domingo, 17 de abril de 2011

Domingo de Ramos A (17/04/11)

La Palabra
Is 50,1-7 // Sal 21 // Fil 2,6-11 // Mt 26,14-27,66
Al llegar cerca de Jerusalén, entraron en Betfagé, junto al monte de los Olivos. Entonces Jesús envió a dos discípulos encargándoles: ---Id a la aldea de enfrente y enseguida encontraréis una borrica atada y un pollino junto a ella. Soltadla y traédmela. Si alguien os dice algo, le diréis que el Señor los necesita. Y enseguida los devolverá. Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el profeta: Decid a la ciudad de Sión: mira a tu rey que está llegando: humilde, cabalgando una borrica y un pollino, hijo de acémila. Fueron los discípulos y, siguiendo las instrucciones de Jesús, le llevaron la borrica y el pollino. Echaron los mantos sobre ellos y el Señor se montó. Una gran muchedumbre alfombraba con sus mantos el camino. Otros cortaban ramas de árbol y alfombraban con ellas el camino. La multitud, delante y detrás de él, aclamaba: ---¡Hosana al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor. ¡Hosana al Altísimo! Cuando entró en Jerusalén, toda la población conmovida preguntaba: ---¿Quién es éste? Y la multitud contestaba: ---Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.
(Mt. 21,1-11)
La Reflexión
“Salta de alegría, Sión, lanza gritos de júbilo, Jerusalén, porque se acerca tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un asno...” (Zac 9,9).
Esta semana cargada de significado para nosotros los cristianos se inicia con el Domingo de Ramos, donde leemos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, aunque, lo de triunfal, es quizás mucho decir, porque ¿cuántas veces hemos visto entrar a reyes y  gobernantes a lomos de un asno?
Jesús a lo largo de su vida nos ha dado muchas lecciones, como buen Maestro y esta es una más. No hace falta mostrarse como un rico, opulento, opresor, para ser grande, ya que estos, casi siempre son rechazados por los que no son como ellos. O simplemente son adulados para ver si nos caen las migajas.
Jesús se muestra humilde, servicial, cercano, un más entre nosotros, pero esto también lleva a envidias, mal entendidos, incomprensión y en su caso a la muerte.
Nos lo ha puesto difícil, nos está diciendo que lo que hoy es grande y triunfal, mañana se olvidará y lo despreciaran, y pese a todo, ha seguido haciendo, irremediablemente ha tenido que hacerlo, era su obligación. De la misma manera, nosotros en ocasiones hacemos cosas que parecen incomprensibles y que nadie entiende, y por ello en lugar de ensalzarnos provocan rechazo, confrontación…
Sigamos el ejemplo discreto de  Jesús, que hizo el bien donde era bien recibido, aunque no fuese el mejor sitio a ojos de los demás.
SEMANA SANTA DEPORTIVA
Jesús es condenado a “chupar banquillo.” A pesar de haber realizado una gran pretemporada en la que ha dado todo por y para el equipo, a la hora de la verdad no cuentan con Él. Su juego no es atractivo, molesta; el aficionado quiere, simplemente, pasar un buen rato y no complicarse demasiado la vida.
Jesús con la botas a cuestas. Ya no sólo le han dejado en el banquillo y le han privado de un dorsal, de una oportunidad… A Él, que era una promesa, lo nombran utillero del club… Pero no se desespera: se agacha, se arremanga la camisa y da ejemplo de servicio al vestuario.
Jesús cae por primera vez bajo el olvido de la afición. Todavía recuerda cuando firmaba autógrafos y era reclamado en la sala de prensa… Ahora todo ha cambiado y tiene que aguantar el cuchicheo de los hinchas que se mofan del que iba para estrella.
Su madre, “su representante” le abre sus brazos. Ella ha confiado en Él desde el primer momento. Ahora que no cuentan con Él, no va a las oficinas del club a expresar su malestar. Sabe que su Hijo un día saltará a los campos de la vida, de la Vida y…
Un aficionado enjuga el rostro de Jesús. Todos los domingos más de 50.000 almas vitorean al equipo y, sin embargo, sólo uno es capaz de reconocer en el rostro de Jesús a ese jugador que, hace bien poquito, causaba el delirio de la hinchada.
Jesús se aparta de las palmaditas en el hombro. “Ya verás, todo volverá a ser como antes”. “Cuánto siento lo que está pasando…” A Jesús no le gusta la lágrima fácil; necesita a su lado personas que se comprometan, que les duela el escudo del equipo y que la única cláusula de rescisión que firmen sea la de no abandonar jamás a su hermanos más necesitados.
Jesús es despedido. Sin finiquito, Jesús tiene que salir por la puerta de atrás y abandonar el club por el que tanto había trabajado, tantas ilusiones había puesto, tantos sueños había depositado.
A Jesús le despojan de los colores de su equipo. No se han conformado con echarle, sino que ahora le prohíben que muestre su única pertenencia: El amor por los demás.
Jesús desaparece. Ya nadie habla de Él, todos acaban convenciéndose de que no valía, de que ningún otro club se va a hacer con sus servicios. Todos tranquilos, que siga el juego…
Su madre acude a su encuentro. La que le descubrió, su ojeadora, su representante es la única que no se olvidad de Él y, a pesar de que las gradas están vacías, ella espera confiada que vuelva.
Jesús vuelve a los campos de la Vida. ¡No, no, no estoy de broma! Ese que ves peloteando de forma espectacular es el mismo por el que hace bien poco nadie apostaba. ¿O no le reconoces?... Amigo, salta al campo, salta a la vida, esta vez sí, Jesús te necesita para su equipo… ¿A qué esperas?