yo confieso…”)
Y finalmente, el celebrante, extendiendo los brazos pide a Dios por todos nosotros, para que se apiade y nos conceda su gracia.
Si realmente estamos arrepentidos de corazón, Él nos perdonará.
LA HISTORIA DE MARCOS Y MOSÉS
Marcos nació en una familia de siete hermanos. Su madre tuvo un parto difícil, pero gracias a la ayuda médica nació sin ninguna tara. Mosés también tiene siete hermanos. Durante el embarazo, su madre tuvo problemas y él nació con un pulmón oprimido que ahora le impide respirar con facilidad. Mosés nació ayudado por su tía y su abuela, expertas ganaderas.
Marcos disfruta de una alimentación sana y equilibrada. Come verduras, carne, pescado, hierro, fósforo, hidratos de carbono...A Mosés se le cayeron los dientes debido a la desnutrición.
La comida preferida de Marcos es el pollo, y el jamón serrano. Mosés no lo ha probado nunca, pero seguro que le gustaría.
Marcos tiene un abrigo de cuadros para los días de frío. Mosés tiene más suerte, porque en su país casi nunca hace frío y no necesita ropa. Es una suerte doble porque, aunque la necesitara, tampoco la tendría.
Marcos sale de su casa para ir a jugar al parque y dar un paseo. Mosés siempre está fuera de casa.
Marcos no conoce a su padre y no sabe dónde está. Mosés tampoco lo conoce, pero sabe que murió en la guerra, aunque no contra quién luchaba.
Marcos no irá nunca al colegio ni aprenderá a leer. Mosés tampoco.
La esperanza de vida de Marcos es de unos 20 años. La de Mosés es mayor, pero él quizá no llegue a cumplir los 20.
Marcos es un setter irlandés. Mosés, un niño africano.