LA SED DE SENTIDO
La Palabra
Ex 17,1-7 // Sal 94 // Rom 5,1-2.5-8
Así que llegó a una aldea de Samaría llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José --allí se encuentra el pozo de Jacob--. Jesús, cansado del camino, se sentó tranquilamente junto al pozo. Era mediodía. Una mujer de Samaría llegó a sacar agua. Jesús le dice: ---Dame de beber --los discípulos habían ido al pueblo a comprar comida. Le responde la samaritana: ---Tú, que eres judío, ¿cómo pides de beber a una samaritana? --los judíos no se tratan con los samaritanos--. Jesús le contestó: ---Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva. Le dice [la mujer]: ---Señor, no tienes cubo y el pozo es profundo, ¿de dónde sacas agua viva? ¿Eres, acaso, más poderoso que nuestro padre Jacob, que nos legó este pozo, del que bebían él, sus hijos y sus rebaños? Le contestó Jesús: ---El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, pues el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna. Le dice la mujer: ---Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir acá a sacarla. Le dice: ---Ve, llama a tu marido y vuelve acá. Le contestó la mujer: ---No tengo marido. Le dice Jesús: ---Tienes razón al decir que no tienes marido; pues has tenido cinco hombres, y el de ahora tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad. Le dice la mujer: ---Señor, veo que eres profeta. Nuestros padres daban culto en este monte; vosotros en cambio decís que es en Jerusalén donde hay que dar culto. Le dice Jesús: ---Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén se dará culto al Padre. Vosotros dais culto a lo que desconocéis, nosotros damos culto a lo que conocemos; pues la salvación procede de los judíos. Pero llega la hora, ya ha llegado, en que los que dan culto auténtico darán culto al Padre en espíritu y de verdad. Tal es el culto que busca el Padre. Dios es Espíritu y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y de verdad. Le dice la mujer: ---Sé que vendrá el Mesías --es decir, Cristo--. Cuando él venga, nos lo explicará todo. Jesús le dice: ---Yo soy, el que habla contigo. En esto llegaron sus discípulos y se maravillaron de verlo hablar con una mujer. Pero ninguno le preguntó qué buscaba o por qué hablaba con ella. La mujer dejó el cántaro, se fue a la aldea y dijo a los vecinos: ---Venid a ver un hombre que me ha contado todo lo que yo he hecho: ¿no será el Mesías? Ellos salieron de la aldea y acudieron a él. Entretanto los discípulos le rogaban: ---Rabí, come. Él les dijo: ---Yo tengo un sustento que vosotros no conocéis. Los discípulos comentaban: ---¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dice: ---Mi sustento es hacer la voluntad del que me envió y concluir su obra. ¿No decís vosotros que faltan cuatro meses para la siega? Pues yo os digo: levantad la vista y observad los campos clareando ya para la cosecha. El segador ya está recibiendo su salario y cosechando fruto para la vida eterna; así lo celebran sembrador y segador. De ese modo se cumple el refrán: uno siembra y otro siega. Yo os he enviado a cosechar donde no habéis trabajado. Otros han trabajado y vosotros habéis entrado a aprovecharos de sus trabajos. En aquella aldea muchos creyeron en él por lo que había contado la mujer, afirmando que le había contado todo lo que ella había hecho. Los samaritanos acudieron a él y le rogaban que se quedara con ellos. Se quedó allí dos días, y muchos más creyeron en él, a causa de su palabra; y decían a la mujer: ---Ya no creemos por lo que nos has contado, pues nosotros mismos hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el salvador del mundo.
(Jn. 4, 5-42)
La Reflexión
Dame de beber.
Jesús se acerca a alguien que nada tiene que ver con Él, una samaritana, que estaba mal mirada por los judíos y le pide algo sencillo, que le de agua.
Cuántas veces hemos pedido que nos sacien la sed, ser atendidos en nuestras necesidades, ser comprendidos, entendidos, pero no encontramos respuesta (por lo menos la que esperamos recibir) y cuanto más fácil le resulta a alguien ajeno mostrarse compasivo y acceder a nuestras necesidades que aquellos a los que se supone que estamos más próximos.
No siempre por ser cristianos somos los mejores frente a otros, cuantos hay que sin serlo son mejores, ser bueno no es exclusivo nuestro, es algo universal.
En este caso, Jesús nos invita a ser sembradores, para que luego vengan otros a recoger el fruto. Nuestra tarea es ingente, sembrar, a tiempo y a destiempo, pero… eso no quiere decir que seamos nosotros los que recojamos la cosecha.
Nos resulta en ocasiones tan desalentador sembrar y no ver sus frutos, que suele terminar cansándonos. Pero también es cierto que aunque no recojamos los frutos que hemos sembrado, es muy posible que recojamos los que otros han sembrado con anterioridad.
Hace unas semanas traíamos a esta hoja un cuento en el que se hablaba de un hombre que plantaba un árbol aun sabiendo que no lo iba a ver crecido, pero él lo hacía para sustituir a otro que si había visto, con la esperanza que los que vinieran detrás de él pudiesen disfrutar de su sombra.
Así que lo tenemos claro, sembrar!!!
NASRUDÍN Y LA MUJER IDEAL
Nasrudín es el protagonista de muchos cuentos sufís.
¿Es un personaje real? ¿Es ficticio? No se sabe...
Lo cierto es que, como en todo cuento sufí, además de entretener, se pretende enseñar, pues la simplicidad y la sencillez de lo que se narra esconde de fondo una profunda sabiduría... no la de los libros, sino la que nace de la vida y de la gente sencilla.
Diviértete con esta sencilla historia de nuestro amigo Nasrudín... y no olvides dejarte alcanzar por la sabiduría que esconde.
"Nasrudin conversaba con un amigo.
Entonces, ¿Nunca pensaste en casarte?
Sí pensé -respondió Nasrudin. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo. Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita.
Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material.
¿Y por qué no te casaste con ella?
¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto."