La Palabra
El año quince
del reinado del emperador Tiberio, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato,
tetrarca de Galilea Herodes, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y
Traconítida, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y
Caifás, la Palabra del Señor se dirigió a Juan, hijo de Zacarías, en el
desierto. Juan recorrió toda [la] cuenca del Jordán predicando un bautismo de
arrepentimiento para perdón de los pecados, como está escrito en el libro del
profeta Isaías: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino al Señor,
allanad sus senderos. Todo barranco se rellenará, montes y colinas se abajarán,
lo torcido se enderezará y lo escabroso se igualará y verá todo mortal la
salvación de Dios.
(Lucas
3, 1-6)
El Comentario
“Preparad el camino…”
La
pasada semana comenzamos un año nuevo, esta seguimos preparándonos para la Navidad, para la venida de Dios, que se hará presente en nuestras
vidas y en nuestras realidades de cada día.
El
próximo martes el Papa Francisco inaugurará en Año de la Misericordia, durante
el mismo tendremos ocasión no sólo de recibir la misericordia de Dios, de
vivirla y de experimentarla, sino también de ser nosotros mismos fuente de esa
misericordia.
Está
claro que para poder ser misericordiosos, el medio más sencillo es haberlo
experimentado y vivido en nosotros mismos.
Ojalá
este año no pongamos impedimentos al Señor para que haga en nosotros
maravillas, que sintamos y vivamos con
gozo ese sentimiento de sentirnos amados por Él.
De
esta forma se cumplirá lo que hoy nos dice con su Palabra “… lo torcido se
enderezará y lo escabroso se igualará…”
Que así sea.
El Año de la Misericordia
Muéstranos
tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu
mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a
la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura;
hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón
arrepentido.
Haz
que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la
samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios!
Tú
eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia
sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia
sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú
has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que
sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el
error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y
perdonado por Dios.
Manda
tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la
Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado
entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los
prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te
lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y
reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
En la Red
Permíteme que insista y te
busque…
JUAN el del corazón inquieto
de Dios
Juan
es el testigo del Corazón de Dios. Como si Dios no aguantara más los tiempos marcados
por Él mismo y quisiera alumbrar (casi como si fuera una nueva creación) al
mundo con el nacimiento de Jesús.
Las
insistencias del Bautista en la conversión profunda, en la confesión de los
pecados, en el bautismo y nueva vida nos hablan de esta percepción de Dios con
un Corazón inquiero, nervioso, por dar nueva oportunidad a la humanidad, esta
vez de modo casi insospechado.
(www.jovenesdehonianos.es)
Una Mirada a Roma
Francisco recuerda su viaje apostólico a África
Es
un tiempo de esperanza, que el Señor nos propone vivir para disponeros mejor a
acogerlo en nuestra vida y en nuestro mundo,
el pasado Domingo, hemos comenzado el Tiempo de
Adviento. Exhorto a todos a vivir este tiempo de preparación al nacimiento
de Jesús, Rostro del Padre misericordioso, en el contexto extraordinario del
Jubileo, con espíritu de caridad, mayor atención a los necesitados, y con
momentos de oración personal y comunitaria
Pero
hoy quiero hablarles de mi visita apostólica a Kenia, Uganda y la
República Centroafricana, donde he tenido la alegría de llevar la palabra de
esperanza de Jesús resucitado.
En
Kenia, un País que representa bien el reto global de nuestra época, los animé a
cuidar sus riquezas naturales y espirituales, constituidas por los recursos de
la tierra, de las nuevas generaciones y de los valores que forman la sabiduría
de los pueblos, para que sea justo, inclusivo y sostenible.
En
Uganda, bajo la memoria de sus mártires, he constatado el testimonio de
esperanza y el servicio en la caridad de tantos discípulos-misioneros que, no
obstante las dificultades buscan vivir según el Evangelio.
En
la República Centroafricana, corazón geográfico del continente, he querido
abrir en la catedral de Bangui la primera Puerta Santa del Jubileo
de la Misericordia, en donde hemos experimentado que el Señor está con
nosotros en la barca, es él quien la guía y a él hemos renovado el compromiso
de seguirle. Él es nuestra esperanza, nuestra paz, rostro de la divina
Misericordia.
Agradezco,
una vez más, a las Autoridades civiles y a los Obispos de estas naciones su
acogida, y doy las gracias a todos los que de diversos modos han colaborado.
(Audiencia
General, miércoles 2 de diciembre de 2015)
La Misa
El Templo
La
reunión dominical ha de celebrarse en alguna parte. Pero no puede convocarse en
una sala de reuniones o congresos. Ha de ser un lugar para la celebración
cristiana, lo cual no impide que sea un lugar acogedor, bello y funcional.
En
la primera época, las reuniones dominicales se tenían en casas particulares,
generalmente de los más pudientes. Sin embargo, pronto comenzaron a erigir
edificios exclusivos para el culto. Los cristianos comenzaron a llamarlos
iglesias, por la función a la que estaban destinados, como hoy llamamos cine o
teatro a un local destinado para ello.
Diocleciano
ordenó su destrucción, pero tan sólo 10 años después de aquel decreto, comenzó
la gran aventura de la Arquitectura cristiana.
En
Siria se elaboraron ciertas formas que inspiraron la arquitectura románica,
cuyos ejemplares se conservan aun hoy día como auténticas joyas. Más tarde el
arte sacro adoptó el estilo gótico, con ejemplares que plasman la altura
espiritual de sus constructores y no menos bellos que los románicos.
En
Occidente, por influjo sin duda de las construcciones del Imperio, se adoptó la
forma de Basílica, amplia sala dividida en varias naves por medio de columnas,
con un ábside poco profundo para colocar la sede del juez, la basílica civil
que adornaba el foro de grandes ciudades ofrecía un marco muy flexible para la
celebración de la Eucaristía.
Al
obispo se le reservó el lugar del juez y los presbíteros ocuparon a uno y otro
lado los escaños de los asesores, rodeados de los diáconos y demás ministros.
La nave acogía al pueblo. En la entrada del ábside se levantó un ambón para la
proclamación de la Palabra de Dios. El altar, según las necesidades, ocupó un
emplazamiento más flexible.