domingo, 26 de septiembre de 2010

Domingo XXVI Ordinario C (26/09/10)

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Abismo de desigualdades
La Palabra
Am 6,1a.4-7  // Sal 145 // 1 Tim 6,11-16
Había un hombre rico, que vestía de púrpura y lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y había un pobre, llamado Lázaro, cubierto de llagas y echado a la puerta del rico. que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamerle las llagas.

Murió el pobre y los ángeles lo llevaron junto a Abrahán. Murió también el rico y lo sepultaron. Estando en el lugar de los muertos, en medio de tormentos, alzó la vista y divisó a Abrahán y a Lázaro a su lado.

Lo llamó y le dijo: ---Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro, para que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua; pues me torturan estas llamas.

Respondió Abrahán: ---Hijo, recuerda que en vida recibiste bienes y Lázaro por su parte desgracias. Ahora él es consolado y tú atormentado. Además, entre vosotros y nosotros se abre un inmenso abismo; de modo que, aunque se quiera, no se puede atravesar desde aquí hasta vosotros ni pasar desde allí hasta nosotros.

Insistió el rico: ---Entonces, por favor, envíalo a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos; que los amoneste para que no vengan a parar también ellos a este lugar de tormentos.

Le dice Abrahán: ---Tienen a Moisés y los profetas: que los escuchen.

Respondió: ---No, padre Abrahán; si un muerto los visita, se arrepentirán.

Le dijo: ---Si no escuchan a Moisés ni a los profetas, aunque un muerto resucite, no le harán caso.

(Lc. 16, 19-31)
La Reflexión
La pasada semana hablábamos de no poder servir a dos dioses, sino de servir a Dios y de servirnos del dinero. Esta semana vemos cuales son las consecuencias. Mientras que el que sirve al dinero tiene todo cuanto quiere en este mundo, el que no puede ni servirse del dinero padece todo tipo de males y sufrimientos, es un despojo, nadie se apiada de él salvo los perros. Podríamos decir que lleva una “vida perra”.

Pero llegará un día en que todo tenga su sitio, y el que lo ha tenido todo en este mundo y no ha sabido repartir sufrirá, mientras que el que ya ha sufrido hallará consuelo. Es más nos hace saber que las desigualdades crean tal abismo en la tierra que se llega a reflejar en el cielo, donde es imposible el paso de un lugar a otro.

¿Creamos nosotros estas desigualdades?
Qué Celebramos
La pasada semana leíamos el Gloria. Es un himno de la iglesia primitiva que se repite durante el año, salvo en la Cuaresma y el Adviento.

Comienza recordándonos el nacimiento de Jesús con el canto de los ángeles el día de Navidad. Pero además de esto nos recuerda algunos de los Títulos de Dios Padre, para que seamos conscientes de quien el Él y quienes nosotros. Además también recordamos al Hijo, por medio del cual pedimos las gracias al Padre.

Gloria también es lo que Dios nos ha revelado (La Gloria de Dios) que nos supera y nos deslumbra, de la cual solo intuimos alguna pequeña parte.

Tras el Gloria viene un “Oremos” en la que la comunidad por medio del celebrante expresa las alegrías, emociones, logros, tristezas, pesares… que queremos presentar al Padre, para darle gracias o para pedirle alguna cosa. Con esta oración terminan los ritos introductorios.
EL CIELO Y EL INFIERNO
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado. Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.

Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
Imagen de la Semana

domingo, 19 de septiembre de 2010

Domingo XXV Ordinario C (19/09/10)

Cálculos y decisión de un Administrador en apuros
La Palabra
(Am 8,4-7  // Sal 112 // 1 Tim 2,1-8)
A los discípulos  les  decía:  ---Un  hombre  rico  tenía  un administrador.  Le  llegaron  quejas  de  que  estaba derrochando  sus  bienes.  Lo  llamó  y  le  dijo:  ---¿Qué  es eso  que  me  cuentan  de  ti?  Dame  cuentas  de  tu administración, pues no podrás seguir en el puesto. El administrador pensó: ¿Qué voy a hacer ahora que el amo me quita mi puesto? Para cavar no tengo fuerzas, pedir limosna me da vergüenza. Ya sé lo que voy  a  hacer  para  que,  cuando me  despidan,  alguno me  reciba  en  su casa.  Fue  llamando  uno  por  uno  a  los  deudores  de  su  amo  y  dijo  al primero:  ---¿Cuánto  debes  a mi  amo?  Contestó: ---Cien  barriles  de aceite.  Le  dijo:  ---Toma  el  recibo,  siéntate  enseguida  y  escribe cincuenta. Al segundo  le dijo: ---Y tú, ¿cuánto debes? Contestó: --- Cien fanegas de trigo. Le dice: ---Toma tu recibo y escribe ochenta.
El  amo  alabó  al  administrador  deshonesto  por  la  astucia  con  que había actuado. Pues  los ciudadanos de este mundo son más astutos con sus colegas que  los ciudadanos de  la  luz. Y yo os digo que con el dinero  sucio  os  ganéis  amigos,  de  modo  que,  cuando  se  acabe,  os reciban en la morada eterna. El que es de fiar en lo poco, es de fiar en  lo mucho;  el  que  es  deshonesto  en  lo  poco,  es  deshonesto  en  lo mucho. Pues si con el dinero sucio no habéis sido de fiar, ¿quién os confiará el  legítimo? Si en  lo ajeno no habéis sido de fiar, ¿quién os encomendará  lo vuestro? Un empleado no puede estar al servicio de dos  señores:  pues  odiará  a  uno  y amará  al  otro  o  apreciará  a  uno  y despreciará al otro. No podéis estar al servicio de Dios y del dinero. 
(Lc. 16, 1-13)

La Reflexión
  Hoy Jesús nos habla de dos señores, Dios, el Señor con mayúsculas,  y  el  dinero,  que  es  el  señor  que  termina manejándonos. 
  Nosotros  podemos  elegir,  o  deberíamos,  pero  en este mundo es realmente difícil poder elegir, el dinero nos  puede.  No  somos  conscientes  que  somos  unos simples  administradores  del  dinero  y  que  debemos administrarlo  de  forma  que  no  cree desigualdades,  que  no  oprima  a  los demás,  que  sirva  para  construir  el Reino de Dios aquí, en este mundo. Sin embargo, es el dinero el que nos maneja a  nosotros,  cuanto  más  tenemos,  más queremos.   Más  necesitamos,  y lucharemos  por  el  pasando  por  encima de todo y de todos.
  Sería  inútil  decir  que  debemos renunciar  al  dinero  por Dios,  porque  en  este mundo  el dinero  es  necesario.  Necesario  para  pagar  justamente por  lo que comemos, por un techo, por… Pero cuanto se nos pide que no es justo, o cuanto estamos dispuestos a quitarle  al  otro  por  llenarnos  de  cosas  que  nos  son
necesarias  y  que  deseamos  tener  a  costa  de  cualquier otra cosa o de otra persona.
¿De que reino somos administradores? 
Qué Celebramos
A continuación la celebración prosigue con el “GLORIA”

