Empapados de la Palabra, floreceremos. No seamos impermeables.
La Palabra
Is 55,10-11 // Sal 64 // Rom 8,18-23
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Se reunió junto a él una gran multitud, así que él subió a una barca y se sentó, mientras la multitud estaba de pie en la orilla. Les explicó muchas cosas con parábolas: ---Salió un sembrador a sembrar. Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino, vinieron las aves y se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso con poca tierra. Al faltarles profundidad brotaron enseguida; pero, al salir el sol se marchitaron, y como no tenían raíces se secaron. Otras cayeron entre cardos: crecieron los cardos y las ahogaron. Otras cayeron en tierra fértil y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. Quien tenga oídos que escuche. Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: ---¿Por qué les hablas contando parábolas? Él les respondió: ---Porque a vosotros se os concede conocer los secretos del reinado de Dios, pero a ellos no se les concede. Al que tiene le darán y le sobrará; al que no tiene le quitarán aun lo que tiene. Por eso les hablo contando parábolas: porque miran y no ven, escuchan y no oyen ni comprenden. Se cumple en ellos aquella profecía de Isaías: Por más que escuchéis, no comprenderéis, por más que miréis, no veréis. Se ha embotado la mente de este pueblo; se han vuelto duros de oído, se han tapado los ojos. Que sus ojos no vean ni sus oídos oigan, ni su mente entienda, ni se conviertan para que yo los sane. Dichosos en cambio vuestros ojos que ven y vuestros oídos que oyen. Os aseguro que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron. Vosotros escuchad, pues, la explicación de la parábola del sembrador. Si uno escucha la palabra del reino y no la entiende, viene el Maligno y le arrebata lo sembrado en su corazón; ése es como lo sembrado junto al camino. Lo sembrado en terreno pedregoso es el que escucha la palabra y la acoge enseguida con gozo; pero no tiene raíz y es inconstante. Llega la tribulación o persecución por causa de la palabra e inmediatamente falla. Lo sembrado entre cardos es el que escucha la palabra; pero las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza la ahogan y no da fruto. Lo sembrado en tierra fértil es el que escucha la palabra y la entiende. Ése da fruto: cien o sesenta o treinta.
(Mt 13, 1-23)