domingo, 24 de abril de 2011

Domingo I Pascua A (24/04/11)


La Palabra
Hch 10,14a.37-43 // Sal 117 // Col 3,1-4 Col 3,1-4

El primer día de la semana, muy temprano, todavía a oscuras, va María Magdalena al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro. Entonces corre adonde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dice: ---Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró. Después llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, que había de resucitar de la muerte.
(Jn. 20, 1-9)

La Reflexión
Hemos vivido una semana muy intensa, posiblemente unos más que otros, porque la Semana Santa no nos dice lo mismo a todos y en todos los momentos.

Esta semana hemos experimentado el Día del Amor Fraterno (jueves), en el que la liturgia no deja de recordarnos que Jesús, por encima de todo amó, de una forma desmedida, con generosidad, sin pedir nada a cambio… Tan grande fue su amor por los que le rodeaban, que aun sabiendo lo que se le venía encima no quiso dejar pasar la oportunidad de celebrar con los suyos una fiesta, la Fiesta de la Pascua. En ella también estaba el que le iba a traicionar, pero también estaba invitado.

También hemos experimentado el dolor el Día de la Pasión (viernes), en el que Jesús es traicionado y abandonado por los que quiere. Pedro le negará hasta en 3 ocasiones, cuántas veces hemos sido apartados o hemos apartado de nuestro lado a aquellos a los que queremos.  Con todo ello, y consciente de esa situación, Jesús toma su cruz (y la nuestra de cada día) y a pesar de tener que pasar por ese dolor y sufrimiento, no se aparta de ella. Que más prueba de su amor por los demás, por los más desfavorecidos, por nosotros. Jesús lo ha dado todo, hasta su vida.

Pero este no es el fin, si únicamente nos quedásemos en esto, que cortos de miras seríamos. En la Vigilia Pascual (sábado) hemos celebrado el triunfo de Jesús. Ha resucitado, ha resurgido de sus cenizas, se ha convertido en un hombre nuevo. A la luz del nuevo día Pedro entiende todo lo que el Maestro ha hecho, y no solo esto, sino que aunque no lo veamos Jesús se ha comprometido a estar con nosotros hasta el final de nuestros días. Y nosotros, somos capaces de entender lo que hemos recibido, somos capaces de entender que a pesar de todas las pegas, problemas y todo lo pasado, nuestros amigos siguen y seguirán a nuestro lado, para siempre. Da igual que los apartemos, o que nos aparten, que nos olvidemos de ellos, siempre permanecerán en nosotros, quizás no seamos conscientes de su presencia, tal vez nunca valoremos las razones que le han llevado a ello, pero su recuerdo permanecerá. ¿Y tú, quieres que te acompañe hasta el final de tus días? O no serás capaz de comprenderlo y terminaras abandonándolo y olvidándote de Él.

Secuencia
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?
A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,
los ángeles testigos, sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea, allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia
que estás resucitado; la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana
y da a tus fieles parte en tu victoria sana.
Amén. Aleluya.






domingo, 17 de abril de 2011

Domingo de Ramos A (17/04/11)

