domingo, 5 de febrero de 2012

Domingo V Ordinario (B) (05/02/12)

Jesús es la medicina que el mundo, la Iglesia y yo necesitamos
La Palabra
Job 7, 1-4.6-7  //  Sal 146  //  1Cor 9,16-19.22-23
Después salió de la sinagoga y con Santiago y Juan se dirigió a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo hicieron saber enseguida. Él se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Se le fue la fiebre y se puso a servirles. Al atardecer, cuando se puso el sol, le llevaron toda clase de enfermos y endemoniados. Toda la población se agolpaba a la puerta. Él sanó a muchos enfermos de dolencias diversas y expulsó a numerosos demonios, a los que no les permitía hablar, porque lo conocían. Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, se levantó, salió y se dirigió a un lugar despoblado, donde estuvo orando. Simón y sus compañeros lo buscaron y cuando lo encontraron, le dijeron: ---Todos te están buscando. Les respondió: ---Vámonos de aquí a las aldeas vecinas, para predicar también allí, pues a eso he venido. Y fue predicando en sus sinagogas y expulsando demonios por toda Galilea.
(Mt 1,29-39)
El Comentario
Todos te están buscando…
Todos habían oído hablar de Jesús de sus milagros, de las grandes proezas que era capaz de realizar, era la salvación de muchos, su última esperanza, y por ello todos le buscaban.
Pero, ¿dónde estaba él? Él se había retirado de todo el ruido y fanfarrias de este mundo, no quería honores, ni que todos se fijasen únicamente en sus obras de sanación, sino que Él quería ser ejemplo para todos y en todo.
En lugar de todo esto, de celebraciones y honores, simplemente se retiró a orar, a hablar con el Padre para escuchar cuál era su voluntad, pues para eso había venido al mundo.
Jesús, en medio de la vorágine del día a día, todavía es capaz de buscar un hueco para retirarse Él solo y hablar y escuchar, para hacer el silencio en su vida, para poner un poco de orden y desde ese lugar volver a recomenzar.
Nosotros, siguiendo su ejemplo, deberíamos buscar un hueco en nuestras rutinas, en nuestro no parar, para Dios.
Necesitamos tomarnos un poco de tiempo para escucharlo, para saber que quiere y que pretende de nosotros, cuál es su voluntad con respecto a mí.
Sin duda que no es sencillo escucharlo hoy en día donde no hacemos más que correr de un lugar para otro cargando nuestra agenda de actividades, quizás para no pararnos a pensar en ¿qué es lo que Dios ha preparado para mí? ¿Cuál es su voluntad?
¿Qué Celebramos?

La Iglesia en la Antigüedad cuenta con las homilías de los Santos Padres.
Durante las celebraciones cualquiera podía tomar la palabra y realizar su comentario, pero la última palabra la tenía el Obispo.
Sin embargo en otros lugares, por miedo a las desviaciones de la doctrina, la homilía estaba prohibida, incluso a los sacerdotes.
Ya durante la Edad Media, la homilía llegó a tal decadencia que incluso en algunos lugares llegó a desaparecer.
Tuvieron que llegar las órdenes de mendicantes y predicadores para que resurgieran las homilías.
En el Concilio de Trento se impuso la obligación a los obispos y sacerdotes de predicar todos los domingos y días festivos.
En el último siglo podemos decir que hubo un gran impulso ya que se realizaron numerosos estudios bíblicos, lo que dio pie a que se mejorasen mucho los medios con los que se contaba para la preparación de la misma.
Además de los nuevos aires que venían de la mano de un nuevo movimiento litúrgico y propiciados por el Concilio Vaticano II.