SER FIEL EN LO POCO
El día de los encargos era uno de  los más esperados por todos  los niños en clase. Se celebraba durante la primera semana del curso, y ese día cada niño y cada niña recibía un encargo del que debía  hacerse  responsable  durante  ese  año. Como  con  todas  las  cosas,  había  encargos más  o menos  interesantes, y los niños se hacían ilusiones con recibir uno de los mejores. A la hora de repartirlos,  la maestra  tenía muy en cuenta quiénes habían  sido  los alumnos más  responsables del  año  anterior,  y  éstos  eran  los  que  con  más  ilusión  esperaban  aquel  día.  Y  entre  ellos destacaba Rita, una niña amable y tranquila, que el año anterior había cumplido a la perfección cuanto  la maestra  le había encomendado. Todos sabían que era  la  favorita para  recibir el  gran encargo: cuidar del perro de la clase.
Pero  aquel  año,  la  sorpresa  fue  mayúscula.  Cada  uno  recibió alguno  de  los  encargos  habituales,  como  preparar  los  libros  o  la radio para  las clases, avisar de  la hora,  limpiar  la pizarra o cuidar alguna de las mascotas. Pero el encargo de Rita fue muy diferente: una cajita con arena y una hormiga. Y aunque  la profesora  insistió muchísimo en que era una hormiga muy especial, Rita no dejó de sentirse desilusionada.
La  mayoría  de  sus  compañeros  lo  sintió  mucho  por  ella,  y  la compadecían  y  comentaban  con  ella  la  injusticia  de  aquella asignación.  Incluso  su  propio  padre  se  enfadó muchísimo  con  la profesora,  y  animó  a  Rita  a  no  hacer  caso  de  la  insignificante mascotilla en señal de  protesta. Pero Rita, que quería mucho a su profesora,  prefería  mostrarle  su  error  haciendo  algo  especial  con  aquel  encargo  tan  poco interesante:
- Convertiré este pequeño encargo en algo grande -decía Rita.
Así que Rita investigó sobre su hormiga: aprendió sobre las distintas especies y estudió todo lo referente  a  sus  hábitats  y  costumbres,  y  adaptó  su  pequeña  cajita  para  que  fuera  perfecta.
Cuidaba con mimo  toda  la comida que  le daba, y  realmente  la hormiga  llegó a crecer bastante más de lo que ninguno hubiera esperado...
Un  día  de  primavera, mientras  estaban  en  el  aula,  se  abrió  la  puerta  y  apareció  un  señor  con aspecto de ser alguien importante. La profesora interrumpió la clase con gran alegría y dijo: 
- Este es el doctor Martínez. Ha venido a contarnos una noticia estupenda ¿verdad?
-  Efectivamente.  Hoy  se  han  publicado  los  resultados  del  concurso,  y  esta  clase  ha  sido seleccionada para acompañarme este verano a un viaje por la selva tropical, donde investigaremos todo tipo de  insectos.  De  entre  todas  las  escuelas  de  la  región,  sin  duda  es  aquí  donde  mejor  habéis sabido  cuidar  la  delicada  hormiga  gigante  que  se  os  encomendó.  ¡Felicidades!  ¡Seréis  unos ayudantes estupendos!
Ese día todo fue fiesta y alegría en el colegio: todos felicitaban a la maestra por su  idea  de  apuntarles  al  concurso,  y  a  Rita  por  haber  sido  tan  paciente  y responsable. Muchos  aprendieron  que  para  recibir  las  tareas más  importantes, hay que saber ser responsable con  las más pequeñas, pero sin duda la que más disfrutó  fue  Rita,  quien  repetía  para sus  adentros  “convertiré  ese  pequeño encargo en algo grande”.
La imagen de la Semana

domingo, 12 de septiembre de 2010

Domingo XXIV Ordinario C (12/09/10)

