domingo, 6 de marzo de 2011

Domingo IX Ordinario A (06/03/11)

“Cumplir la voluntad de mi Padre del cielo”
La Palabra
Dt 11,18.26-28 // Sal 30 // Rom 3,21-25.28

No todo el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo. Cuando llegue aquel día, muchos me dirán: ¡Señor, Señor! ¿No hemos profetizado en tu nombre? ¿No hemos expulsado demonios en tu nombre? ¿No hemos hecho milagros en tu nombre? Y yo entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, vosotros que hacéis el mal. Así pues, quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. Quien escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a un hombre sin juicio que construyó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos, golpearon la casa y ésta se derrumbó. Fue un derrumbamiento terrible.
(Mt 7, 21-27)

La Reflexión
Vale, sí, está muy bien eso, pero… ¿Cuál es la voluntad del Padre?
Todos podemos escondernos en esto, alegando que no hemos escuchado nunca al Padre, que no nos cuenta nada, que no nos pide nada, que de Él nada sabemos,…. ¿De verdad que no sabemos nada? ¿Qué te dice tu conciencia?
Hemos oído un montón de veces que Dios es Amor, pero, ¿nos lo creemos de verdad? ¿Qué nos exige? ¿O qué le exigimos a Él?
Tenemos una forma de ver a Dios muy particular, en la mayoría de los casos pensamos que Dios es el que nos tiene que arreglar todos los problemas, y que Él es el causante de todos nuestros males. Le culpamos de cosas que suceden porque han de suceder, y con ello damos por buena nuestra negativa a creer en El. Vale! Yo creo! Pero lo que quiero y a mi manera.
Pero, al principio hemos afirmado que Dios es Amor, así que ¿cuál puede ser su voluntad? Solamente una, que amemos, que seamos felices, que busquemos la felicidad, no solo la nuestra, sino también la de aquellos que nos rodean. Es difícil amar y sobre todo amar no sintiéndose amado, pero hemos de saber, que pase lo que pase, El siempre nos amará, por muy a prueba que le pongamos.
Construyamos su reino sobre roca firme, sobre Amor.
¿Qué Celebramos?
“Lectura del Santo Evangelio según San…” (Mateo, Marcos, Lucas o Juan).
En este caso se trata de la proclamación del Evangelio, de clamar, llamar, o invocar la Palabra de Dios, que nos dejó por medio de su Hijo.
A esto contestamos “Gloria a ti Señor”. Con estas palabras hacemos referencia a la Gloria, no de Dios Padre, sino de aquél que las pronunció, de Jesús, que fue el que nos las dejó, para que las tengamos siempre presentes, para que sepamos cual es su voluntad.
Y no sólo eso, ya que a través de esta expresión queremos manifestar nuestro deseo de escuchar, de llenarnos de Él, de sentir nuevamente su presencia
Echa las redes

Desde que Tú te fuiste no hemos pescado nada. Llevamos veinte siglos echando inútilmente las redes de la vida, y entre sus mallas sólo pescamos el vacío. Vamos quemando horas y el alma sigue seca. Nos hemos vuelto estériles lo mismo que una tierra cubierta de cemento. ¿Estaremos ya muertos? ¿Desde hace cuántos años no nos hemos reído? ¿Quién recuerda la última vez que amamos? Y una tarde Tú vuelves y nos dices: «Echa la red a tu derecha, atrévete de nuevo a confiar, abre tu alma, saca del viejo cofre las nuevas ilusiones, dale cuerda al corazón, levántate y camina». Y lo hacemos sólo por darte gusto. Y, de repente, nuestras redes rebosan alegría, nos resucita el gozo y es tanto el peso de amor que recogemos que la red se nos rompe cargada de ciento cincuenta esperanzas. ¡Ah, Tú, fecundador de almas: llégate a nuestra orilla, camina sobre el agua de nuestra indiferencia, devuélvenos, Señor, a tu alegría
José Luis Martín Descalzo