domingo, 3 de abril de 2011

Domingo IV Cuaresma (03/04/11)

OTRAS CEGUERAS
La Palabra
1 Sam 16,1b.6-7.10-13a // Sal 22 // Ef 5,8-14

Al pasar vio un hombre ciego de nacimiento. Los discípulos le preguntaron: ---Rabí, ¿quién pecó para que naciera ciego? ¿Él o sus padres? Jesús contestó: ---Ni él pecó ni sus padres; ha sucedido para que se revele en él la acción de Dios. Mientras es de día, tenéis que trabajar en las obras del que me envió. Llegará la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo barro con la saliva, se lo puso en los ojos y le dijo: ---Ve a lavarte en la alberca de Siloé --que significa enviado--. Fue, se lavó y volvió con vista. Los vecinos y los que antes lo habían visto pidiendo limosna comentaban: ---¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna? Unos decían: ---Es él. Otros decían: ---No es, sino que se le parece. Él respondía: ---Soy yo. Así que le preguntaron: ---¿Cómo [pues] se te abrieron los ojos? Contestó: ---Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo que fuera a lavarme a la fuente de Siloé. Fui, me lavé y recobré la vista. Le preguntaron: ---¿Dónde está él? Responde: ---No sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego --era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos--. Los fariseos le preguntaron otra vez cómo había recobrado la vista. Les respondió: ---Me aplicó barro a los ojos, me lavé, y ahora veo. Algunos fariseos le dijeron: ---Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no observa el sábado. Otros decían: ---¿Cómo puede un pecador hacer tales señales? Y estaban divididos. Preguntaron de nuevo al ciego: ---Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos? Contestó: ---Que es profeta. Los judíos no acababan de creer que había sido ciego y había recobrado la vista; así que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: ---¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve? Contestaron sus padres: ---Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; cómo es que ahora ve, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Preguntadle a él, que tiene edad y puede dar razón de sí. Sus padres dijeron esto por temor a los judíos; porque los judíos ya habían decidido que quien lo confesara como Mesías sería expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron los padres que tenía edad y que le preguntaran a él. Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: ---Da gloria a Dios. A nosotros nos consta que aquél es un pecador. Les contestó: ---Si es pecador, no lo sé; una cosa me consta, que yo era ciego y ahora veo. Le preguntaron de nuevo: ---¿Cómo te abrió los ojos? Les contestó: ---Ya os lo he dicho y no me creísteis; ¿para qué queréis oírlo de nuevo? ¿No será que queréis haceros discípulos suyos? Lo insultaron diciendo: ---¡Discípulo de él lo serás tú!, nosotros somos discípulos de Moisés. De Moisés nos consta que le habló Dios; en cuanto a ése, no sabe-mos de dónde viene. Les re-plicó: ---Eso es lo extraño, que vosotros no sabéis de dónde viene y a mí me abrió los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que escucha al que es piadoso y hace su vo-luntad. Jamás se oyó contar que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ese hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada. Le contestaron: ---Tú naciste lleno de pecado, ¿y quieres darnos lecciones? Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado y, cuando lo encontró, le dijo: ---¿Crees en el Hijo del Hom-bre? Contestó: ---¿Quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: ---Lo has visto: es el que está hablando contigo. Respondió: ---Creo, Señor. Y se postró ante él. Jesús dijo: ---He venido a este mundo a entablar un juicio, para que los ciegos vean y los que vean queden ciegos. Algunos fariseos que se encontraban con él preguntaron: ---Y nosotros, ¿estamos ciegos? Les respondió Jesús: ---Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado permanece.
(Jn. 9, 1-41)

La Reflexión
Todos estamos en este mundo y casi todos vemos con nuestros ojos, pero, ¿qué es lo que vemos? Posiblemente solo aquello que queremos ver, sólo aquello que nos interesa, aquello que nos agrada o satisface, aquello que nos hace felices. Es muy posible que tengamos que cambiar mucho para poder ver o entender que es lo que ve el otro, y no sólo en su mundo o en su realidad, sino también en nosotros, que es lo que espera de nosotros o cual es la razón por la que actúa de una cierta manera y no de otra.
La realidad es la misma, lo que se ve, dice o hace, también lo es, pero el valor o significado que damos a las cosas no son iguales.
Jesús nos dice que hay que abrir los ojos a esas otras realidades que nos rodean, y que en muchas ocasiones no vemos o simplemente no queremos ver. No todo es tan sencillo, blanco o negro, sino que también hay grises por el medio. Debemos pues prestar atención a los signos y a las palabras, y no solo las de los demás, sino también las nuestras y luego meditar sobre lo que ha sucedido, y tal vez, solo tal vez, veamos las cosas de forma diferente.
Tengo algo que decirte hoy

Piensa ahora mismo en alguien.
Alguien a quien llevas tiempo queriéndole decir algo. 
Esa persona a quien no se lo has dicho porque te da vergüenza, 
porque está lejos, porque tienes miedo, porque no encuentras el momento... 
Quizás quieras decirle GRACIAS 
por tantos favores que te hace, por tantas veces a tu lado cuando lo necesitas. 
Quizás la palabra sea PERDÓN 
por haberle herido o haberle fallado. 
Puede que quieras que escuche como sale de tus labios un TE QUIERO. 
¿No crees que esas palabras merecen tanto la pena que sólo por ellas merece la pena vencer la vergüenza, el miedo y los problemas de agenda? ¿No crees que si has pensado ya en la persona a la que se lo dirías, es porque es más importante que las excusas? Hoy plantéatelo. 
Acércate y dile a esa persona: HAY ALGO QUE TE TENGO QUE DECIR