La Palabra
Hch 10,14a.37-43 // Sal 117 // Col 3,1-4 Col 3,1-4
El primer día de la semana, muy temprano, todavía a oscuras, va María Magdalena al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro. Entonces corre adonde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dice: ---Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró. Después llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, que había de resucitar de la muerte.
(Jn. 20, 1-9)
La Reflexión
Hemos vivido una semana muy intensa, posiblemente unos más que otros, porque la Semana Santa no nos dice lo mismo a todos y en todos los momentos.
Esta semana hemos experimentado el Día del Amor Fraterno (jueves), en el que la liturgia no deja de recordarnos que Jesús, por encima de todo amó, de una forma desmedida, con generosidad, sin pedir nada a cambio… Tan grande fue su amor por los que le rodeaban, que aun sabiendo lo que se le venía encima no quiso dejar pasar la oportunidad de celebrar con los suyos una fiesta, la Fiesta de la Pascua. En ella también estaba el que le iba a traicionar, pero también estaba invitado.
También hemos experimentado el dolor el Día de la Pasión (viernes), en el que Jesús es traicionado y abandonado por los que quiere. Pedro le negará hasta en 3 ocasiones, cuántas veces hemos sido apartados o hemos apartado de nuestro lado a aquellos a los que queremos. Con todo ello, y consciente de esa situación, Jesús toma su cruz (y la nuestra de cada día) y a pesar de tener que pasar por ese dolor y sufrimiento, no se aparta de ella. Que más prueba de su amor por los demás, por los más desfavorecidos, por nosotros. Jesús lo ha dado todo, hasta su vida.
Pero este no es el fin, si únicamente nos quedásemos en esto, que cortos de miras seríamos. En la Vigilia Pascual (sábado) hemos celebrado el triunfo de Jesús. Ha resucitado, ha resurgido de sus cenizas, se ha convertido en un hombre nuevo. A la luz del nuevo día Pedro entiende todo lo que el Maestro ha hecho, y no solo esto, sino que aunque no lo veamos Jesús se ha comprometido a estar con nosotros hasta el final de nuestros días. Y nosotros, somos capaces de entender lo que hemos recibido, somos capaces de entender que a pesar de todas las pegas, problemas y todo lo pasado, nuestros amigos siguen y seguirán a nuestro lado, para siempre. Da igual que los apartemos, o que nos aparten, que nos olvidemos de ellos, siempre permanecerán en nosotros, quizás no seamos conscientes de su presencia, tal vez nunca valoremos las razones que le han llevado a ello, pero su recuerdo permanecerá. ¿Y tú, quieres que te acompañe hasta el final de tus días? O no serás capaz de comprenderlo y terminaras abandonándolo y olvidándote de Él.
Secuencia
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?
A mi Señor glorioso, la tumba abandonada,
los ángeles testigos, sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea, allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia
que estás resucitado; la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana
y da a tus fieles parte en tu victoria sana.
Amén. Aleluya.