La Palabra
Y les dijo: ---Id por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a
toda la humanidad. Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará.
A los creyentes acompañarán estas señales: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán
lenguas nuevas, agarrarán serpientes; si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán
las manos sobre los enfermos y se sanarán. El Señor Jesús, después de hablar con
ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos salieron a predicar
por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba la Palabra con las
señales que la acompañaban.
(Mc
16,15-20)
El Comentario
“el Señor les asistía”
La misión para todos nosotros, los bautizados, está clara, anunciar la Buena Noticia, el Evangelio. Hoy esto nos parece casi imposible. ¿Cómo vamos a salir a la calle y anunciar el Evangelio? O simplemente, ¿cómo vamos a decir que somos cristianos? En una sociedad en la que simplemente por declararte cristiano eres apartado, te miran mal, y casi casi te excluyen.
Pero el Señor nos llama a dar testimonio de Él. ¿Cómo hacerlo? Lo cierto es que resulta difícil, aunque quizás no tanto. No necesitamos grandes cosas, en muchas ocasiones con dar una ejemplo de lo que significa ser cristiano, de transmitir alegría, de que todo va a salir bien porque el Señor está con nosotros, o cuando las cosas vienen mal, asumirlas con naturalidad… las cosas sencillas, también llaman la atención y hacen a los demás plantearse el ¿Por qué hace estas cosas cuando los demás no?
Y… ¿Qué diría Santa Teresa?
"Vida" 21,5: Llegada un alma
aquí, no es sólo deseos los que tiene por Dios; Su Majestad la da fuerzas para ponerlos
por obra. No se le pone cosa delante, en que piense le sirve, a que no se abalance;
y no hace nada, porque, como digo, ve claro que no es todo nada, sino contentar
a Dios. El trabajo es que no hay qué se ofrezca a las que son de tan poco provecho
como yo. Sed Vos, Bien mío, servido venga algún tiempo en que yo pueda pagar algún
cornado de lo mucho que os debo. Ordenad Vos, Señor, como fuereis servido, cómo
esta vuestra sierva os sirva en algo. Mujeres eran otras y han hecho cosas heroicas
por amor de Vos. Yo no soy para más de parlar, y así no queréis Vos, Dios mío, ponerme
en obras. Todo se va en palabras y deseos cuanto he de servir, y aun para esto no
tengo libertad, porque por ventura faltara en todo. Fortaleced Vos mi alma y disponedla
primero, Bien de todos los bienes y Jesús mío, y ordenad luego modos cómo haga algo
por Vos, que no hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada. Cueste lo que
costare, Señor, no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos, pues conforme
a las obras se ha de dar el premio. Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad;
todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra. Bien veo
yo, mi Señor, lo poco que puedo; mas llegada a Vos, subida en esta atalaya adonde
se ven verdades, no os apartando de mí, todo lo podré; que si os apartáis, por poco
que sea, iré adonde estaba, que era al infierno.
"Moradas" VII 4,14-16: Diréis
que no podéis vosotras, ni tenéis cómo allegar almas a Dios; que lo haríais de buena
gana, mas que no habiendo de enseñar ni de predicar, como hacían los apóstoles,
que no sabéis cómo. A esto he respondido por escrito algunas veces (...) mas porque
es cosa que creo os pasa por pensamiento, con los deseos que os da el Señor, no
dejaré de decirlo aquí: ya os dije en otra parte que algunas veces nos pone el demonio
deseos grandes, porque no echemos mano de lo que tenemos a mano para servir a nuestro
Señor en cosas posibles, y quedemos contentas con haber deseado las imposibles.
Dejado que en la oración ayudaréis mucho, no queráis aprovechar a todo mundo, sino
a las que están en vuestra compañía, y así será mayor la obra, porque estáis a ellas
más obligada. ¿Pensáis que es poca ganancia que sea vuestra humildad tan grande,
y mortificación, y el servir a todas, y una gran caridad con ellas, y un amor del
Señor, que ese fuego las encienda a todas, y con las demás virtudes siempre las
andéis despertando? No será sino mucha, y muy agradable servicio al Señor, y con
esto que ponéis por obra (que podéis), entenderá Su Majestad que haríais mucho más;
y así os dará premio como si le ganaseis muchas (...) En fin, hermanas mías, con
lo que concluyo es, que no hagamos torres sin fundamento, que el Señor no mira tanto
la grandeza de las obras como el amor con que se hacen; y como hagamos lo que pudiéremos,
hará Su Majestad que vayamos pudiendo cada día más y más, como no nos cansemos luego,
sino que lo poco que dura esta vida (y quizá será más poco de lo que cada una piensa)
interior y exteriormente ofrezcamos al Señor el sacrificio que pudiéremos, que Su
Majestad le juntará con el que hizo en la cruz por nosotras al Padre, para que tenga
el valor que nuestra voluntad hubiere merecido, aunque sean pequeñas las obras.