La Palabra
Is 50,1-7 // Sal 21 // Fil 2,6-11 // Mt 26,14-27,66
Al llegar cerca de Jerusalén, entraron en Betfagé, junto al monte de los Olivos. Entonces Jesús envió a dos discípulos encargándoles: ---Id a la aldea de enfrente y enseguida encontraréis una borrica atada y un pollino junto a ella. Soltadla y traédmela. Si alguien os dice algo, le diréis que el Señor los necesita. Y enseguida los devolverá. Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el profeta: Decid a la ciudad de Sión: mira a tu rey que está llegando: humilde, cabalgando una borrica y un pollino, hijo de acémila. Fueron los discípulos y, siguiendo las instrucciones de Jesús, le llevaron la borrica y el pollino. Echaron los mantos sobre ellos y el Señor se montó. Una gran muchedumbre alfombraba con sus mantos el camino. Otros cortaban ramas de árbol y alfombraban con ellas el camino. La multitud, delante y detrás de él, aclamaba: ---¡Hosana al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor. ¡Hosana al Altísimo! Cuando entró en Jerusalén, toda la población conmovida preguntaba: ---¿Quién es éste? Y la multitud contestaba: ---Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.
(Mt. 21,1-11)
La Reflexión
“Salta de alegría, Sión, lanza gritos de júbilo, Jerusalén, porque se acerca tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un asno...” (Zac 9,9).
Esta semana cargada de significado para nosotros los cristianos se inicia con el Domingo de Ramos, donde leemos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, aunque, lo de triunfal, es quizás mucho decir, porque ¿cuántas veces hemos visto entrar a reyes y  gobernantes a lomos de un asno?
Jesús a lo largo de su vida nos ha dado muchas lecciones, como buen Maestro y esta es una más. No hace falta mostrarse como un rico, opulento, opresor, para ser grande, ya que estos, casi siempre son rechazados por los que no son como ellos. O simplemente son adulados para ver si nos caen las migajas.
Jesús se muestra humilde, servicial, cercano, un más entre nosotros, pero esto también lleva a envidias, mal entendidos, incomprensión y en su caso a la muerte.
Nos lo ha puesto difícil, nos está diciendo que lo que hoy es grande y triunfal, mañana se olvidará y lo despreciaran, y pese a todo, ha seguido haciendo, irremediablemente ha tenido que hacerlo, era su obligación. De la misma manera, nosotros en ocasiones hacemos cosas que parecen incomprensibles y que nadie entiende, y por ello en lugar de ensalzarnos provocan rechazo, confrontación…
Sigamos el ejemplo discreto de  Jesús, que hizo el bien donde era bien recibido, aunque no fuese el mejor sitio a ojos de los demás.
SEMANA SANTA DEPORTIVA
Jesús es condenado a “chupar banquillo.” A pesar de haber realizado una gran pretemporada en la que ha dado todo por y para el equipo, a la hora de la verdad no cuentan con Él. Su juego no es atractivo, molesta; el aficionado quiere, simplemente, pasar un buen rato y no complicarse demasiado la vida.
Jesús con la botas a cuestas. Ya no sólo le han dejado en el banquillo y le han privado de un dorsal, de una oportunidad… A Él, que era una promesa, lo nombran utillero del club… Pero no se desespera: se agacha, se arremanga la camisa y da ejemplo de servicio al vestuario.
Jesús cae por primera vez bajo el olvido de la afición. Todavía recuerda cuando firmaba autógrafos y era reclamado en la sala de prensa… Ahora todo ha cambiado y tiene que aguantar el cuchicheo de los hinchas que se mofan del que iba para estrella.
Su madre, “su representante” le abre sus brazos. Ella ha confiado en Él desde el primer momento. Ahora que no cuentan con Él, no va a las oficinas del club a expresar su malestar. Sabe que su Hijo un día saltará a los campos de la vida, de la Vida y…
Un aficionado enjuga el rostro de Jesús. Todos los domingos más de 50.000 almas vitorean al equipo y, sin embargo, sólo uno es capaz de reconocer en el rostro de Jesús a ese jugador que, hace bien poquito, causaba el delirio de la hinchada.
Jesús se aparta de las palmaditas en el hombro. “Ya verás, todo volverá a ser como antes”. “Cuánto siento lo que está pasando…” A Jesús no le gusta la lágrima fácil; necesita a su lado personas que se comprometan, que les duela el escudo del equipo y que la única cláusula de rescisión que firmen sea la de no abandonar jamás a su hermanos más necesitados.
Jesús es despedido. Sin finiquito, Jesús tiene que salir por la puerta de atrás y abandonar el club por el que tanto había trabajado, tantas ilusiones había puesto, tantos sueños había depositado.
A Jesús le despojan de los colores de su equipo. No se han conformado con echarle, sino que ahora le prohíben que muestre su única pertenencia: El amor por los demás.
Jesús desaparece. Ya nadie habla de Él, todos acaban convenciéndose de que no valía, de que ningún otro club se va a hacer con sus servicios. Todos tranquilos, que siga el juego…
Su madre acude a su encuentro. La que le descubrió, su ojeadora, su representante es la única que no se olvidad de Él y, a pesar de que las gradas están vacías, ella espera confiada que vuelva.
Jesús vuelve a los campos de la Vida. ¡No, no, no estoy de broma! Ese que ves peloteando de forma espectacular es el mismo por el que hace bien poco nadie apostaba. ¿O no le reconoces?... Amigo, salta al campo, salta a la vida, esta vez sí, Jesús te necesita para su equipo… ¿A qué esperas?

