domingo, 5 de diciembre de 2010

Domingo II Adviento A (05/12/10)

Convertíos
La Palabra
Is 11, 1-10// Sal 71 // Rom 15,4-9
E n aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea, proclamando: ---Arrepentíos, que está cerca el reinado de Dios. Éste es a quien había anunciado el profeta Isaías, diciendo: Una voz clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos. El tal Juan llevaba un vestido de pelos de camello, con un cinturón de cuero en la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Acudían a él de Jerusalén, de toda Judea y de la comarca del Jordán, y se hacían bautizar en el río Jordán por él, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos acudían a que los bautizara les dijo: ---¡Raza de víboras! ¿Quién os ha enseñado a escapar de la condena que se avecina? Dad frutos válidos de arrepentimiento y no os imaginéis que os basta decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo os digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos para Abrahán. El hacha está ya aplicada a la cepa del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo con agua en señal de arrepentimiento; pero detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no tengo derecho a llevarme sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Ya empuña el bieldo para aventar su era: reunirá el trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que no se apaga.
(Mt. 3, 1-12)
La Reflexión
Ha llegado el momento, “una voz clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos”. La cosa parece que está bastante clara, hay que preparar el camino, el terreno, en resumidas cuentas, en nosotros.
Debemos acudir al desierto, no, no me he vuelto loco, no pretendo que nos vayamos todos de viaje al desierto, sino que, como si estuviésemos en el desierto, debemos despojarnos de todo, de todo lo que no sirve. En el desierto no encontramos nada, no hay más que arena, es un lugar en el que no hay distracciones, en el que está solamente el hombre, la arena y nuestro corazón.
Pero esto no es del todo cierto, en los desiertos también hay oasis, sitios en los que descansar, en los que refugiarse del calor del sol, en los que tomar alimento, y compartir.
Debemos pues, transitar por ese desierto hasta encontrar nuestro oasis particular, aquél lugar en el que nos sintamos bien.
Y una vez allí debemos intentar hacer que este Mundo se convierta en un oasis, no solo para nosotros o para quienes nos aman, sino para todos.
Así pues, convertíos.
Qué Celebramos
El adviento no es el tiempo litúrgico más antiguo, ni se originó en Roma. El adviento se configuró como un tiempo de preparación previo a la Navidad.
Pero, ¿qué es el Adviento? Adviento viene del latín y significa “venida”. Pero para nosotros el adviento no tiene que ver con una sola venida, sino con tres, muy distintas entre sí.
La primera venida es el recuerdo del nacimiento de Jesús de Nazaret , basado en las narraciones de la infancia de los evangelios que le proporcionan su contexto histórico.
La segunda es la venida de Dios, con el nacimiento de Jesús, no sólo nace un hombre, sino que también se hace presente entre nosotros un dios, nuestro Dios, al que nosotros hacemos presente como diría el propio Jesús, que cada vez que dos o más se reúnen en mi nombre, en medio estaré yo”, pues eso es justamente lo que sucede cada vez que lo hacemos presente en la misa a través de la Palabra y la Eucaristía.
La última venida es la “segunda venida”, o la que conocemos como la del último día. Jesús nos prometió que volvería, aunque no sabemos ni cuando ni como, pero debemos estar preparados y atentos.
Así que eso es lo que pedimos “Ven Señor Jesús”.
La 2ª vela del Adviento
Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel
y llamaban a la conversión.
Jesús está a la puerta de nuestro corazón
y del corazón del mundo,
y llama.
Nosotros queremos abrirle la puerta
y convertir nuestras oscuridades en luz
como lo han hecho y lo hacen tantas personas
que iluminan nuestro mundo y nuestras vidas
con la luz de la esperanza.
¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!