Nace Juan, una voz que grita desde las entrañas
La Palabra
Is 49, 1-6 // Sal 138 // Hch 13, 22-26
Cuando
a Isabel se le cumplió el tiempo del parto, dio a luz un hijo. Los vecinos y
parientes, al enterarse de que el Señor la había tratado con tanta
misericordia, se congratulaban con ella. Al octavo día fueron a circuncidarlo y
lo llamaban como a su padre, Zacarías. Pero la madre intervino: ---No; se tiene
que llamar Juan. Le decían que nadie en la parentela llevaba ese nombre.
Preguntaron por señas al padre qué nombre quería darle. Pidió una tablilla y
escribió: ---Su nombre es Juan. Todos se asombraron. Al punto se le soltó la
boca y la lengua y se puso a hablar bendiciendo a Dios. Toda la vecindad quedó
sobrecogida; lo sucedido se contó por toda la serranía de Judea [66] y los
que lo oían reflexionaban diciéndose: ---¿Qué va a ser este niño? Porque la
mano del Señor lo acompañaba. El niño crecía, se fortalecía espiritualmente y
vivió en el desierto hasta el día en que se presentó a Israel.
(Lc
1, 57-66.80)