La Palabra
(Ex 32,7-11.12-14 // Sal 50 // 1 Tim 1,12-17)
Todos los recaudadores y los pecadores se acercaban a escucharle, de modo que los fariseos y los letrados murmuraban: ---Éste recibe a pecadores y come con ellos. Él les contestó con la siguiente parábola:---Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la extraviada hasta encontrarla? Al encontrarla, se la echa a los hombros contento, va a casa, llama a amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo pues encontré la oveja perdida. Os digo que, de la misma manera, habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse. Si una mujer tiene diez monedas y pierde una, ¿no enciende un candil, barre la casa y busca diligentemente hasta encontrarla? Al encontrarla, llama a las amigas y vecinas y les dice: Alegraos conmigo, porque encontré la moneda perdida. Os digo que lo mismo se alegrarán los ángeles de Dios por un pecador que se arrepienta. Añadió: ---Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo al padre: Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde. Él les repartió los bienes. A los pocos días, el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su fortuna viviendo como un libertino. Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad. Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos. Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitando pensó: ---A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre. Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros. Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó. El hijo le dijo: ---Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: ---Enseguida, traed el mejor vestido y vestidlo; ponedle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traed el ternero cebado y matadlo. Celebremos un banquete. Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas y llamó a uno de los criados para informarse de lo que pasaba. Le contestó: ---Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo. Irritado, se negaba a entrar. Su padre salió a rogarle que entrara. Pero él respondió a su padre: ---Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero cebado. Le contestó: ---Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado.
(Lc. 15, 1-32)
La Reflexión
El escándalo de los buenos
Hoy Jesús nos propone buscar, buscar al que está perdido, al que un día fue y ya no lo es, a ese miembro que un día fue de nuestra comunidad y por diversas circunstancias ya no se encuentra entre nosotros, porque se ha ido cansando, porque no le hemos escuchado, porque la propuesta le resulta cansina, aburrida, monótona, porque no tiene sentido para el…
Hemos vuelto a centrarnos solamente en las celebraciones y no sabemos lo que celebramos, son simplemente unas formas monótonas y aburridas que no nos dicen ni transmiten nada, el cura llega y nos cuenta no se sabe que milongas y ¿qué?, ¿de qué nos sirven?, ¿sentimos algo cuando lo escuchamos, cuando celebramos o simplemente nos conformamos con el “cumplimiento” (cumplo y miento)?.
También es cierto que en muchas ocasiones nosotros mismos no queremos más que cumplir y listo, que mas da lo que se celebre, con media hora suficiente y si puede ser menos, mejor. ¿Dónde se ha quedado la celebración? ¿la fiesta?. Tendremos que ponernos a buscar, a dar sentido a lo que hacemos, a tratar de encontrar algo que nos haga sentir eso que sentíamos y que hemos perdido, y hemos de poner los medios.
¿Y tú, te has perdido?
 
Qué Celebramos 
Hasta ahora habíamos visto cosas como la disposición del templo, la nuestra a la entrada del mismo, y habíamos comenzado con los ritos introductorios, el canto, la procesión de entrada y el saludo inicial.
Ahora pasamos al acto penitencial. Nosotros somos pecadores, y por tanto tomamos conciencia de ello, necesitamos el perdón y del perdón.
Las liturgias antiguas situaban al comienzo de la celebración el rezo de las letanías que concluían con la invocación a Cristo, para que se apiadara de sus fieles, de esto solamente se conserva el Kyrie eleison (¡Señor ten piedad de nosotros!).
El penitencial comienza con una breve introducción del celebrante para que tomemos conciencia de nuestros defectos, fallos, pecados, y podamos a través de este gesto lograr la disposición al arrepentimiento.
Este arrepentimiento se manifiesta en forma de oración (“Yo confieso…”)
Y finalmente, el celebrante, extendiendo los brazos pide a Dios por todos nosotros, para que se apiade y nos conceda su gracia.
Si realmente estamos arrepentidos de corazón, Él nos perdonará.
LA HISTORIA DE MARCOS Y MOSÉS
Marcos nació en una familia de siete hermanos. Su madre tuvo un parto difícil, pero gracias a la ayuda médica nació sin ninguna tara. Mosés también tiene siete hermanos. Durante el embarazo, su madre tuvo problemas y él nació con un pulmón oprimido que ahora le impide respirar con facilidad. Mosés nació ayudado por su tía y su abuela, expertas ganaderas.
Marcos disfruta de una alimentación sana y equilibrada. Come verduras, carne, pescado, hierro, fósforo, hidratos de carbono...A Mosés se le cayeron los dientes debido a la desnutrición.
La comida preferida de Marcos es el pollo, y el jamón serrano. Mosés no lo ha probado nunca, pero seguro que le gustaría.
Marcos tiene un abrigo de cuadros para los días de frío. Mosés tiene más suerte, porque en su país casi nunca hace frío y no necesita ropa. Es una suerte doble porque, aunque la necesitara, tampoco la tendría.
Marcos sale de su casa para ir a jugar al parque y dar un paseo. Mosés siempre está fuera de casa.
Marcos no conoce a su padre y no sabe dónde está. Mosés tampoco lo conoce, pero sabe que murió en la guerra, aunque no contra quién luchaba.
Marcos no irá nunca al colegio ni aprenderá a leer. Mosés tampoco.
La esperanza de vida de Marcos es de unos 20 años. La de Mosés es mayor, pero él quizá no llegue a cumplir los 20.
Marcos es un setter irlandés. Mosés, un niño africano.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Domingo XXIII Ordinario C (05/09/10)

