1Re 3,5.7-12 // Sal 118 // Rom 8,28-30
El reinado de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo. El reinado de Dios se parece a un mercader en busca de perlas finas: al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra. El reinado de Dios se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie. Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, y sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Lo habéis entendido todo? Le responden que sí, y él les dijo: ---Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del reinado de Dios se parece a un amo de casa que saca de su alacena cosas nuevas y viejas.
(Mt 13,44-52)