Plega a Su Majestad, hermanas e hijas mías, que nos veamos todas adonde siempre
le alabemos, y me dé gracia para que yo obre algo de lo que os digo, por los méritos
de su Hijo, que vive y reina por siempre jamás amén.
Una Mirada a Roma
Que no falten en nuestro corazón, en nuestros hogares y en la convivencia civil las tres palabras: permiso, perdón y gracias. Catequesis del Papa
La catequesis de hoy quiere ser la puerta
de una serie de reflexiones sobre la vida de la familia, la vida real, la vida cotidiana.
Sobre esta puerta están escritas tres palabras que ya hemos utilizado otras veces: permiso, gracias, perdón. Más fáciles de decir que de poner en la práctica, pero absolutamente
necesarias. Son palabras vinculadas a la buena educación, en su sentido genuino
de respeto y deseo del bien, lejos de cualquier hipocresía y doblez.
La palabra Permiso nos recuerda
que debemos ser delicados, respetuosos y pacientes con los demás, incluso con los
que nos une una fuerte intimidad. Como Jesús, nuestra actitud debe ser la de quien
está a la puerta y llama. Dar las Gracias, segunda palabra, parece un signo de contradicción para una
sociedad recelosa, que lo ve como debilidad. Sin embargo, la dignidad de las personas
y la justicia social pasan por una educación a la gratitud. Una virtud, que para
el creyente, nace del corazón mismo de su fe. Finalmente, el Perdón, tercera palabra,
es el mejor remedio para impedir que nuestra convivencia se agriete y llegue a romperse.
El Señor nos lo enseña en el Padrenuestro, aceptar nuestro error y proponer corregirnos
es el primer paso para la sanación. Esposos, si algún día discuten o se pelean,
no terminen nunca el día sin reconciliarse, sin hacer la paz.
Tiempo de Pascua
No te vayas
nunca Señor. DAME FE, para no
dudar de tu Palabra, porque todavía me resisto a creer que eres un Dios fiel,
que cumple su Palabra de Vida, que sigues vivo, que estás conmigo, que tu vida
nueva ya está en activo y lo anima todo. Mira a veces que qué signos me
acompañan… tristeza, tibieza, desánimo…
.
QUÉDATE JUNTO A MÍ, acompaña mi
andar peregrino, pues sin Ti me siento perdida… No te vayas nunca.
AUMENTA
MI FE
El Santo de la Semana: San Pascual Bailón
San Pascual
nació en Torre Hermosa, en las fronteras de Castilla y Aragón, el día de
Pentecostés de 1540 , fin de la Pascua. Sus padres fueron campesinos.
Desde los 7
años hasta los 24, por 17 años fue pastor de ovejas. Después, alrededor de los
28 será hermano religioso, franciscano.
Su más grande
amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca
en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al
Niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa.
Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre
del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento,
desde esas lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el
sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito
Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el
templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia.
A los 24 años
pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Como
religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero,
cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor
inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier
rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con
los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y
horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se
quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que
los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano
Pascual adorando a Nuestro Señor.
Pascual
compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio
Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado: "Estas almas
sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías
humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a
los humildes".
Sus superiores
lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar caminos llenos
de protestantes. Un día un hereje le preguntó: "¿Dónde está Dios?". Y
él respondió: "Dios está en el cielo", y el otro se fue. Pero
enseguida el santo fraile se puso a pensar: "¡Oh, me perdí la ocasión de
haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios está en la
Santa Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería mártir. Pero no fui
digno de ese honor". Llegado a Francia, descalzo, con una túnica vieja y
remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les probara
que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual que no había hecho estudios y
apenas si sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la presencia de
Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo
único que hicieron fue apedrearlo.
Hablaba poco,
pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía
inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Siempre estaba
alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando
podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.
Pascual murió
en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres
pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés.
Pascua significa: paso de la esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo
de Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante
amor por Jesús en la Eucaristía.
Cuando estaba
moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó: "¿De
qué se trata?". "Es que están en la elevación en la Santa Misa".
"¡Ah que hermoso momento!", y quedó muerto plácidamente.
Después
durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de la
elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración
que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a
Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo
tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos.
Fue declarado
santo en 1690.