La Palabra
(Sab 9,13-19 // Sal 84 // Flm 9b-10.12-17)
Le seguía una gran multitud. Él se volvió y les dijo:---Si alguien acude a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo. Si uno de vosotros pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No suceda que, habiendo echado los cimientos y no pudiendo completarla, todos los que miren se pongan a burlarse de él diciendo: éste empezó a construir y no puede concluir. Si un rey va a trabar batalla con otro, ¿no se sienta primero a deliberar si podrá resistir con diez mil al que viene a atacarlo con veinte mil? Si no puede, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación a pedir la paz. Lo mismo cualquiera de vosotros: quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo.
(Lc. 14, 25-33)

La Reflexión
Mucha gente acompañaba a Jesús...
El verano ha pasado y durante el mismo, en muchas ocasiones hemos ido detrás de la gente como “masa aborregada”.
Jesús no es esto lo que nos pide, se da la vuelta y nos indica como ha de ser el seguimiento que el quiere, no le sirve cualquier cosa, no le vale eso de “donde va Vicente, donde va la gente”.
Ser cristiano ha de ser algo más que seguir a Jesús, no es ir a misa y cumplir, ya que lo que pide es que le sigamos, que le imitemos, en su forma de ser, en su estilo, en su vida, que carguemos con nuestra cruz, que abandonemos todos nuestros apegos y que le sigamos. Que antepongamos su forma de vida, el amor a los demás por encima de todo, incluso de nuestra familia, y ¿quién es el “guapo” que es capaz de dejar todas sus comodidades, seguridades, familia, amigos… y seguirlo?
Esto que nos propone hoy es ser cristiano, ni más ni menos. Revisar como llevamos nuestra mochila y seguir el camino con lo imprescindible.
¿Eres tú cristiano?
Qué Celebramos
Tras el periodo veraniego marcado por el ocio y la dispersión nos reintegramos a la vida ordinaria. Durante la semana tornamos al camino del trabajo y las obligaciones, el orden y las costumbres. Llega el domingo marcado por la novedad del reencuentro con caras conocidas, pero tal vez también por la rutina y la costumbre.
El domingo es un día de fiesta, cuya finalidad es recargarnos, aunque no de cosas materiales, sino de alimentar nuestro espíritu y con el afrontar de otra manera el resto de la semana.
Al comienzo del año litúrgico nos iniciábamos en lo que acontece en la celebración de la Misa, en ello seguiremos los próximos domingos

El campesinito en el cielo
Murió una vez un pobre y piadoso campesinito y llegó a las puertas del cielo. Pero al mismo tiempo vino allí un señor que había sido muy rico y que también quería entrar en el cielo. Entonces se acercó San Pedro con las llaves y dejó pasar al señor; mas, según perece, no vio al campesinito y le cerró tranquilamente las puertas. Entonces oyó el campesinito cómo el señor era recibido con gran regocijo en el cielo y cómo se tocaba música y se cantaba. Por fin se hizo el silencio, San Pedro se acercó otra vez a las puertas del cielo, las abrió e hizo pasar también al campesinito. El campesinito pensó que se tocaría música y se cantaría, pero cuando entró reinaba el silencio. Fue recibido con cariño, naturalmente, y los ángeles le rodearon, pero nadie cantó. Entonces el campesinito preguntó a San Pedro por qué no se le recibía como al rico, añadiendo que, según veía, en el cielo eran tan parciales como en la tierra. A lo que respondió San Pedro:
- No, no es así; tú nos eres tan querido como los demás y gozarás de todos los placeres del cielo, igual que ese rico señor; pero date cuenta: campesinitos tan pobres como tú llegan al cielo todos los días; un señor tan rico, sin embargo, llega sólo cada cien años.