domingo, 10 de abril de 2011

Domingo V Cuaresma (10/04/11)


ANTE LA MUERTE
 LA PALABRA

Ez 37,12-14 // Sal 129 // Rom 8,8-11
Había un enfermo llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y su hermana Marta. María era la que había ungido al Señor con perfumes y le había enjugado los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro estaba enfermo. Las hermanas le enviaron este recado: ---Señor, tu amigo está enfermo. Al oírlo, Jesús comentó: ---Esta enfermedad no ha de acabar en la muerte; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Jesús era amigo de Marta, de su hermana y de Lázaro. Sin embargo cuando oyó que estaba enfermo, prolongó su estancia dos días en el lugar. Después dice a los discípulos: ---Vamos a volver a Judea. Le dicen los discípulos: ---Rabí, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y quieres volver allá? Jesús les contestó: ---¿No tiene el día doce horas? Quien camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; quien camina de noche tropieza, porque no tiene luz. Dicho esto, añadió: ---Nuestro amigo Lázaro está dormido; voy a despertarlo. Contestaron los discípulos: ---Señor, si está dormido, sanará. Pero Jesús se refería a su muerte, mientras que ellos creyeron que se refería al sueño. Entonces Jesús les dijo abiertamente: ---Lázaro ha muerto. Y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Vayamos a verlo. Tomás, que significa mellizo, dijo a los demás discípulos: ---Vamos también nosotros a morir con él. Cuando Jesús llegó, encontró que llevaba cuatro días en el sepulcro. Betania queda cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para darles el pésame por la muerte de su hermano. Cuando Marta oyó que Jesús llegaba, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Marta dijo a Jesús: ---Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que lo que pidas, Dios te lo concederá. Le dice Jesús: ---Tu hermano resucitará. Le dice Marta: ---Sé que resucitará en la resurrección del último día. Jesús le contestó: ---Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; y quien vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Lo crees? Le contestó: ---Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo. Dicho esto, se fue, llamó en privado a su hermana María y le dijo: ---El Maestro está aquí y te llama. Al oírlo, se levantó a toda prisa y se dirigió hacia él. Jesús no había llegado aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde lo encontró Marta. Los judíos que estaban con ella en la casa consolándola, al ver que María se levantaba de repente y salía, fueron detrás de ella, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando María llegó adonde estaba Jesús, al verlo, cayó a sus pies y le dijo: ---Si hubieras estado aquí, Señor, mi hermano no habría muerto. Jesús al ver llorar a María y también a los judíos que la acompañaban, se estremeció por dentro y dijo muy conmovido: ---¿Dónde lo habéis puesto? Le dicen: ---Ven, Señor, y lo verás. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: ---¡Cómo lo quería! Pero algunos decían: ---El que abrió los ojos al ciego, ¿no pudo impedir que éste muriera? Jesús, estremeciéndose de nuevo, se dirigió al sepulcro. Era una caverna con una piedra delante. Jesús dice: ---Retirad la piedra. Le dice Marta, la hermana del difunto: ---Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días muerto. Le contesta Jesús: ---¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios? Retiraron la piedra. Jesús alzó la vista al cielo y dijo: ---Te doy gracias, Padre, porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la gente que me rodea, para que crean que tú me enviaste. Dicho esto, gritó con fuerte voz: ---Lázaro, sal afuera. Salió el muerto con los pies y las manos sujetos con vendas y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: ---Desatadlo y dejadlo ir. Muchos judíos que habían ido a visitar a María y vieron lo que hizo creyeron en él.
(Jn. 11, 1-45)
La Reflexión
Jesús se encuentra con la muerte de  su amigo y se entristece. La muerte no es algo que nos agrade a ninguno, y mucho menos si se trata de un ser querido, un familiar, un amigo, un compañero…
Jesús, como todos nosotros tenía amigos por los que sentía un gran aprecio y también sintió el dolor de verlos morir. Aunque el tenía la certeza de que con la muerte de estos no ponía fin a su existencia, pues iba a encontrarse en otra vida con ellos.
Esto, a nosotros no nos sirve mucho de consuelo, pues pensamos en nuestro aquí y ahora, no tenemos en cuenta todo lo que quien nos dejó pasó por aquí, sus buenos momentos, lo feliz que fue y que nos hizo, lo bien que vivió… Esto no quita para que su vida fuera dura y complicada, y que nadie le haya regalado nada, pero ha tenido una vida llega de regalos y oportunidades, te ha tenido a ti, que le has regalado tu cariño y amistad, tu tiempo, tu sonrisa, tu…
Pero no nos quedemos solo con esto, Jesús no es eso lo que pretende, pretende que vivamos una vida plena, en la que se nos brindan un montón de oportunidades y realidades a las que nos tenemos que enfrentar, Jesús nos quiere aquí y ahora, que vivamos nuestro momento y no pensemos tanto en la muerte, que cuando llegue, llegará.
Vivamos el aquí y ahora. Hagamos las cosas ahora, pensando en los que nos rodean, en las dificultades de este mundo, en lo mucho que queda por hacer y no lo dejemos todo para  cuando nos vayamos a morir… 
Y por encima de todo, Se Feliz!!!

