domingo, 5 de septiembre de 2010

Domingo XXIII Ordinario C (05/09/10)

La Palabra
(Sab 9,13-19 // Sal 84 // Flm 9b-10.12-17)
Le seguía una gran multitud. Él se volvió y les dijo:---Si alguien acude a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo. Si uno de vosotros pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No suceda que, habiendo echado los cimientos y no pudiendo completarla, todos los que miren se pongan a burlarse de él diciendo: éste empezó a construir y no puede concluir. Si un rey va a trabar batalla con otro, ¿no se sienta primero a deliberar si podrá resistir con diez mil al que viene a atacarlo con veinte mil? Si no puede, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación a pedir la paz. Lo mismo cualquiera de vosotros: quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo.
(Lc. 14, 25-33)

La Reflexión
Mucha gente acompañaba a Jesús...
El verano ha pasado y durante el mismo, en muchas ocasiones hemos ido detrás de la gente como “masa aborregada”.
Jesús no es esto lo que nos pide, se da la vuelta y nos indica como ha de ser el seguimiento que el quiere, no le sirve cualquier cosa, no le vale eso de “donde va Vicente, donde va la gente”.
Ser cristiano ha de ser algo más que seguir a Jesús, no es ir a misa y cumplir, ya que lo que pide es que le sigamos, que le imitemos, en su forma de ser, en su estilo, en su vida, que carguemos con nuestra cruz, que abandonemos todos nuestros apegos y que le sigamos. Que antepongamos su forma de vida, el amor a los demás por encima de todo, incluso de nuestra familia, y ¿quién es el “guapo” que es capaz de dejar todas sus comodidades, seguridades, familia, amigos… y seguirlo?
Esto que nos propone hoy es ser cristiano, ni más ni menos. Revisar como llevamos nuestra mochila y seguir el camino con lo imprescindible.
¿Eres tú cristiano?
Qué Celebramos
Tras el periodo veraniego marcado por el ocio y la dispersión nos reintegramos a la vida ordinaria. Durante la semana tornamos al camino del trabajo y las obligaciones, el orden y las costumbres. Llega el domingo marcado por la novedad del reencuentro con caras conocidas, pero tal vez también por la rutina y la costumbre.
El domingo es un día de fiesta, cuya finalidad es recargarnos, aunque no de cosas materiales, sino de alimentar nuestro espíritu y con el afrontar de otra manera el resto de la semana.
Al comienzo del año litúrgico nos iniciábamos en lo que acontece en la celebración de la Misa, en ello seguiremos los próximos domingos

El campesinito en el cielo
Murió una vez un pobre y piadoso campesinito y llegó a las puertas del cielo. Pero al mismo tiempo vino allí un señor que había sido muy rico y que también quería entrar en el cielo. Entonces se acercó San Pedro con las llaves y dejó pasar al señor; mas, según perece, no vio al campesinito y le cerró tranquilamente las puertas. Entonces oyó el campesinito cómo el señor era recibido con gran regocijo en el cielo y cómo se tocaba música y se cantaba. Por fin se hizo el silencio, San Pedro se acercó otra vez a las puertas del cielo, las abrió e hizo pasar también al campesinito. El campesinito pensó que se tocaría música y se cantaría, pero cuando entró reinaba el silencio. Fue recibido con cariño, naturalmente, y los ángeles le rodearon, pero nadie cantó. Entonces el campesinito preguntó a San Pedro por qué no se le recibía como al rico, añadiendo que, según veía, en el cielo eran tan parciales como en la tierra. A lo que respondió San Pedro:
- No, no es así; tú nos eres tan querido como los demás y gozarás de todos los placeres del cielo, igual que ese rico señor; pero date cuenta: campesinitos tan pobres como tú llegan al cielo todos los días; un señor tan rico, sin embargo, llega sólo cada cien años.