domingo, 3 de abril de 2011

Domingo IV Cuaresma (03/04/11)

OTRAS CEGUERAS
La Palabra
1 Sam 16,1b.6-7.10-13a // Sal 22 // Ef 5,8-14

Al pasar vio un hombre ciego de nacimiento. Los discípulos le preguntaron: ---Rabí, ¿quién pecó para que naciera ciego? ¿Él o sus padres? Jesús contestó: ---Ni él pecó ni sus padres; ha sucedido para que se revele en él la acción de Dios. Mientras es de día, tenéis que trabajar en las obras del que me envió. Llegará la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo barro con la saliva, se lo puso en los ojos y le dijo: ---Ve a lavarte en la alberca de Siloé --que significa enviado--. Fue, se lavó y volvió con vista. Los vecinos y los que antes lo habían visto pidiendo limosna comentaban: ---¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna? Unos decían: ---Es él. Otros decían: ---No es, sino que se le parece. Él respondía: ---Soy yo. Así que le preguntaron: ---¿Cómo [pues] se te abrieron los ojos? Contestó: ---Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo que fuera a lavarme a la fuente de Siloé. Fui, me lavé y recobré la vista. Le preguntaron: ---¿Dónde está él? Responde: ---No sé. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego --era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos--. Los fariseos le preguntaron otra vez cómo había recobrado la vista. Les respondió: ---Me aplicó barro a los ojos, me lavé, y ahora veo. Algunos fariseos le dijeron: ---Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no observa el sábado. Otros decían: ---¿Cómo puede un pecador hacer tales señales? Y estaban divididos. Preguntaron de nuevo al ciego: ---Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos? Contestó: ---Que es profeta. Los judíos no acababan de creer que había sido ciego y había recobrado la vista; así que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: ---¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve? Contestaron sus padres: ---Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; cómo es que ahora ve, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Preguntadle a él, que tiene edad y puede dar razón de sí. Sus padres dijeron esto por temor a los judíos; porque los judíos ya habían decidido que quien lo confesara como Mesías sería expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron los padres que tenía edad y que le preguntaran a él. Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: ---Da gloria a Dios. A nosotros nos consta que aquél es un pecador. Les contestó: ---Si es pecador, no lo sé; una cosa me consta, que yo era ciego y ahora veo. Le preguntaron de nuevo: ---¿Cómo te abrió los ojos? Les contestó: ---Ya os lo he dicho y no me creísteis; ¿para qué queréis oírlo de nuevo? ¿No será que queréis haceros discípulos suyos? Lo insultaron diciendo: ---¡Discípulo de él lo serás tú!, nosotros somos discípulos de Moisés. De Moisés nos consta que le habló Dios; en cuanto a ése, no sabe-mos de dónde viene. Les re-plicó: ---Eso es lo extraño, que vosotros no sabéis de dónde viene y a mí me abrió los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que escucha al que es piadoso y hace su vo-luntad. Jamás se oyó contar que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si ese hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada. Le contestaron: ---Tú naciste lleno de pecado, ¿y quieres darnos lecciones? Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado y, cuando lo encontró, le dijo: ---¿Crees en el Hijo del Hom-bre? Contestó: ---¿Quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: ---Lo has visto: es el que está hablando contigo. Respondió: ---Creo, Señor. Y se postró ante él. Jesús dijo: ---He venido a este mundo a entablar un juicio, para que los ciegos vean y los que vean queden ciegos. Algunos fariseos que se encontraban con él preguntaron: ---Y nosotros, ¿estamos ciegos? Les respondió Jesús: ---Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado permanece.
(Jn. 9, 1-41)

La Reflexión
Todos estamos en este mundo y casi todos vemos con nuestros ojos, pero, ¿qué es lo que vemos? Posiblemente solo aquello que queremos ver, sólo aquello que nos interesa, aquello que nos agrada o satisface, aquello que nos hace felices. Es muy posible que tengamos que cambiar mucho para poder ver o entender que es lo que ve el otro, y no sólo en su mundo o en su realidad, sino también en nosotros, que es lo que espera de nosotros o cual es la razón por la que actúa de una cierta manera y no de otra.
La realidad es la misma, lo que se ve, dice o hace, también lo es, pero el valor o significado que damos a las cosas no son iguales.
Jesús nos dice que hay que abrir los ojos a esas otras realidades que nos rodean, y que en muchas ocasiones no vemos o simplemente no queremos ver. No todo es tan sencillo, blanco o negro, sino que también hay grises por el medio. Debemos pues prestar atención a los signos y a las palabras, y no solo las de los demás, sino también las nuestras y luego meditar sobre lo que ha sucedido, y tal vez, solo tal vez, veamos las cosas de forma diferente.
Tengo algo que decirte hoy

Piensa ahora mismo en alguien.
Alguien a quien llevas tiempo queriéndole decir algo. 
Esa persona a quien no se lo has dicho porque te da vergüenza, 
porque está lejos, porque tienes miedo, porque no encuentras el momento... 
Quizás quieras decirle GRACIAS 
por tantos favores que te hace, por tantas veces a tu lado cuando lo necesitas. 
Quizás la palabra sea PERDÓN 
por haberle herido o haberle fallado. 
Puede que quieras que escuche como sale de tus labios un TE QUIERO. 
¿No crees que esas palabras merecen tanto la pena que sólo por ellas merece la pena vencer la vergüenza, el miedo y los problemas de agenda? ¿No crees que si has pensado ya en la persona a la que se lo dirías, es porque es más importante que las excusas? Hoy plantéatelo. 
Acércate y dile a esa persona: HAY ALGO QUE TE TENGO QUE DECIR